IDENTIDAD CATÓLICA

 

MAURICE PINAY

COMPLOT CONTRA LA IGLESIA

TOMO III

continuación CUARTA PARTE (cap. 30-32)

 

LA QUINTA COLUMNA JUDÍA EN EL CLERO

 

 

Capítulo Trigésimo

 

            EL JUDÍO, EL MÁS PELIGROSO ENEMIGO DE LA IGLESIA. LOS VALDENSES

 

            En el siglo XII, al mismo tiempo que el judaísmo intentaba controlar el papado por medio del judaico Cardenal Pierleoni y se organizaba la primera revolución republicana que se adueñaba de Roma, la secta de los albigenses preparaba, en secreto, la más gigantesca revolución conocida hasta entonces con el fin de desintegrar al cristianismo, y se organizaban al mismo tiempo, también en secreto, otras sectas tendientes todas ellas a dominar a Europa, a aniquilar el orden de cosas imperante y a destruir a la Santa Iglesia.

            El judaísmo no se limitó a organizar una sola secta, un solo movimiento revolucionario, sino que creó en la sombra varios, diferentes entre sí, con diversidad de ideologías y principios, útiles para controlar gentes de todos los gustos; de tal manera que si a algunos no les satisfacía el programa, los dogmas o las creencias de una secta, podrían gustarles los de otra; y si fracasaba alguna, otra llegaría al triunfo deseado. De cualquier forma, todas en conjunto se ayudaban en secreto unas a otras, aunque tuvieran programas al parecer contradictorios e incompatibles. Así empezó el judaísmo a practicar otra de sus tácticas tradicionales, que tan buen resultado le ha dado y que con la experiencia de siglos ha perfeccionado cada vez más, consistente en no confiar todas sus posibilidades de victoria a una sola organización, sino a muchas, de variadas y hasta contradictorias ideologías, capaces éstas de captar la simpatía de gentes de los más diversos gustos o maneras de pensar. Lo mismo que hace en nuestros días al organizar desde partidos demócrata-cristianos y de extrema derecha, sin importar el nombre que se les dé, hasta partidos centristas, socialistas, anarquistas y comunistas; y desde organizaciones masónicas, teosóficas y espiritistas, hasta asociaciones de Rotarios o de boy-scouts, además de muchas otras que sería largo enumerar y que autorizados escritores han demostrado que están controladas por el judaísmo internacional. En esa forma la sinagoga puede dominar a gentes de las más diversas tendencias e ideologías y controlar a los pueblos cristianos y gentiles, facilitando el triunfo de sus planes de dominio mundial.

            Antes de entrar al estudio de otras sectas heréticas que junto con la de los albigenses formaron parte de esa gran revolución criptojudía del siglo XII, que estuvo a punto de conquistar a Europa y aniquilar a la Iglesia, citaremos a dos autoridades hebreas indiscutibles que nos hablan del papel que desempeñaron los israelitas en las herejías de esa época.

            La “Enciclopedia Judaica Castellana”, hablando de la opinión que tenía la Iglesia sobre el origen de la herejías medievales, nos confirma lo afirmado por clérigos y escritores católicos de diversas épocas, que aseguraban que los “judíos eran los padres de todas las herejías”; al efecto, textualmente dice:

            “De la misma manera que la Inquisición acusó a los judíos de haber instigado las herejías medievales, así todos los movimientos heterodoxos de la Reforma eran, a los ojos de la Iglesia, fruto de una conspiración judía, y sus iniciadores y jefes, `judaizantes´” (280).

            Siendo evidente que ni la Santa Iglesia ni la Inquisición mentían, ya que tenían, además, pruebas suficientes para fundamentar estas afirmaciones.

            A este respecto el rabino Lewis Browne, en su interesante “Historia de los judíos”, en un capítulo que tiene por título “El desgarramiento de la iglesia” y por subtítulo “Cómo los judíos ayudaron al surgimiento de la Reforma Protestante”, asevera que:

            “Era más que una espina (la sinagoga). Esparcida como estaba por todas las tierras de la Cristiandad, la sinagoga operaba en todas partes, más bien como una red de pequeñísimas espadas que herían el sentido de autosuficiencia de la iglesia.

            Esto explica por qué la Iglesia no concedió descanso al judío. El era su más peligroso enemigo, ya que dondequiera que él emigraba, él fomentaba las herejías” (281).

            Este culto rabino, además de confesar con absoluta franqueza la más grande de las verdades, al señalar que los judíos son los más peligrosos enemigos de la Iglesia, nos da la clave de lo que para muchos ha sido un gran misterio, es decir, lo referente a la rápida difusión en distintos países de las herejías medievales, de la masonería después y, finalmente, del comunismo marxista. En realidad, estando las organizaciones judías esparcidas desde hace muchos siglos por todo el mundo, como una “red de pequeñísimas espadas” –con hombres influyentes en todos los países, con bien arraigado poder financiero en todas partes- les es sumamente fácil propagar y dar carácter internacional, con velocidad asombrosa, a cualquier movimiento subversivo público o secreto o a cualquier otro tipo de asociación. Sólo una institución como la sinagoga, de raíces milenarias en distintas partes del mundo, ha estado en posibilidad de dar rápidamente proporciones internacionales a tantos movimientos perversos con que ha intentado y sigue pretendiendo dominar a los pueblos y destruir sus libertades por medio de su arma favorita: el engaño.

