IDENTIDAD CATÓLICA

       

 

            Hace dos mil años.

 

            Tanto tiempo debe haber transcurrido como para que hayamos olvidado nuestra historia y nos dispongamos a entregar de nuevo a Jesucristo a sus enemigos mortales, dentro y fuera de la Iglesia. 

            Estuvimos en las catacumbas y durante dos mil años hemos sido llevados al matadero por los mismos que asesinaron a Dios Hijo, aterrorizados, torturados como bestias y asesinados por decenas de millones a lo largo de la Historia.

            Entonces acusaban a los cristianos de ser los monstruos más grandes de la historia. Asesinos, caníbales, degenerados, infanticidas... Dice el autor latino Minucio Félix en su obra Octavio:

            “Los cristianos fueron acusados de incesto –porque se llamaban hermanos y se amaban antes de conocerse-, de asesinato ritual y canibalismo –por comer el cuerpo y la sangre de un muerto-, de odio a la humanidad...”.

            Creo que no habrá que esforzarse mucho para buscar paralelismos en el siglo XX.

            Se ensañaron con los discípulos como hicieron con el Maestro:

“La sangre de los cristianos no sólo humea en el Coliseo, sino por toda la anchura de la tierra. De todas partes llegan crueles noticias. “En Arabia”, escribe Eusebio, obispo de Cesarea, “se mataba a los cristianos a hachazos. En Capadocia, se les cortaban las piernas. En Mesopotamia, se colgó a algunos de ellos cabeza abajo encima de hogueras que les asfixiaron con sus humos. A los cristianos, a veces, se les corta la nariz, las orejas y la lengua. En Ponto se les introducen cuñas debajo de las uñas o se les vierte plomo derretido en las partes más sensibles del cuerpo”...Ciudades enteras fueron demolidas e incendiadas. Millares de cristianos iban por los caminos de África hacia las horribles minas o se les mandaba a morir a las galeras”. (1)

Tertuliano y Orosio, señalan que: “ante los conatos de persecución hebrea surgida contra los cristianos, el emperador Tiberio hizo publicar un edicto amenazando de muerte a los que acusen a los cristianos”. (2)

            De nuevo Tertuliano lo confirma en dos obras. En “Scorpiase”: “Las sinagogas son los puntos de donde salen las persecuciones de los cristianos” y en “Ad Nationes”: “De los judíos es de donde salen las calumnias contra los cristianos”

            La más importante Historia de la Iglesia escrita en España en el siglo XX, nos refiere lo siguiente:

            “Los judíos fueron los elementos más activos en fomentar el ambiente de odio contra los cristianos, a quienes consideraban como suplantadores de la ley mosaica...

            Esta actividad de los judíos debió ejercer notable influencia, pues nos consta que ya en el tiempo de Nerón gozaban de gran ascendiente en Roma, y es bien sabido que, con ocasión del martirio de San Pedro y San Pablo, algunos insinuaron la idea de que habían muerto por celos de los judíos.

            Existiendo, pues, ese ambiente, azuzado por el odio de los judíos, se concibe fácilmente la persecución de Nerón. Como capaces de toda clase de crímenes, fue fácil señalar a los cristianos como causantes del incendio de Roma. Al pueblo no le costó mucho creerlo”. (3)

            Las matanzas fueron inmensas. Y durante dos mil años nos han asesinado con la misma saña brutal.

            El siglo XX ha sido el siglo del refinamiento y de la matanza en cantidades desconocidas:

 

Durante la dictadura sangrienta de Lenin, la comisión de encuesta de Rohrberg, que entró en Kiev después de la toma de esta ciudad por los voluntarios en agosto de 1919, señala lo siguiente:

            “Todo el suelo de cemento del gran garaje (se trata de la sala de ejecución de la Checa provincial de Kiev) estaba inundado de sangre; y ésta no corría, sino que formaba una capa de algunas pulgadas; era una horrible mezcla de sangre, de sesos, de pedazos de cráneos, de mechones de cabellos y demás restos humanos. Todas las paredes, agujereadas con millares de balas, estaban salpicadas de sangre, y pedazos de sesos y de cuero cabelludo estaban pegados en ellas”.

            “Una zanja de 25 centímetros de ancho por 25 de hondo y de unos 10 metros de largo, iba del centro del garaje a un local próximo, donde había un tubo subterráneo de salida. esa zanja estaba completamente llena de sangre”.

