IDENTIDAD CATÓLICA |
EL
ESCENARIO DE LA EVOLUCIÓN HUMANA
En
los capítulos anteriores hemos visto que en la naturaleza no hay ningún
mecanismo que conduzca a la evolución a los seres vivientes y que éstos
pasaron a existir no como resultado de un proceso evolutivo sino que, más bien,
emergieron repentinamente con su actual estructura perfecta. Es decir, fueron
creados individualmente. Por lo tanto, es obvio que la "evolución humana"
es una fábula que nunca tuvo lugar.
¿Qué
es lo que proponen entonces los evolucionistas como fundamento de su teoría?
Dicho
fundamento es la existencia de muchos fósiles, sobre los cuales son capaces de
construir interpretaciones imaginarias. A lo largo de la historia han vivido más
de 6000 especies de monos, la mayoría de las cuales se extinguieron y
constituyen un rico recurso para los evolucionistas. Hoy día viven solamente
120 especies.
Los
evolucionistas describieron el escenario de la evolución humana disponiendo
convenientemente algunos cráneos que se ajustaban a sus propósitos, los
ordenaron de menor a mayor y esparcieron entre ellos algunas calaveras de razas
humanas extintas. Según este escenario, los seres humanos y los monos modernos
tienen ancestros comunes. Esas criaturas ancestrales se desarrollaron con el
tiempo convirtiéndose algunas en los monos de hoy día, mientras que otro grupo
que siguió otra derivación en la evolución se convirtió en los seres humanos
actuales.
Sin
embargo, todos los descubrimientos biológicos anatómicos y paleontológicos
han demostrado que esa pretensión de la evolución es tan ficticia e inválida
como todas las demás. No se ha presentado ninguna evidencia real o cabal que
pruebe que existe una relación entre el mono y el ser humano, excepto, claro
está, las falsificaciones, las distorsiones, los dibujos y las discusiones o
comentarios que inducen al error.
Los
registros fósiles nos indican a lo largo de la historia que los seres humanos
han sido seres humanos y los monos solamente monos. Algunos de los
evolucionistas suponen que son ancestros de los seres humanos, pertenecen a
razas humanas que vivieron hasta hace poco -hasta hace unos diez mil años- y
luego desaparecieron. Además, muchas comunidades humanas de hoy día tienen la
misma apariencia y características físicas que esas razas extintas a las
cuales los evolucionistas suponen ancestros de los seres humanos. Todo esto
sirve como una clara prueba de que el ser humano nunca pasó por un proceso
evolutivo en ningún período de la historia.
Lo
más importante es que hay numerosas diferencias anatómicas entre los monos y
los seres humanos y ninguna de las mismas son del tipo que pasan a existir a lo
largo de un proceso de evolución.
EL
ÁRBOL GENEALÓGICO IMAGINARIO DEL SER HUMANO
Los
darwinistas alegan que los seres humanos modernos han evolucionado a partir de
algún tipo de mono antropomorfo. Se sostiene que durante ese pretendido proceso
evolutivo, el cual habría comenzado hace 4-5 millones de años, existieron
algunas "formas transitorias" entre los seres humanos y sus
ancestros. Según este escenario totalmente imaginario, se registran cuatro
"categorías" básicas:
1.-
Australopitecos.
2.-
Homo habilis.
3.-
Homo erectus.
4.-
Homo sapiens.
Los
evolucionistas llaman al supuesto primer ancestro común de los monos y de los
seres humanos "Australopiteco", término que significa "mono
de Sudáfrica". Los Australopitecos no son otra cosa más que una vieja
especie de monos extinta, la cual comprende varios tipos. Algunos de ellos están
bien constituidos y otros son pequeños y delgados.
A
la etapa siguiente de la evolución humana los evolucionistas la clasificaron
como "homo", es decir, "hombre". Suponen que
los seres vivientes en las serie Homo están más desarrollados que los
Australopitecos y no son muy distintos de los hombres modernos. Se dice que el
ser humano de hoy día, es decir, el Homo sapiens, se ha formado en la última
etapa de la evolución de esta especie.
Fósiles
como el "Hombre de Java", el "Hombre de Pekín"
y "Lucy", que aparecen en los medios de información de vez en
cuando y se encuentran en las publicaciones y libros evolucionistas, se incluyen
en una de las cuatro especies mencionadas al principio. Se asume también que
dichas especies se subdividen en subespecies.
Algunos
candidatos a formas transitorias del pasado en el árbol genealógico, como el Ramapiteco,
tuvieron que ser excluidos de la imaginaria evolución humana después que se
comprendió que se trataba de monos comunes (61).
Para
bosquejar la cadena "Australopiteco - Homo habilis - Homo erectus - Homo
sapiens", los evolucionistas arguyen que cada una de estas especies es
sucesora de la otra. Sin embargo, recientes descubrimientos de paleoantropólogos
han revelado que ciertos segmentos de los humanos clasificados como Homo
erectus han vivido hasta hace muy poco. El Homo sapiens neanderthalense
y el Homo sapiens sapiens (el ser humano moderno) coexistieron en la
misma región. Esta situación indica aparentemente la invalidez del supuesto
que uno es ancestro del otro.