            Para referirnos a otro de los grandes movimientos heréticos que en el siglo XII amenazaron con derrumbar todo el orden social, político y religiosos existente, vamos a preferir una vez más la cita de fuentes israelitas de gran autoridad.

            El rabino Jacob S. Raisin hablando de los valdenses dice:

            Otro grupo heterodoxo formado dentro de la Iglesia, tuvo origen en Valdo, un rico comerciante de Lyon. El era un diligente estudiante de la Biblia y comisionó a dos sacerdotes a que la tradujeran al francés. Deseoso de poner en práctica el consejo de Jesús al joven rico, él distribuyó su riqueza entre los pobres y también entre aquellos de quien él la había adquirido, e hizo votos de pobreza (1176). Su ejemplo fue seguido por muchos hombres de la ciudad y los `Pobres de Lyon’  como fueron conocidos los valdenses, encontraron muchos imitadores no sólo en el norte de Francia, sino en España y en Italia” (282).

            Como se podrá observar, la bandera de esta secta no podía ser más atractiva, sobre todo para las clases pobres de la población, que como siempre constituían la mayor parte. La apariencia de santidad y pureza de que se vistió su caudillo no podía ser más cautivadora. Todo ello contribuyó a que la potencia revolucionaria del movimiento fuera gigantesca. Es comprensible que tan grandes masas de fieles fueran pescadas con una fachada tan limpia, tan pura y benéfica para las clases humildes. Pero después iba apareciendo el veneno. El mismo citado rabino dice que:

            Para estos devotos discípulos de los Ebionitas, la Iglesia Romana era la `Mujer Escarlata’ del Apocalipsis y su culto idolátrico (a las imágenes) como los cultos que ella había desplazado” (283).

            Sin embargo, hasta aquí todo hacía creer que se trataba de un movimiento de inmaculada pureza, acaudillado por hombres que repartían sus riquezas y que seguían al pie de la letra las normas de perfección dictadas por Cristo Nuestro Señor, luchando contra las inmoralidades del clero, con las que pretendían comparar a la Santa Iglesia con la mujer escarlata del Apocalipsis. Es lógico que grandes masas, engañadas por tales apariencias, hayan sido arrastradas a la herejía.

            Por otra parte, sus doctrinas se apartaban menos de la ortodoxia que las de los cátaros y albigenses, que eran gnósticos y maniqueos; y por ello eran más fáciles de aceptar por la mayoría de los fieles. ¿Quién se iba a imaginar que tras tanta belleza se encubriera un nuevo y siniestro intento de judaizar a la sociedad cristiana y dominarla?

            Para usar una vez más una fuente indiscutible que narre el posterior cauce que tomó este movimiento de apariencia meramente filantrópica, utilizaremos de nuevo esa obra oficial del judaísmo que es la “Enciclopedia Judaica Castellana”, la cual, refiriéndose a los valdenses dice:

            Los valdenses, secta que surgió hacia 1170 en Lyon, bajo la jefatura de Pedro Valdo, representan aquel aspecto del movimiento `bíblico´, en cuyo suelo había de brotar el protestantismo de Hus, Münzer, Zwinglio y otros reformadores de los siglos posteriores. Esa herejía alcanzó expansión considerable, desde Lyon y Provenza hasta Lorena y Valonia por el norte y hasta Hungría y Moravia por el este. Seguramente no es mera coincidencia que la cuna fuera la ciudad de Lyon, como la de los `passagii´ estuviera en Milán, grandes centros, uno y otro, de la vida e influencias judías...La Biblia valdense, conservada en algunos ejemplares (Manuscritos de Cambridge, siglo XIV, y de Grenoble), contenía no menos de 32 libros hebreos. Se leía en los `conventículos´ secretos, bajo la dirección de predicadores o `barbas´, nombre que se cree que es origen hebreo. Los valdenses se consideraban como el `verdadero Israel´ o según expresión de su jefe Muston, `Israel de los Alpes´. Comba y Muston hablan del éxodo y dispersión de los creyentes. Pedro Valdo es `el Moisés de ese pequeño pueblo que salió del país de la servidumbre´, y `el Padre, el Abraham de Israel de los Alpes antes de convertirse en su Moisés´. Los `barbas´ valdenses enviaban misioneros a Italia `para predicar el arrepentimiento y alimentar a las ovejas dispersas de Israel perseguido en los valles de los Alpes´. Los `barbas´ mismos, bien versados en las ciencias, las lenguas y las Escrituras se comparaban a los `Ancianos´ de Israel, cuyas `parroquias consistían en las dispersas tribus de Israel de los Alpes, de las que ellos eran los levitas y jueces´ “ (284).

            La táctica de los hebreos de acusar a sus enemigos precisamente de lo que ellos hacen, llegó a su colmo en los ataques lanzados por la hebraica herejía de los valdenses en contra de la Tradición de la Santa Iglesia, fundamentalmente antijudía. Decían, según lo afirma el rabino Louis Israel Newman, que:

            La tradición de la Iglesia era la tradición de los fariseos que es la frecuente acusación de los herejes. Los valdenses de Lombardía afirmaban que la salida de la Iglesia Romana era lícita, porque ya no era la Iglesia de Jesucristo, sino que estaba gobernada solamente por escribas y fariseos” (285).