            “De ordinario, inmediatamente después de la matanza, transportaban fuera de la ciudad los cuerpos en camiones, automóviles o en furgones y los enterraban en una fosa común. En un rincón del jardín topamos con otra fosa más antigua que contenía unos ochenta cuerpos; y allí descubrimos en los cuerpos señales de crueldades y mutilaciones, las más diversas e inimaginables. Allí yacían cadáveres destripados; otros tenían varios miembros amputados; algunos estaban descuartizados; y otros los ojos sacados, y la cabeza, la cara, el cuello y el tronco cubiertos de profundas heridas. Más lejos encontramos un cadáver con una cuña clavada en el pecho; y otros no tenían lengua. En un rincón de la fosa descubrimos muchos brazos y piernas separados del tronco” (4).

 

“Las matanzas alcanzaron su apogeo en Crimea, durante la evacuación de las últimas unidades blancas de Wrangel y de los civiles que habían huido ante el avance de los bolcheviques. En algunas semanas, de mediados de noviembre a finales de diciembre de 1920, alrededor de cincuenta mil personas fueron fusiladas o ahorcadas. (53) Un gran número de ejecuciones tuvieron lugar inmediatamente después del embarque de las tropas de Wrangel. En Sebastipol, varios centenares de estibadores fueron fusilados el 26 de noviembre por haber ayudado a la evacuación de los blancos. Los días 28 y 30 de noviembre los Izvestia del comité revolucionario de Sebastopol publicaron dos listas de fusilados. La primera contaba con 1.634 nombres, la segunda con 1.202. A inicios de diciembre, cuando la fiebre de las primeras ejecuciones en masa volvió a descender, las autoridades comenzaron a proceder a elaborar un número de fichas tan completo como fuera posible, dadas las circunstancias de la población de las principales ciudades de Crimea, donde, pensaban, se ocultaban decenas, incluso centenares de millares, de burgueses que procedentes de toda Rusia habían huido hacia sus lugares de veraneo. El 6 de diciembre Lenin declaró ante una asamblea de responsables de Moscú que trescientos mil burgueses habían ido en masa a Crimea. Aseguró que, en un provenir próximo, estos “elementos” que constituían una “reserva de espías y de agentes dispuestos a ayudar al capitalismo” serían “castigados”.(54)

            Los cordones militares que cerraban el istmo de Perekop, única escapatoria terrestre, fueron reforzados. Con la red cerrada, las autoridades ordenaron a cada habitante que se presentara ante la cheka para rellenar un largo formulario de investigación, que implicaba una cincuentena de cuestiones sobre su origen social, su pasado, sus actividades y sus ingresos, pero también su empleo en noviembre de 1920, sobre lo que, sobre lo que pensaba de Polonia, de Wrangel, de los bolcheviques, etc. Sobre la base de estas “encuestas”, la población fue dividida en tres categorías: los que había que fusilar; los que había que enviar a un campo de concentración y los que había que perdonar. Los testimonios de los raros supervivientes, publicados en los diarios de la emigración en 1921, describen Sebastopol, una de las ciudades más duramente golpeadas por la represión, como una “ciudad de ahorcados”. “La perspectiva Najimovsky estaba llena de cadáveres ahorcados de oficiales, de soldados, de civiles, detenidos en las calles. (...) La ciudad estaba muerta, y la población se escondía en cuevas y graneros. Todas las empalizadas, los muros de las casas, los postes de telégrafo y las vitrinas de los almacenes estaban cubiertas de carteles que decían “muerte a los traidores”. (...) Se colgaba en las calles como edificación”. (55)

           

            (53) Estimaciones dadas por S. Melgunov, op. cit., pág. 77; igualmente por fuentes socialistas-revolucionarias de Járkov de mayo de 1921.

            (54) V.I. Lenin, Polnoie Sobranie sochinenii (Obras completas), vol. XLII, pág. 74.