Intrínsecamente,
todos los descubrimientos e investigaciones científicas han revelado que los
registros fósiles no sugieren un proceso evolutivo como el planteado por los
evolucionistas. Los fósiles que los evolucionistas suponen son los ancestros de
los seres humanos, en realidad pertenecen a distintas razas humanas o, en su
defecto, a especies de monos. Entonces, ¿cuáles fósiles son de humanos y cuáles
de monos? ¿Es posible que cualquiera de ellos sea considerado forma
transitoria? Con el objeto de responder a estas preguntas veamos de modo más
ajustado cada categoría.
AUSTRALOPITECOS:
UNA ESPECIE DE MONOS
Australopiteco,
que es la primera categoría, significa "mono del sur". Se
asume que estas criaturas aparecieron primero en Africa, hace unos 4 millones de
años. Entre ellos hay distintas clases. Los evolucionistas suponen que la
especie Australopiteco más vieja es el Australopiteco Afarensis. Después le
sigue el Australopiteco Africanus, que tiene huesos más delgados, y a
continuación viene el Australopiteco Robustus, el cual tiene huesos
relativamente más grandes. El llamado Australopiteco Boisei es aceptado por
algunos investigadores como una especie distinta mientras que otros lo
consideran una subespecie de Australopiteco Robustus.
Todas
las clases de Australopiteco son de monos extintos que se asemejan a los monos
actuales. Sus volúmenes craneales son iguales o más pequeños que el de los
chimpancés actuales. En manos y pies tienen salientes que usaban para trepar a
los árboles al igual que los chimpancés de hoy día, y sus pies son hábiles
para prenderse y mantenerse en las ramas de los árboles. Son de escasa altura
(1,30 m. aproximadamente) y al igual que los actuales chimpancés los machos son
más grandes que las hembras. Muchas características, como las particularidades
en los cráneos, la cercanía de ambos ojos, el molar agudo, la estructura
maxilar, los brazos largos, las piernas cortas, son evidencias de que no diferían
para nada de los monos de hoy día.
Los
evolucionistas suponen que aunque los Australopitecos tienen la anatomía de un
mono, se diferenciaban de éstos al caminar erguidos como los humanos.
Esta
suposición de un "caminar erguido" es algo que ha sido
sostenido por paleoantropólogos como Richard Leakey y Donald C. Johnson durante
decenios. No obstante muchos científicos estudiaron profundamente las
estructuras de los esqueletos de los Australopitecos y probaron la invalidez de
ese argumento. Dos anatomistas mundialmente conocidos, Lord Solly Zuckerman de
Inglaterra y el Profesor Charles Oxnard de Norteamérica, realizaron prolongadas
investigaciones sobre varios ejemplares de Australopitecos y han hecho ver que
los mismos no eran bípedos y que se movían prácticamente como los monos de
hoy día. Después que Lord Zuckerman y su equipo de especialistas estudiaron
los huesos de los fósiles durante 15 años, con la ayuda del gobierno británico,
llegaron a la conclusión que el Australopiteco era solamente una especie de
mono común y que, de modo concluyente, no era bípedo. Hay que tener en cuenta
que Lord Zuckerman era evolucionista (62). Charles E. Oxnard, otro evolucionista
conocido por sus investigaciones sobre el tema, también vinculó la estructura
del esqueleto de los Australopitecos con los modernos orangutanes (63).
Finalmente, en 1994 un equipo de la Universidad de Liverpool en Inglaterra
acometió una amplia investigación para llegar a una conclusión definida:
sacaron en limpio que "el Australopiteco
era cuadrúpedo" (64).
Para
decirlo con otras palabras, los Australopitecos no tienen ningún vínculo con
los humanos y se trata simplemente de una especie de monos extinta.
HOMO
HABILIS: EL MONO QUE FUE PRESENTADO COMO SER HUMANO
La
gran similitud entre las estructuras del cráneo y del esqueleto de los
Australopitecos y los chimpancés, y la refutación de la pretensión de que los
primeros caminaban erguidos, provocó grandes inconvenientes a los paleoantropólogos
evolucionistas. La razón de ello está en que de acuerdo al esquema
evolucionista imaginario el Homo erectus viene a aparecer a continuación del
Australopiteco. Como el prefijo "homo" significa "humano",
ello implica que el Homo erectus es una clase humana y por lo tanto su esqueleto
debe ser erguido. El volumen craneal de éste es dos veces más grande que el de
los Australopitecos. Una transición de éstos -que se asemejan a los chimpancés-
al Homo erectus, que posee un esqueleto sin ninguna diferencia con el ser humano
moderno, es algo imposible y fuera de discusión, incluso para la teoría de la
evolución. Por lo tanto hacen falta los "vínculos" o "formas
transitorias". El concepto de Homo habilis surge de dicha necesidad.