            Después, en la página 237 de la citada obra, el mencionado rabino al tratar de la “asociación personal de judíos y valdenses”, recalca que existe la coincidencia de que ciudades en que los judíos eran numerosos e influyentes, como Lyon y Metz, fueron focos importantes de la herejía valdense; para afirmar después:

            No solamente durante los siglos XII y XIII los valdenses y los judíos se agruparon juntos”. Y en la página 238 de la citada obra dice: “Junto a la evidencia de que hubo relación personal entre los judíos de Provenza y los valdenses en el siglo XIII, existe también la evidencia de que durante el siglo XV los husitas y los judíos estuvieron en frecuente contacto y los husitas y los valdenses estaban ligados directa e indirectamente.

            Durante el siglo XVI, antes y después del comienzo de la Reforma, las relaciones personales entre los judíos y los últimos valdenses se multiplicaron...Y tan tarde como en el siglo XIX, nosotros encontramos a los valdenses y a los judíos agrupados no en relaciones intelectuales sino en gubernamentales. Así en Italia en 13 de septiembre de 1849, fue creada una Comisión Ministerial con el propósito de reorganizar la administración de valdenses y judíos” (286).

            Finalmente citaremos otro dato interesantísimo que nos proporciona el historiador israelita Gerson Wolf, quien afirma que en el siglo XV los judíos fueron incluidos en una acusación que les imputaba el cargo de estar ocluidos en una conspiración en compañía de los husitas y de los valdenses en contra de las fuerzas entonces gobernantes (287). Este judío fue perseguido por el gobierno austríaco por haber escrito un libro de tendencias subversivas titulado “La democracia y el socialismo”.

            Datos valiosos sobre dicha conjura hebrea obran en el informe contenido en el “Libro de Actas de la Facultad de Teología de la Universidad de Viena”, y concretamente en acta del 10 de enero de 1419, por lo que quienes tengan interés en profundizar en el estudio sobre esta conspiración judía, husita y valdense del siglo XV para derrocar el orden de cosas entonces existente, pueden recurrir al documento original acabado de citar (288).

 

 

 

 

 

 

 

            Capítulo Trigésimo Primero

 

            EL GRAN PAPA GREGORIO VII (HILDEBRANDO) DESTRUYE UNA TEOCRACIA JUDAICA EN EL NORTE DE ITALIA.

 

            Otro de los movimientos subversivos creados por la quinta columna judía introducida en la Cristiandad durante el siglo XII, fue el de los “passagii”, sabatarios o circuncisos. Esta secta progresó más, como es natural, en el norte de Italia y sur de Francia, o sea en las regiones de Europa más infiltradas en esos tiempos por la sinagoga. En cuanto a la judaización del cristianismo, puede considerarse que dicha secta constituyó el ala izquierda el complejísimo movimiento revolucionario criptojudío del siglo XII.

            Para darnos una idea de lo que era este movimiento subversivo, transcribimos literalmente interesantes pasajes de la “Enciclopedia Judaica Castellana” ya citada:

            La secta de los `passagii´, `sabatarios´ o `circuncisos´, brotó en suelo lombardo, tradicionalmente propicio a heterodoxias de carácter filojudaico. Mucho antes de que surgiera, entre 844 y 1058, aproximadamente, reinó sobre Milán y las comarcas adyacentes una teocracia, fundada por Angilberto de Pusterla y José de Ivres y que se amoldaba fielmente al Pentateuco. Su santuario den Caroccio encerraba un Arca de la Alianza. El pueblo estaba gobernado por capitanes (jueces) y levitas (sacerdotes) y toda la vida política y espiritual lleva la impronta del Antiguo Testamento, en la misma forma que más tarde, las de las comunidades anabaptistas y puritanas en Europa y el Nuevo Mundo. Esa teocracia fue derrocada por Gregorio VII inmediatamente después de su ascensión al Pontificado. Los judíos de Lombardía ocupaban una posición de primer plano. Ha adquirido forma histórica la familia de Pierleoni que había de dar a la Iglesia el Papa Anacleto II (1130-1138) y a la casa real de Sicilia, una reina en la persona de la esposa de Rogelio II. La influencia judía en Lombardía era tal que en muchas ciudades, los cristianos honraban el sábado en vez del domingo, y que incluso los cátaros de la región, a diferencia de los provenzales, aceptaban partes del Antiguo Testamento. El arrianismo había dejado huellas profundas en el norte de Italia y la tolerancia que dispensó a los judíos benefició grandemente la condición de éstos, al mismo tiempo que preparó el ambiente para numerosas sectas antipapistas, entre las que descollaban las judaizantes. Es indudable que la más importante de entre éstas, la de los pasaginos, sufrió fuerte influjo del floreciente judaísmo lombardo” (289).

            Este párrafo debe leerse varias veces para poder apreciar toda su trascendencia en distintos órdenes. Por nuestra parte, nos limitaremos a ver aquí una comprobación más de que la tolerancia hacia los judíos, según confiesa la enciclopedia hebrea, preparó el ambiente a las numerosas sectas antipapistas, como dieron en llamarlas los israelitas.