            (55) S. Melgunov, op. cit., pág. 81.” (5)

 

              “...durante la reacción antibolchevique contra el israelita Bela Kun, fueron encontrados cadáveres de frailes amontonados confusamente en unos subterráneos. Los diplomáticos extranjeros, llamados por el pueblo para constatarlo con sus propios ojos han atestiguado que vieron muchos cadáveres de religiosos y religiosas, que tenían clavado en el corazón el crucifijo que solían llevar sobre el pecho”. (6)

                       

 

            “El capellán del Ejército norteamericano, padre Francis Samson:

            “Los soldados rojos que entraron en Berlín, en su mayoría asiáticos, daban la impresión de estar enloquecidos y disparaban en todas direcciones. Habían recibido una ración especial de vodka. Por todas partes remataban a los heridos, asaltaban a los civiles, les robaban o asesinaban; la suerte de las mujeres era infernal, y muchas terminaban siendo muertas; incluso vi a una colgada de los pies, a quien le habían abierto el vientre (...) Cuando llegué a donde un par de días antes se encontraba la hermosa ciudad de Neubrandenburg, me pareció como si estuviera contemplando el fin del mundo y el juicio final”. (7)

 

 

“La víspera del Domingo de Ramos, 24 de marzo de 1945 por la mañana, los rusos, ocuparon Neisse, en la Silesia Alta, ciudad de unos cuarenta mil habitantes. En ella se habrían quedado unos veinte religiosos, doscientas monjas para cuidarse de los ancianos y enfermos y unos dos mil vecinos. Neisse no estaba muy destruido a pesar del sitio y de los bombardeos sufridos durante ocho días. De los edificios de valor artístico sólo resultó destruída por un incendio que ocasionó un bombardeo, la famosa iglesia de Santiago (St. Jakob), en la tarde del 21 de marzo.

            El Ejército ruso invadía como un torrente la ciudad y los soldados penetraban por todas partes. En la casa donde vivían los sacerdotes, quitaron a éstos y a las monjas todos los relojes y objetos de valor, lanzando palabras de amenaza, pidieron el vino de Misa y saquearon la casa entera. No respetaron siquiera el altar, puesto en el sótano, donde se acabó de rezar la última Misa. Llenos de codicia se apoderaron de las custodias y los cálices. Continuamente violaban a las muchachas, mujeres y monjas. Los soldados rojos, con los oficiales delante, formaban largas colas ante sus víctimas. Ya en la primera noche violaron a muchas de ellas hasta cincuenta veces. Las monjas que se defendían eran asesinadas o llegaban a tal agotamiento físico que no tenían fuerzas para defenderse. Echaban a las monjas, al suelo, las pisoteaban sin piedad, les pegaban con la pistola en la cabeza o en el rostro, hasta que llenas de sangre, mutiladas e hinchadas quedaban en el suelo sin conocimiento y en este estado eran víctimas de la barbarie de los rusos, cuya brutalidad era incomprensible para nosotros. Las mismas escenas se repetían en los hospitales y asilos de ancianos y en otros establecimientos similares. Hasta las monjas de 70 y 80 años, que enfermas y paralíticas estaban en la cama, eran violadas y maltratadas por estos hombre brutales. No ocultamente, sino en presencia de todos, hasta en las plazas públicas y en las iglesias, estaban expuestas a las fuerzas más brutales. ¡Madres antes los ojos de sus hijos, muchachas ante los hermanos, monjas ante los jóvenes, hasta cuando estaban a punto de morir o ya muertas! A los sacerdotes que intentaban defender a las monjas, los apartaron violentamente, amenazándoles con la muerte. Ardían, en la ciudad, casa por casa, calles enteras. Primero ardían los sótanos, señal de la intención con la que habían prendido fuego a las casas, como nos enteramos luego por testigos. A un asilo de ancianos dirigido por monjas le prendieron fuego desde el sótano de tal modo que casi todos los asilados murieron presa de las llamas y el humo.” (8)

 

 

            NOTAS:

 

            (1) Wilhelm Hünermann. Historia del Reino de Dios. T. I. Ed. Destino, Barcelona, 1968.

            (2) Tablas cronológicas de Adricomio, citadas en Biblia Scio, Tomo V, p. 562, columna II.

            (3) B. Llorca, R. García-Villoslada y F.J. Montalbán (tres sacerdotes jesuitas), Historia de la Iglesia Católica, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1960. Tomo I, págs. 172 y 173.

(4) S. P. Melgunov, La terreur rouge en Russie: de 1918 a 1923 (El terror rojo en Rusia). Payot, 1927.  p. 161.           

(5) Libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión. Stephane Courtois y otros. Editorial Planeta. Barcelona. 1998.

(6) “La Divina Parola”, 25 abril 1920. Periódico católico italiano.

(7) J. Thornwald, Comenzó en el Vístula.         

(8) El Martirio de los Sacerdotes de Silesia. Editorial Chrift Unterwegs, Munich.

 

 

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