La
clasificación de Homo habilis fue presentada en el decenio de 1960 por
toda la familia Leakey, "cazadora de fósiles". De acuerdo a
los Leakey, esta nueva especie que clasificaron como Homo habilis, tenía una
capacidad craneal relativamente grande así como la disposición para caminar
erguida y usar herramientas de madera y de piedra. Por lo tanto podía haber
sido el ancestro del hombre.
Nuevos
fósiles de la misma especie desenterrados a finales del decenio de 1980 hizo
cambiar la perspectiva anterior. Algunos investigadores como Beranrd Wood y C.
Loring Brace, quienes se basaron en los fósiles recién hallados, dijeron que
el Homo habilis, que significa "hombre capaz de usar herramientas",
debería ser clasificado como Australopiteco habilis, que significa "mono
de Sudáfrica capaz de usar herramientas", porque el Homo habilis tenía
un montón de características en común con los monos llamados
Australopitecinos. Tenían brazos largos, piernas cortas y una estructura del
esqueleto parecida a la de los Australopitecinos. Los dedos de las manos y de
los pies eran apropiados para trepar. La estructura maxilar resultaba muy
similar a la de los monos actuales. Los 550 cc de volumen craneal era el mejor
indicio de que se trataba de monos. En resumen, el Homo habilis, que fue
presentado como una especie distinta por algunos evolucionistas, en realidad era
una especie de mono igual a otra de los Australopitecinos.
Investigaciones llevadas a cabo en los años siguientes demostraron que el Homo habilis no tenía ninguna diferencia con los Australopitecinos. El cráneo y el esqueleto fósiles OH62 encontrados por Tim White, mostraban que esta especie tenía un volumen craneal pequeño, brazos largos y piernas cortas que le permitían trepar a los árboles igual que los monos actuales.
El
análisis detallado conducido por la antropóloga norteamericana Holly Smith en
1994, indicaba que el Homo habilis no era "homo" o, dicho con otras
palabras, no era "humano" sino "mono". Smith dijo lo
siguiente acerca del análisis realizado sobre los dientes de los
Australopitecos, de los Homo habilis, de los Homo erectus y de los Homo
neanderthales: "Análisis
circunscritos (a la dentadura) de ejemplares de fósiles, exhiben pautas de su
desarrollo en los gráciles Australopitecos y Homo habilis que los coloca en la
clasificación de los monos africanos. Los mismos análisis en los Homo erectus
y Neanderthales clasifica a éstos con los humanos"
(65).
Ese
mismo año, Fred Spoor, Bernard Wood y Frans Zooneveld, todos especialistas en
anatomía, llegaron a las mismas conclusiones a través de un método totalmente
distinto que se basaba en el análisis comparativo de los canales semicirculares
del oído interno de los humanos y de los monos. Dichos canales hacen al
equilibrio. Los canales de los humanos, que caminan erguidos, diferían
considerablemente del de los monos, que caminaban inclinados hacia delante. Los
canales del oído interno de todos los Australopitecos y ejemplares de Homo
habilis analizados por Spoon, Wood y Zooneveld, eran iguales a los de los monos
modernos. Los canales del oído interno de los Homo erectus eran iguales a los
del hombre moderno (66).
Este
descubrimiento conlleva dos conclusiones importantes:
1.-
Los fósiles del Homo habilis no pertenecían en realidad a la clase
"homo", es decir, a la clase humana, sino a la clase de los
Australopitecinos, es decir, a la de los monos.
2.-
Los Homo habilis como los Australopitecinos fueron vivientes que caminaban
inclinados y a zancadas, por lo que sus esqueletos eran de mono. No tenían
relación de ningún tipo con los humanos.
HOMO
RUDOLFENSIS: UNA CARA MAL ENSAMBLADA
El
término Homo Rudolfensis es el nombre dado a unos pocos fragmentos fósiles
desenterrados en 1972. Se los llamó así porque fueron encontrados cerca del río
Rudolf en Kenya. La mayoría de los antropólogos aceptan que dichos fósiles no
pertenecían a una especie distinta a la del Homo habilis.
Richard
Leakey, quien desenterró los fragmentos, presentó el cráneo -al que se
denominó "KNM-ER 1470" y se le consideró una edad de 2,8
millones de años- y dijo que era el más grande descubrimiento en la historia
de la antropología, con un efecto arrollador. Según Leakey, este ser que tenía
un volumen craneal pequeño como el Australopiteco y no obstante rostro humano,
era el eslabón perdido entre el Australopiteco y el ser humano. Así y todo,
poco tiempo después se iba a comprender que el rostro tipo humano del cráneo
KNM-ER 1470 que apareció frecuentemente en la tapa de las revistas científicas,
era el resultado de un ensamblado anormal de los fragmentos hallados, cosa que
pudo ser deliberada. El profesor Tim Bromage, quien hizo estudios sobre la
anatomía del rostro, subrayó este hecho que descubrió con la ayuda de
simulación por computadora en 1992: "Cuando
(el KNM-ER 1470) fue reconstruido por primera vez, la frente fue ajustada al cráneo
en una posición casi vertical, de manera muy parecida a la que exhiben los
rostros planos humanos modernos. Pero estudios recientes de las relaciones anatómicas
muestran que en vida el rostro debe haber sobresalido considerablemente, dándole
un aspecto de mono, como los rostros de los Australopitecos"
(67).