            Esa tolerancia a un enemigo mortal significa, pues, darle libertad de acción para que destruya a la Iglesia y domine a los pueblos cristianos.

            Por otra parte, uno de los más grandes Papas que ha tenido la Iglesia, Gregorio VII, el famoso Hildebrando, nos puso el ejemplo de lo que debe hacerse en contra del dominio judaico, ya que al subir al Pontificado lo primero que hizo fue combatir y aplastar la teocracia judaizante establecida en tierras cristianas del norte de Italia. ¡Ojalá que todos imitemos la actitud de este gran Papa en la lucha que tenemos que sostener contra las fuerzas comunistas ateas, acaudilladas por el mismo enemigo que Gregorio VII aniquiló!

            Refiriéndose a las creencias de los “passagii”, sigue diciendo la mencionada enciclopedia judaica:

            Su doctrina prescribía la observancia literal de la Ley mosaica: de la circuncisión, las leyes dietéticas, las fiestas, etc.; pero rechazaba los sacrificios, de acuerdo con el rabinismo de entonces... Aceptaban a Jesús y el Nuevo Testamento, que procuraban armonizar con el Antiguo, adquiriendo éste con el tiempo una importancia predominante, a medida, según se supone, que progresaba la erudición hebraica” (290).

            Aquí, la enciclopedia judía nos da un dato que nos confirma una vez más el desarrollo de esa táctica, consistente en iniciar los movimientos para atrapar cristianos y gentiles con unos postulados, para luego, poco a poco, ir torciendo el rumbo de las organizaciones a medida que se va preparando a los atrapados a ir aceptando esa evolución. Es muy comprensible que por más influencia judía que hubiera entonces en el norte de Italia, era difícil de buenas a primeras lograr que los cristianos, que sabían que los apóstoles habían derogado la Ley judía, dándole al Nuevo Testamento la primacía, aceptaran entrar en una secta que les decía todo lo contrario, negando con ello la doctrina de San Pablo y los apóstoles. Era necesario ir por etapas; y a medida que la “erudición hebraica” de los neófitos progresaba, debido a las enseñanzas que le daban en la secta, se les iba preparando a aceptar la inversión total de términos, dándole vigencia a la abolida ley mosaica y asegurando la preferencia del Antiguo Testamento sobre el Nuevo. Con esto se daba un paso enorme hacia la judaización ideológica de los cristianos y a su fácil dominio por el imperialismo hebreo.

            Pero dejaremos que siga hablando la sinagoga por medio de su obra monumental citada:

            Era opinión general entre los pasaginos que `la ley de los judíos es mejor que la ley de los cristianos´. Desde luego, repudiaban el dogma de la Trinidad. Así, su jefe Bonacurso declaró: `Dicen (los passagii) que Cristo, el Hijo de Dios, no es igual al Padre y que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, las tres personas de la Trinidad, no son un solo Dios, ni una sola substancia´, y Muratoni: `Pues dicen que Cristo es una primera y pura criatura´, o sea, que Cristo fue creado por Dios´”. (291).

            El rabino Louis Israel Newman, en su obra “Influencia judía en los movimientos de reforma del cristianismo”, refiriéndose a los pasagii dice lo siguiente:

            “La secta de los passagii representa en su forma más obvia y tangible el aspecto judaizante de los movimientos heterodoxos en la Cristiandad durante los siglos XII y XIII. En el preciso momento en que la Iglesia Católica parecía firmemente consolidada, surgieron vigorosos movimientos de desacuerdo para disputarle su autoridad. Un montón de sectas aparecieron en el siglo XII, habiéndose sostenido a pesar de todos los esfuerzos hechos para destrozarlas” (292).

            Quienes no han profundizado en estas cuestiones llegan a confundir a esta secta de cristianos judaizantes y circuncisos, observadores del sábado y de la ley mosaica en todo su rigor, con los falsos cristianos criptojudíos de sangre, llamados en la terminología inquisitorial herejes judaizantes.

            Sin embargo, la Inquisición Pontificia, con sus medios eficaces de investigación, llegó a tener una idea bien clara de la diferencia, y aunque sabía que los passagii, sabatarios o circuncisos estaban controlados por los hebreos de sangre y practicaban una religión más afín al judaísmo que al cristianismo, los distinguía plenamente de los israelitas propiamente dichos. Los Archivos de la Inquisición de Carcasona, en el sur de Francia, entre otros, nos proporcionan la prueba de que el Santo Oficio estaba muy bien informado al respecto:

            Entre las preguntas dirigidas (por los inquisidores) a los presos judíos o a los falsos conversos del judaísmo, llamados relapsos, figuraba la siguiente: `¿En qué forma diferente circuncidan los judíos a los cristianos, de cómo circuncidan a los hebreos? (Quomodo circumcidunt Christianos aliter queanm suos? Interrogatoria ad Judaeos)” (293).

