¡Pobres judíos!
Vosotros atrajisteis una terrible maldición sobre
vuestras cabezas al decir: "Su sangre caiga sobre nosotros y sobre
nuestros hijos" y
esa maldición, raza miserable, la lleváis hasta el día
de hoy, y al Final de
los Tiempos recibiréis el castigo de esa sangre inocente. ¡Oh,
Jesús mío!
... Yo no seré obstinado como los judíos. ¡Yo te
amaré, por siempre, por siempre,
por siempre!"
San Alfonso María de
Ligorio.