El paleoantropólogo evolucionista J. E. Cronin dice lo siguiente al respecto: "… su rostro vigoroso, la clivus naso-alveolar achatada (recordando los rostros cóncavos de los australopitecinos), la reducida amplitud craneal máxima (en los temporales), el canino pronunciado y los grandes molares (como lo indican los restos de las raíces), son todos rasgos relativamente primitivos que emparentan (coligan) el ejemplar con miembros del taxon Australopiteco africanus" (68).
C. Lorng Brace de la Universidad de Michigan llegó a la misma conclusión como resultado de los análisis que hizo sobre la estructura maxilar y de los dientes del cráneo 1470 y dijo que "el tamaño del maxilar y la parte que contenía los molares exhibían que ER 1470 tenía exactamente el rostro y dientes del Australopiteco" (69).
El profesor Alan Walker, paleoantropólogo de la Universidad John Hopkins, quien había investigado tanto como Leakey, mantiene que este viviente no debería ser clasificado como "homo" -en referencia al Homo habilis o al Homo rudolfensis- sino que, por el contrario, se debe incluirlo entre los miembros de la especie Australopiteco (70).
En
resumen, las calificaciones como Homo habilis u Homo rudolfensis, presentadas
como vínculos transitorios entre los Australopitecinos y el Homo erectus, son
totalmente imaginarias. Como ha sido confirmado por muchos investigadores en la
actualidad, esos seres vivientes son miembros de la serie Australopiteco. Todos
sus rasgos anatómicos revelan que ambas son especies de monos.
A
continuación de esas criaturas, cada una de ellas una especie de mono, vienen
los fósiles "homo", que son fósiles humanos.
HOMO
ERECTUS Y LO QUE SIGUE: LOS REALES SERES HUMANOS
Según
el caprichoso esquema de los evolucionistas, la evolución de la especie Homo es
la siguiente: Primero, el Homo erectus; luego el Homo sapiens arcaico y el
Hombre de Neanderthal; más tarde el Hombre de Cro-Magnon y finalmente el hombre
moderno. De todos modos ese tipo de clasificaciones incluyen en realidad razas
humanas originales (no especies distintas). La diferencia entre ellos no es más
grande que la diferencia entre un esquimal y un negro o un pigmeo y un europeo.
Examinemos
primero el Homo erectus, al que se refieren como la especie humana más
primitiva. El término "erectus" en "Homo erectus" significa
"hombre que camina erguido". Los evolucionistas han tenido que separar
a esos hombres de los anteriores agregándole la cualidad de
"erectos", porque todos los fósiles Homo erectus disponibles están
erguidos en un grado no observado en ninguna de las especies Australopitecinos u
Homo habilis. No hay ninguna diferencia entre el esqueleto del ser humano
moderno y el Homo erectus.
La
razón primaria para que los evolucionistas definan al Homo erectus como
"primitivo" es el volumen del cráneo (900-1000 cc) -más pequeño que
el promedio de los seres humanos modernos- y la saliente del arco superciliar.
Sin embargo, mucha gente que vive hoy día tiene el mismo volumen craneal que el
Homo erectus (por ejemplo, los pigmeos), y también hay razas con el arco
superciliar saliente (por ejemplo, los aborígenes australianos).
Hay
un acuerdo general en que las diferencias en los volúmenes craneales no denota
necesariamente diferencias en la inteligencia o en las capacidades. La
inteligencia depende de la organización interna del cerebro antes que de su
volumen (71).
Los
fósiles que han hecho conocido en el mundo al Homo erectus son los del Hombre
de Pekín y Hombre de Java encontrados en el Asia. De todos modos, se comprendió
con el tiempo que ambos fósiles no eran dignos de confianza. El Hombre de Pekín
consistía de algunos elementos hechos de yeso, cuyos originales se perdieron.
El Hombre de Java estaba "compuesto" de un fragmento de cráneo y un
hueso de la pelvis encontrado a unos metros más lejos del primero, sin ningún
indicio que perteneciesen al mismo ser viviente. A eso se debe que los fósiles
de Homo erectus encontrados en África ganaron una importancia creciente (Debería
tenerse en cuenta que algunos de los fósiles que se dijo eran Homo erectus,
algunos evolucionistas los incluyeron bajo una segunda clase llamada "Homo
ergaster". Entre ellos hay desacuerdos al respecto. Nosotros trataremos
a todos estos fósiles bajo la clasificación de Homo erectus).