            Más ilustración sobre este punto nos da un tratado sobre los herejes escrito en el siglo XIII, que hace también la debida distinción cuando afirma:

            Noten ustedes que los judíos circuncidan a sus propios niños de forma diferente del método que utilizan con nuestros adultos cristianos cuando los hacen judaizar, considerando que ellos cortan a éstos solamente medio círculo en la cabeza de su piel y no el círculo total, como lo hacen en sus propios muchachos” (294).

            Como lo estudiaremos más extensamente, la religión judía es radicalmente racista. Es sólo para el pueblo escogido y a los prosélitos de la puerta, es decir, los gentiles convertidos al judaísmo, los conservan siempre fuera de las verdaderas organizaciones hebreas, utilizándolos simplemente como satélites e instrumentos viles de los verdaderos judíos de sangre, en organismos inferiores, que aunque dotados de toda la apariencia de las comunidades y sinagogas israelitas, son simples ratoneras para atrapar incautos y tenerlos bien dominados, ya que estas organizaciones están controladas por judíos clandestinos de sangre, y los ingenuos prosélitos o judíos espirituales son eliminados radicalmente en los círculos secretos donde se dirigen los importantes asuntos del imperialismo hebraico. El objeto de tener controladas en su mayoría estas pantomimas de organizaciones israelitas por medio de criptojudíos de sangre, con apariencia de prosélitos o israelitas espirituales, es de que los prosélitos tengan la sensación de que se gobiernan por sí mismos, ignorando que están influenciados por el círculo oculto de hebreos sanguíneos que forman parte de estas comunidades y que controlan en diversas formas, utilizando a los prosélitos como simples instrumentos del imperialismo judío, tal como emplean a los masones o a los comunistas, pero haciendo creer a tales incautos que forman parte de la élite que dirige los asuntos de la sinagoga, para que con ello luchen con mayor devoción al servicio de su causa.

 

 

 

 

            Capítulo Trigésimo Segundo

            QUINTA COLUMNA JUDÍA EN LA IGLESIA ORTODOXA RUSA

 

 

            Antes de entrar en Rusia, el judaísmo penetró en Ucrania, donde adquirió gran fuerza. Las represiones realizadas contra la acción subversiva de los hebreos trajeron por consecuencia que éstos se convirtieran fingidamente al cristianismo en grandes cantidades, primero de la Iglesia Ortodoxa griega y después de la rusa; siendo, como en la catolicidad, los principales propagadores de los movimientos herético revolucionarios en tales Iglesias.

            Sobre uno de los movimientos subversivos que estremeció a la Iglesia y a la cristiandad rusa, la citada obra oficial del judaísmo venimos estudiando, la Enciclopedia Judaica castellana nos informa que la secta fue una propagación de los passagii. Dicha enciclopedia dice textualmente lo siguiente:

            La esencia judía, latente en los `passaggi´, quedó de manifiesto en el desarrollo que su doctrina había de alcanzar entre los `shidovstvuyushtchiye´ (judaizantes) de Rusia en el s. XV. Esa secta, que tuvo su primer apóstol en el judío Shkariya de Kiev y que conquistó incluso a los príncipes y al alto clero moscovitas, creía que Cristo aún no había aparecido y que si apareciera, no lo haría como Hijo de Dios, en sustancia, sino a través de sus actos benéficos, `como Moisés y los Profetas´” (295).

            Como podrá verse, esta secta se propagó por el mundo católico y después fue introducida por un judío dentro de la Iglesia Ortodoxa rusa; otras, en cambio, como los cátaros, nacieron al parecer en tierras del Imperio Bizantino y se propagaron a la catolicidad. La gravedad de la crisis puede apreciarse con la confirmación hecha por el judaísmo a través de su enciclopedia citada, de que la herejía judaizante fundada por un hebreo, conquistó en gran parte el alto clero moscovita en pleno siglo XV, es decir, hace más o menos quinientos años.

            También en el vocablo Rusia del tomo IX de la “Enciclopedia Judaica Castellana”, se hace mención de este poderoso movimiento herético, diciendo que la versión eclesiástica: “...lo atribuye a influjo directo de predicadores judíos...” y que otras fuentes “...tienden a relacionarlo con las sectas `sabatarias´, muy esparcidas en el sur y el este de Europa en la era de la reforma...” de las cuales afirma dicha enciclopedia judaica, que tenían “...nexos indiscutibles con el judaísmo”.

            Cita luego esta obra fundamental de la sinagoga lo que dice Simón Dubnow al respecto:

            Durante el mismo período surgió en Moscú, como resultado de una propaganda secreta del judaísmo, un movimiento religioso, conocido con el nombre de `herejía judaizante´. De acuerdo con los cronistas rusos, el iniciador de esa herejía fue el docto judío Sjaria (Zejarya), que junto con algunos correligionarios, había emigrado de Kiev a la vieja ciudad rusa de Novgorod. Aprovechando la inquietud religiosa que por entonces imperaba en Novgorod, una nueva secta, la de los `strigolniki´ (llamada así por su fundador, Carp Strigolnik) había hecho aparición en la ciudad, donde proclamó la derogación de los ritos cristianos y aún negó la divinidad de Cristo. Zejarya se acercó a varios representantes del clero ortodoxo, y logró convertirlos al judaísmo. Los adalides de la apostasía de Novgorod, los sacerdotes Denis y Aleksei, se trasladaron en 1490 a Moscú y convirtieron allí a gran número de greco-ortodoxos, algunos de los que se sometieron incluso al rito de la circuncisión. Pronto, la `herejía judaizante´ se atrincheró entre la nobleza de Moscú y en los círculos cortesanos. Entre sus adictos figuró Helena, nuera del gran duque.

            Henadio, arzobispo de Novgorod, denunció la peligrosa propagación de la `herejía judaizante´ hizo valientes esfuerzos por extirparla en su diócesis. En Moscú, la lucha contra la nueva doctrina resultó en extremo difícil. Mas también allí se logró, finalmente, contenerla merced a la vigorosa acción de Henadio y de otros fanáticos de la ortodoxia. Por decisión del concilio eclesiástico de 1504, respaldada por las órdenes de Iván II, los principales apóstatas fueron quemados vivos y sus partidarios encarcelados o recluidos en conventos. Como resultado de esas medidas, la `herejía judaizante´ dejó de existir...”.

            La enciclopedia judía referida termina con este muy interesante comentario:

            “Las tendencias judaizantes, sin embargo, no desaparecieron nunca entre el pueblo ruso y ocasionalmente se manifestaron, siglos más tarde, en forma que alarmaría al gobierno imperial” (296).

            La quinta columna judía en la Iglesia Ortodoxa rusa se fue fortaleciendo después con las sucesivas conversiones simuladas de los hebreos al cristianismo ruso. En el siglo XVII hubo grandes conversiones aparentes de hebreos, que fingiendo ser buenos cristianos, en el fondo de su corazón y en secreto seguían siendo hebreos y odiaban a la Rusia tradicional.

            A estos judíos subterráneos se les conoció con el nombre de los “shobatnik”. Se han hecho varios estudios sobre ellos, entre los que se puede citar el del destacado dirigente del judaísmo, distinguido Chacham Joseph Israel Benjamín, que hizo una compilación de hechos históricos con relación a los shobatnik y la publicó en Tlemcen, Argelia, bajo el título de “Four Years War of the Poles against the Russians and Tartars 1648-1652”.

            El Zar Nicolás I quiso solucionar el problema judío recurriendo al trágico error de presionar a los hebreos para que se convirtieran al cristianismo, con el desastroso resultado de que las conversiones en su inmensa mayoría fueron fingidas, siguiendo los israelitas la práctica pública de un cristianismo insincero, mientras que en secreto seguían siendo tan judíos como antes y hacían ordenar de popes a sus hijos, infiltrándolos en las jerarquías del clero ortodoxo, al igual que lo hacían sus hermanos criptojudíos en los cleros católico y protestante.

            Es justo reconocer, sin embargo, que tanto los zares como la Iglesia Ortodoxa y el pueblo ruso se resistieron todo lo que pudieron a la entrada de los hebreos en Rusia, los cuales inicialmente se introdujeron en forma clandestina desde Ucrania, cubiertos con la máscara del cristianismo. Y aunque después lo hicieron en grandes masas, sobre todo a partir del momento en que Rusia conquistó gran parte de Polonia, la Iglesia Ortodoxa, el Estado y el pueblo siguieron luchando heroicamente contra las comunidades hebreas que llegaron a ser las más numerosas del mundo, hasta que con la ayuda del judaísmo internacional lograron los israelitas triunfar, primero en la revolución de marzo de 1917 y después en la revolución bolchevique de octubre, cuyo triunfo se debió también en forma decisiva al apoyo de la quinta columna judía introducida en la Iglesia Ortodoxa rusa. De otra manera habría sido imposible que un partido comunista tan raquítico, que tenía en un país de más de cien millones de habitantes sólo unos cuantos miles de socios, hubiera podido triunfar tan rápida y fácilmente. Venció porque los quintacolumnistas criptojudíos, adueñados de posiciones clave en el clero ortodoxo y en los partidos y organizaciones derechistas, centristas y de izquierda moderada, sabotearon las defensas de la Rusia tradicional y con malévolas intrigas desprestigiaron y anularon a quienes hubieran podido salvarla. En el momento decisivo, el judío Kerensky y sus cómplices entregaron el poder en manos de la pandilla de criminales hebreos que tiranizan al pueblo ruso, desde entonces hasta ahora.

            En cuanto la pandilla israelita de Lenin impuso en Rusia su dictadura sangrienta, mandó asesinar a arzobispos, obispos, popes y clérigos de toda jerarquía, sinceros en su fe; y los fueron sustituyendo por judíos vestidos de sotana, como lo han denunciado al mundo libre intelectuales salidos de los países dominados por la bestia. Estos judíos comunistas con hábito sacerdotal, acaparan el patriarcado y los obispados de la antigua y heroica Iglesia Ortodoxa rusa, que aunque por desgracia para nosotros los católicos haya secundado el lamentable cisma de Constantinopla, luchó encarnizadamente por salvar a esa nación de caer bajo las garras de la Sinagoga de Satanás.