La
clase más conocida de Homo erectus encontrada en el Africa es el fósil "Narikotome
homo erectus" o "Muchacho de Turkana", que fue
encontrado cerca del Lago Turkama en Kenya. Se confirmó que este fósil era de
un muchacho de 12 años que habría tenido una altura de 1,83 mts. en la
adolescencia. La estructura vertical del esqueleto fósil no se diferencia en
nada de la del hombre moderno. El paleontólogo norteamericano Alan Walker dijo
respecto al mismo que dudaba que "el
término medio de los patólogos pudiesen decir cuáles eran las diferencias
entre ese esqueleto fósil y el esqueleto del humano moderno"
(72). Respecto al cráneo, dijo Walker que "se
lo veía igual a un Neanderthal"
(73). Como veremos en el próximo capítulo, los Neanderthal son una raza humana
moderna. Por lo tanto el Homo erectus también es una raza humana moderna.
Incluso
el evolucionista Richard Leakey dice que las diferencias entre el Homo erectus y
el hombre moderno no son más que variaciones raciales: "Uno
debería ver también las diferencias en las formas del cráneo, en el grado de
protrusión del rostro, en el vigor de las cejas, etc.. Estas diferencias
probablemente no son más pronunciadas que las que vemos hoy día entre las
razas humanas alejadas geográficamente. Tales variaciones biológicas surgen
cuando las poblaciones están apartadas geográficamente por una cantidad de
tiempo significativa"
(74).
El
Profesor William Laughlin de la Universidad de Connecticut realizó extensos exámenes
anatómicos sobre los esquimales y la gente que vive en las Islas Aleutianas y
advirtió que la misma era extraordinariamente similar al Homo erectus. Laughlin
concluyó que todas esas razas, realidad, eran distintas variedades de Homo
sapiens (hombre moderno).
Cuando consideramos las vastas diferencias que existen entre grupos muy alejados como los esquimales y los bosquimanos que pertenecen a la misma especie de Homo sapiens, parece justificable concluir que el sinantropo (una clase de erectus) se incluye en esa misma variedad (75).
Por
otra parte, hay un gran vacío entre el Homo erectus, una raza humana, y los
monos que le antecedieron en el escenario de la "evolución humana"
(Australopiteco, Homo habilis, Homo rudolfensis). Esto significa que los
primeros hombres aparecieron en los registros fósiles de modo repentino e
inmediato sin ninguna historia evolutiva. No puede haber ningún indicio más
claro de que fueron creados.
No
obstante, admitir este hecho va totalmente contra la filosofía dogmática y la
ideología de los evolucionistas. En consecuencia, intentan retratar al Homo
erectus, verdaderamente una raza humana, como una raza medio simiesca. En sus
reconstrucciones del Homo erectus lo dibujaron porfiadamente con rasgos
simiescos. Por otra parte, con métodos similares de dibujo, humanizaron a monos
como el Australopiteco o el Homo habilis. Con ese procedimiento buscan
"aproximar" los monos y los seres humanos y cerrar al hueco entre esas
dos clases distintas de vivientes.
NEANDERTHALES:
UNA RAZA HUMANA VIGOROSA
Los
Neanderthales son seres humanos que aparecieron repentinamente hace 100 mil años
en Europa y fueron asimilados, mezclándose con otras razas, o desaparecieron
silenciosa pero rápidamente hace 35 mil años. La única diferencia que tenían
con el ser humano moderno estaba en el esqueleto, pues el de ellos era más
vigoroso, con un volumen craneal levemente más grande.
Los
Neanderthales son una raza humana, hecho que es admitido hoy día prácticamente
por todos. Los evolucionistas se esforzaron al máximo por presentarlos como
"una especie primitiva", aunque todos los descubrimientos indican que
no diferían en nada de un ser humano "robusto" que camine por la
calle actualmente. Una autoridad prominente en la materia, Erik Trinkaus,
paleoantropólogo de la Universidad de Nueva Méjico, escribe: "Comparaciones
detalladas de los esqueletos del Neanderthal y del ser humano moderno han
expuesto que no hay nada en la anatomía del primero que indique de manera
concluyente capacidades locomotoras, de manipulación, intelectual o lingüística
inferiores que la del segundo"
(76).
Muchos investigadores contemporáneos definen al hombre de Neanderthal como una subespecie del ser humano moderno y lo llaman "Homo sapiens neanderthalensis". Los descubrimientos testifican que enterraban a sus muertos, modelaban instrumentos musicales y tenían afinidad cultural con los Homo sapiens sapiens que vivían en el mismo período. Para expresarlo con precisión, los Neanderthal son una raza humana "vigorosa" que simplemente desapareció con el tiempo.