            En la actualidad, como lo han denunciado a la humanidad libre los obispos exiliados de la auténtica Iglesia Ortodoxa, tanto el Patriarca de Moscú como los demás clérigos, son simplemente agentes comunistas vestidos con ropaje clerical que utilizan la sagrada investidura para hacer propaganda bolchevique con el fin de facilitar en diversas formas el triunfo del comunismo, debilitando las defensas del mundo libre y queriendo engañar a éste con el mito de que el comunismo no persigue a la Iglesia y de que se puede llegar a una convivencia pacífica con el marxismo ateo. Convivencia que como ya sabemos, no tiene más objeto que empujar a la Santa Iglesia Católica a concretar pactos con el Anticristo para desmoralizar y anular la acción de los rusos exiliados y de los patriotas de Polonia, Hungría, Rumanía, Yugoslavia y demás países tiranizados, empeñados en luchar sorda pero tenazmente por liberar a sus naciones del yugo criminal y sangriento de los judíos marxistas. Estos pactos con el demonio acabarían por desmoralizar también a los cristianos de los Estados Unidos, que están haciendo tantos sacrificios, agobiados por los impuestos, para financiar la defensa del mundo libre.

            El pueblo norteamericano, ya muy quebrantado por las traiciones de muchos de sus gobernantes, se acabaría de descorazonar si se da cuenta de que la Santa Iglesia lanza a sus ovejas a las fauces del lobo y pacta con el Diablo.

            Esto es lo que están planeando los judíos y comunistas para el actual Concilio Ecuménico Vaticano II; y según hemos sabido van a emplear con tal fin a los comunistas vestidos de sotana que usurpan las jerarquías de la Iglesia Ortodoxa rusa, así como a ese Consejo Mundial de Iglesias que controla gran parte de los protestantes y que ha sido repetidamente acusado en la prensa de los Estados Unidos, por patriotas también protestantes de ese país, achacándoles traición al protestantismo, a los Estados Unidos y al mundo libre, ya que la política de ese Consejo Mundial de Iglesias ha sido de notoria complicidad con el Kremlin y de traición al mundo libre.

            Con la asistencia de Dios Nuestro Señor a su Santa Iglesia, estamos seguros, hará fracasar una vez más las asechanzas del dragón infernal y de su sinagoga, haciendo que surjan en el santo Concilio nuevos santos como San Atanasio, San Ambrosio, San Juan Crisóstomo o San Bernardo, que en este momento de crisis hagan fracasar los planes siniestros del comunismo judaico y de su quinta columna en el clero, aunque ellos ya canten victoria creyendo asegurado en control del Concilio, en el que afirman que harían aprobar reformas para arruinar definitivamente a la Iglesia y hacer triunfar al comunismo internacional.

            Entre las maniobras que tienen urdidas para preparar la derogación de la bula de excomunión del comunismo y el establecimiento de la convivencia pacífica con el Anticristo, la judería del Kremlin, en combinación con los clérigos quintacolumnistas, tienen planeado que en forma súbita las autoridades soviéticas dejen en libertad a obispos y clérigos que tenían encarcelados durante muchos años, los que serán paseados en triunfo por las calles de Roma; asimismo, piensan enviar felicitaciones a S.S. el Papa y al santo Concilio, por parte de las autoridades comunistas, y otros gestos de amistad que, por lo aparatoso quebrantes la voluntad de los padres del concilio de seguir luchando contra el comunismo, para que den su aprobación a la política de convivencia pacífica que quieren imponer a la Iglesia el judaísmo y sus satélites en el alto clero. Los comunistas son muy buenos comerciantes; desean a cambio de unos cuantos gestos de buena voluntad, que se destruyan las defensas de la Iglesia contra el marxismo y se establezca una convivencia pacífica que no tiene más objeto que retirar a la Santa Iglesia de la lucha contra el comunismo ateo, para que éste pueda dominar más fácilmente al mundo. A cambio de concesiones relativamente de poca monta, quieren obtener ventajas sustanciales que les permitan asegurar para sí la victoria sobre el mundo libre. Si de veras tienen voluntad de hacer las paces con la Santa Iglesia, ¿por qué no suprimen del comunismo su materialismo ateo? ¿Por qué no quitan a las católicas Polonia y Checoslovaquia el yugo de esclavitud que les impusieron, retirando de sus territorios las tropas soviéticas y permitiendo la celebración de elecciones libres? ¿Por qué no suprimen la difusión de propaganda anticristiana y antirreligiosa, destinada a despojar de sus creencias a los fieles cristianos? Lo que quieren es que la Iglesia quede atada prácticamente de pies y manos, dejando que la bestia roja se vaya tragando al mundo entero a cambio de unos cuantos gestos de buena voluntad, que no guardan en lo absoluto proporción con las concesiones que a cambio de ellos se quieren obtener.

            Un culto universitario rumano que huyó de la tiranía comunista para refugiarse en Occidente, nos da un valioso informe sobre la situación actual de la Iglesia Ortodoxa rusa, informe que transcribimos a continuación:

            “Entre los miles de prelados asesinados por los judíos en Rusia, se encuentran:

            1.- El Metropolita Veniamin, de Petrogrado.

            2.- El Obispo Pantelimon, de Polosky.

            3.- El Obispo Nokodim, de Bielgorodsky.

            4.- El Arzobispo Grigory, de Ecaterinenburg.

            5.- El Arzobispo Leontie, de Arkanghelsk.

            6.- El Arzobispo Tihon, de Voronej.