HOMO
SAPIENS ARCAICO: HOMO HEILDERBERGENSIS Y EL HOMBRE DE CRO-MAGNON
El
Homo sapiens arcaico es el último paso antes del ser humano contemporáneo en
el esquema evolucionista imaginario. En realidad, los evolucionistas no tienen
mucho que decir acerca de esos seres humanos dado que las diferencias entre
aquellos y los modernos son mínimas. Incluso algunos investigadores dicen que aún
viven representantes de esa raza y señalan a los aborígenes de Australia como
un ejemplo. Como el Homo sapiens, esos aborígenes también tiene una gruesa
saliente en las cejas, una estructura maxilar inclinada hacia adentro y un
volumen craneal levemente más pequeño. Además, descubrimientos significativos
sugieren que esas personas vivían en Hungría y en algunas aldeas de Italia
hasta no hace mucho.
El
grupo caracterizado como Homo heilderbergensis en la literatura
evolucionista es en realidad igual que el Homo sapiens arcaico. La razón por la
que se usan dos términos distintos para definir la misma raza humana reside en
las diferencias conceptuales entre los evolucionistas. Todos los fósiles
incluidos bajo la clasificación Homo heilderbergensis sugieren que las
personas que resultaban anatómicamente muy similares a los europeos modernos,
vivieron 500 mil e incluso 740 mil años antes, primero en Inglaterra y después
en España.
Se
estima que el Hombre de Cro-Magnon vivió hace 30 mil años. Tenía el cráneo
abovedado, la frente ancha, el volumen craneal de 1600 cc -por encima del
promedio del ser humano contemporáneo-, gruesas salientes en las cejas y una
protrusión ósea en la espalda, característica ésta tanto del Neanderthal
como del Homo erectus.
Aunque
al Hombre de Cro-Magnon se lo considera una raza europea, la estructura y
volumen del cráneo se ven mucho más como los de algunas razas que viven
actualmente en el Africa y en los trópicos. Apoyándose en esta similitud, se
estima que el Cro-Magnon era una raza africana arcaica. Otros descubrimientos en
el campo de la paleoantropología han señalado que los Cro-Magnon y los
Neanderthal se mezclaron entre sí y pusieron el fundamento para las razas
actuales. Además, hoy día, se acepta que representantes de la raza Cro-Magnon
viven aún en distintas regiones de Africa y en las regiones francesas de Salute
y Dordogne. Gente que tiene características similares se observa también
actualmente en Polonia y en Hungría.
ESPECIES
QUE VIVIERON EN LA MISMA ÉPOCA QUE SUS ANCESTROS
Lo
que investigamos hasta ahora, según nuestra forma de ver, nos modela una
resultante muy clara: el escenario de la "evolución humana"
resulta una mentira total. Para que exista un árbol genealógico así, debería
haber ocurrido una evolución gradual desde el mono al ser humano y se tendrían
que haber encontrado los registros fósiles de este proceso. Sin embargo, hay un
gran vacío entre los monos y los seres humanos. Las estructuras de los
esqueletos, los volúmenes craneales y criterios como el de caminar erguido o
inclinado, indican diferencias definidas entre los seres humanos y los monos.
(Mencionamos antes que en función de una investigación realizada en 1994 sobre
el equilibrio y los canales del oído interno, el Australopiteco y el Homo
habilis fueron clasificados como monos, mientras que el Homo erectus fue
clasificado como humano).
La
prueba de que no puede haber ningún árbol genealógico entre esas especies
diferentes es el haberse descubierto que las especies que son presentadas como
ancestros una de otra, en realidad coexistieron. Si, como pretenden los
evolucionistas, el Australopiteco se convirtió en Homo habilis, y éste a su
vez se convirtió en Homo erectus, deberían haber vivido en eras correlativas.
Sin embargo, no existe ese orden cronológico.
De
acuerdo a las estimaciones de los evolucionistas, los Australopitecos vivieron
desde hace 4 millones de años hasta hace 1 millón de años. Seres clasificados
como Homo habilis, por otra parte, se piensa que han vivido hasta hace 1,7-1,9
millones de años. ¡El Homo rudolfensis, que se dice ha sido más
"avanzado" que el Homo habilis, se sabe que tiene 2,5-2,8 millones de
años! Es decir, el Homo rudolfensis es aproximadamente un millón de años más
antiguo que el Homo habilis, su "ancestro". Por otra parte, se calcula
que el Homo erectus se presenta hace 1,6-1,8 millones de años, lo cual
significa que esta clase apareció sobre la Tierra en el mismo período que
aquel que es considerado su ancestro, el Homo habilis.
Alan Walker confirma este hecho al decir que "hay
evidencias en el Africa oriental de la existencia de individuos Australopitecos
pequeños y tardíos, contemporáneos primero con el Homo habilis y luego con el
Homo erectus" (77). Louis Leakey ha
encontrado fósiles de Australopitecos, Homo habilis y Homo erectus muy cerca
entre sí en la región Olduvai Gorge, en el II estrato del yacimiento(78).