            7.- El Metropolita Wladimir, de Kiew.

            8.- Ek Obispo Mitrofanis, de la provincia de Arkanghelsk.

            9.- El Arzobispo Vasily, de Chernikovsky.

            10. El Obispo Makarie Orlovsky, del Obispado ruso del Norte.

            11.- El Arzobispo Andronik, de Perm.

            12.- El Obispo Ambrozie, de Wiatka.

            13.- El Obispo Ermoghene, de Tobolsk.

            14. El Obispo Grigorie, de Novgorod.

            15.- El Vicario Isidor, de Novgorod.

            16.- El Obispo Pimin, de Turkestán.

            17.- El Obispo Efrem, de Wladivostok.

            18.- El Obispo Laurentius, de Nijinovgorod.

 

            Al igual que las iglesias, han sido cerrados todos los conventos, los seminarios y las imprentas de la Iglesia. Toda la organización eclesiástica ha sido destrozada y prohibido cualquier culto cristiano. La religión (no judía, naturalmente) estaba considerada por los judíos, como había dicho Lenin, como el `opio del pueblo´.

            Después que habían destrozado y asesinado millones y millones de cristianos, los sátrapas judíos de Rusia comunista se encontraron con la necesidad política de reivindicación aparente de la libertad religiosa, capaz de engañar a los pueblo cristianos todavía libres, para aminorar la hostilidad de los cristianos hacia el régimen comunista.

            Los asesinos del Kremlin encontraron al efecto uno de los suyos capaz de interpretar el papel de `Patriarca de Moscú´ y dar la impresión de que la Iglesia ortodoxa rusa había renacido. Este comunista, al cual se le ha puesto barba y sotana, transformándole en `Patriarca´ , NO ES CRISTIANO. El `Patriarca´ Alexei de Moscú se llama en realidad Rubin. ES UN JUDÍO DE ODESSA (Ucrania) y su familia era (antes de la revolución) propietaria de una casa de tolerancia en el puerto de Odessa. La actual Iglesia ortodoxa rusa no es otra cosa que un instrumento disfrazado del régimen comunista, y sus representantes en el extranjero, como los obispos rusos ortodoxos de Norteamérica, París y Jerusalén, son miembros del servicio secreto soviético, igual de peligrosos que los espías soviéticos que vienen a Occidente como diplomáticos” (297).

            La exposición de hechos que hemos transcrito de la obra “La Gran Conspiración Judía”, escrita por el universitario rumano Traian Romanescu, nos hace ver claramente cómo los judíos asesinaron primero, en masa, a los obispos verdaderamente cristianos, para luego entregar manu-militari la dirección de la Iglesia Ortodoxa rusa a la quinta columna judía introducida en ella. No es pues extraño que los quintacolumnistas infiltrados en el clero católico puedan entenderse fácilmente con sus hermanos criptojudíos del clero ortodoxo. Los hechos escandalosos que vamos a presenciar en los meses venideros “sólo podrán sorprender a quienes ignoran lo que ocurre tras de bastidores”, usando las felices palabras de Benjamín Disraeli.

 

 

 

 

 

 

 

NOTAS

 

[280] Enciclopedia Judaica Castellana, tomo III, vocablo Cristianismo, p. 226, col. 1.

[281] Rabino Lewis Browne, The Story of the Jews. Londres: Jonathan Cape Ltd., 1926. Cap. XXIX, p. 207.

[282] Rabino Jacob S. Raisin, obra citada, Cap. XVII, p. 455.

[283] Rabino Jacob S. Raisin, obra citada, Cap. XVII, p. 455.

[284] Enciclopedia Judaica Castellana, tomo III, vocablo Cristianismo, pp. 223, 224.

[285] Rabino Louis Israel Newman, obra citada, libro II, p. 229.

[286] Rabino Louis Israel Newman, obra citada, libro II, pp. 237, 238.

[287] Gerson Wolf, Studien sur Jubelfeier der Wiener Universitat (Estudio sobre el jubileo de la Universidad de Viena), edición de Viena, 1865, pp. 22, 23.

[288] Libro de actas de la Facultad de Teología de la Universidad de Viena, MSS. Acta del 10 de enero de 1419.

[289] Enciclopedia Judaica Castellana, tomo III, vocablo Cristianismo, p. 224, col. 2

[290] Enciclopedia Judaica Castellana, tomo III, vocablo Cristianismo, p. 225, col. 1.

[291] Enciclopedia Judaica Castellana, tomo III, vocablo Cristianismo, p. 225, col. 2.

[292] Rabino Louis Israel Newman, obra citada, libro II, p. 255.

[293] Archivos de la Inquisición de Carcasona, citados por Domingo José Vaissette en su Histoire Genérale de Languedoc, viii, Preuves del vol. Iii, c. 987-88.

[294] Anony. tract. de haers. pauper. de Lugd., en Edmundo Martene, v.c. 1794.

[295] Enciclopedia Judaica Castellana, tomo III, vocablo Cristianismo, p. 255, col. I

[296] Enciclopedia Judaica Castellana, tomo IX, vocablo Rusia, pp. 250, 251.

[297] Traian Romanescu, La gran conspiración judía. México, D.F.: Editorial Jus, 1961. pp. 222, 223.