Lo más seguro es que no existe ningún árbol genealógico entre ellos. Un
paleontólogo de la Universidad de Harvard, Stephen Jay Gould, explica este
desacuerdo insuperable de la evolución, aunque él mismo es evolucionista: "¿En
qué queda nuestra escala si coexisten tres linajes de homínidos (el
Australopiteco africanus, el fornido Australopiteco y el Homo habilis) sin que
ninguno de ellos derive claramente del otro? Además, ninguno de los tres pone
de manifiesto alguna inclinación evolucionista durante su estadía en la
superficie terrestre" (79).
Cuando pasamos del Homo erectus al Homo sapiens, vemos de nuevo que no hay ningún
árbol genealógico del que hablar. Existen evidencias que indican que el Homo
erectus y el Homo sapiens arcaico continuaron viviendo hasta hace unos 27 mil años
y 10 mil años respectivamente. En el pantano Kow de Australia se encontraron cráneos
de Homo erectus de hace unos 13 mil años. En la Isla de Java se encontró un cráneo
de Homo erectus que tenía 27 mil años (80).
LA HISTORIA SECRETA DEL HOMO SAPIENS
El hecho más interesante y significativo que anula la propia base del árbol
genealógico imaginario de la teoría de la evolución es la irrecusable
historia antigua del ser humano moderno. Los datos de la paleoantropología
revelan que el Homo sapiens, que se parecía exactamente a nosotros, vivió en
el entorno de hace un millón de años.
Fue Louis Leakey, el conocido paleoantropólogo evolucionista, el descubridor de
los primeros elementos en la materia. En 1932, en la región de Kanjera, cerca
del Lago Victoria en Kenya, encontró varios fósiles que pertenecían a la Época
del Pleistoceno medio, los cuales no tenían ninguna diferencia con el ser
humano moderno. Y esa Época significa un millón de años atrás(81). Dado que
este descubrimiento puso al árbol genealógico evolutivo patas para arriba, fue
despreciado por algunos paleoantropólogos evolucionistas. No obstante Leakey
siempre sostuvo que sus estimaciones resultaban correctas.
Cuando esta controversia estaba por ser olvidada, un fósil desenterrado en España
en 1995 reveló de una manera notoria que la historia del Homo sapiens era mucho
más antigua que la asumida. El fósil en cuestión fue descubierto en una cueva
llamada Gran Dolina en la región de Atapuerca (Burgos) por tres paleoantropólogos
españoles de la Universidad de Madrid. El fósil pertenecía a la cara de un
muchacho de 11 años y se presentaba totalmente como la de los seres humanos
modernos. Se calculó que había muerto hacía 800 mil años. La revista "Discover"
presentó la historia pormenorizada en su número de Diciembre de 1997. El fósil
hizo vacilar las convicciones de Ferreras, director de las excavaciones de Gran
Dolina, quien dijo: "Esperábamos algo
grande, algo voluminoso, algo pomposo… ustedes saben, algo 'primitivo'.
Nuestra probabilidad de encontrar un muchacho de 800 mil años era la de hallar
algo como el Niño de Turkana. Y lo que encontramos fue una cara totalmente
moderna… Para mi esto es lo más espectacular.. Este es el tipo de cosas que
te hacen vacilar, (es decir), el descubrimiento de algo totalmente inesperado
como esto. No me refiero al descubrimiento de fósiles; que también es algo
inesperado y bueno. Lo más espectacular es encontrar en el pasado algo que
pensabas pertenecía al presente. Es algo así como encontrar… una cinta de
grabación magnética en Gran Dolina. Sería muy sorprendente. No contamos con
encontrar cassetes y cintas de grabar en el Pleistoceno Inferior. Descubrir una
cara moderna allí es lo mismo. Nos sorprendimos mucho cuando la vimos"
(82).
El fósil puso de relieve que la historia del Homo sapiens tenía que extenderse
hacia atrás 800 mil años. Después de recuperarse de la impresión inicial,
los evolucionistas que descubrieron el fósil decidieron que pertenecía a una
especie diferente porque según el árbol genealógico evolutivo hace 800 mil años
no existía ningún Homo sapiens. Por lo tanto construyeron una especie
imaginaria llamada el "ancestro del Homo" e incluyeron el cráneo de
Atapuerca bajo esa clasificación.
¡UNA CHOZA DE HACE 1.700.000 AÑOS Y PISADAS DE UN SER HUMANO MODERNO DE
3.700.000 DE AÑOS DE ANTIGÜEDAD!
Ha habido muchos descubrimientos que datan al Homo sapiens incluso con
anterioridad a los 800 mil años. Uno de esos descubrimientos fue el hecho por
Louis Leakley a principios de 1970 en Olduvai Gorge. Allí, en el segundo
estrato del yacimiento, descubrió que hubo una coexistencia entre las especies
Australopiteco. Homo habilis y Homo erectus. Pero resultó más interesante una
estructura que encontró en el mismo yacimiento y estrato: los restos de una
choza de piedra. El aspecto llamativo era que dicha construcción, que aún se
usa en algunas partes del África, ¡podía ser erigida solamente por el Homo
sapiens! De ese modo, de acuerdo con el descubrimiento de Leakey, el
Australopiteco, el Homo habilis, el Homo erectus y el ser humano moderno deben
haber coexistido hace aproximadamente 1,7 millones de años(83). Este hallazgo
seguramente debe invalidar la teoría de la evolución que pretende que el ser
humano evolucionó desde alguna especie de mono como el Australopiteco.
En realidad, algunos otros descubrimientos también remontan los orígenes del
ser humano a 1,7 millones de años. Uno de ellos constituye las pisadas humanas
en Laetoli (Tanzania) encontradas por Mary Leakey en 1977. Se calculó en 3,6
millones de años de antigüedad el estrato en que se ubican las pisadas, pero
lo más importante es que esa huellas no difieren en nada de la de un ser humano
contemporáneo.
Esas impresiones fueron examinadas después por una serie de conocidos
paleoantropólogos, como Don Johansons y Tim White. Llegaron a la misma conclusión.
Escribe White: "No hay ningún error al
respecto… Son iguales a las huellas de los seres humanos modernos. Si (una de
esas huellas) hubiese sido hecha en la arena de la playa de California y se le
pregunta a un chico de cuatro años qué era eso, diría inmediatamente que
alguien anduvo caminando por allí. Sería incapaz de distinguir esa pisada de
otras cientos marcadas en la playa, cosa que tampoco podría hacer usted" (84).
Después de examinar las huellas, Louis Robbins, de la Universidad de Carolina
del Norte, hizo el siguiente comentario: "El
arco está elevado -los individuos más pequeños tenían un arco más alto-, el
dedo grande del pie es amplio y está alineado con el segundo dedo… Los dedos
se prenden al suelo como los de los humanos. Esto no se ve en otras formas
animales" (85).
Exámenes hechos sobre la morfología de las pisadas mostraron repetidamente que
tenían que ser aceptadas como impresiones humanas y, más aún, de un ser
humano moderno (Homo sapiens). Russell Tuttle, quien examinó las pisadas,
escribió: "Las pudo haber hecho un Homo
sapiens pequeño que iba descalzo… En todos sus rasgos morfológicos
discernibles, los pies de los individuos que dejaron esos rastros no pueden
distinguirse de pies de humanos modernos"
(86).
Estudios imparciales de las pisadas revelaron quienes las hicieron. Se trata de
veinte pisadas fosilizadas de un humano moderno de 10 años y 27 pisadas de otro
chico aún más joven. Ciertamente, era gente moderna como nosotros.
Esta situación puso las pisadas de Laetoli en el centro de las discusiones
durante años. Los paleoantropólogos evolucionistas intentaron desesperadamente
encontrar una explicación en tanto les era difícil aceptar que un hombre
moderno hubiese caminado sobre la Tierra hace 3,6 millones de años. Durante
1990 empezó a tomar forma la "explicación" de ese hecho. Los
evolucionistas decidieron que las pisadas correspondían a un Australopiteco
porque, según la teoría en la que se basan, era improbable que hace 3,6
millones de años existiese una especie homo. Russell H. Tuttle escribió un artículo
en 1990: "En resumen, los rastros de
pisadas de 3,5 millones de años en el asiento 'G' de Laetoli se asemejan a los
de humanos modernos que andan normalmente descalzo. Ninguno de sus rasgos
sugiere que los homínidos de Laetoli fuesen menos capaces que nosotros. Si no
se supiera que las huellas del asiento 'G' son tan antiguas, concluiríamos de
buena gana que fueron hechas por un pariente de Lucy, un Australopiteco
afarensis" (87).
Para decirlo de manera breve, esa impresiones de pies a las que se suponen 3,6
millones de años de antigüedad, no podrían haber pertenecido a algún
Australopiteco. La única razón por la que se pensó eso es que el estrato volcánico
en el que se encontraron las huellas tenía esa edad, época en la que se asumió
no podían haber vivido los humanos.
Estas interpretaciones de las huellas de Laetoli nos muestra una realidad muy
importante: los evolucionistas no sostienen esa teoría en consideración de los
descubrimientos científicos sino a pesar de ellos. Estamos frente a la defensa
de una teoría de manera obcecada, sin importar a que se recurra, pues se
ignoran o distorsionan todos los nuevos descubrimientos, con tal de salirse con
la suya.
En síntesis, la teoría de la evolución no es científica sino un dogma que se
mantiene vivo a pesar de las evidencias científicas.
EL
ANDAR BÍPEDO, UN OBSTÁCULO INSALVABLE PARA LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN
Además
de los registros fósiles de los que nos ocupamos hasta ahora, hay importantes
lagunas o brechas anatómicas entre los monos y los seres humanos que invalidan
la ficción de la evolución humana. Una de esas lagunas tiene que ver con la
forma de caminar.
Los
seres humanos caminan erguidos sobre sus dos pies. Realizan un tipo de
movimiento muy especial no visto en ninguna otra especie. Algunos animales
tienen una capacidad limitada para moverse cuando se paran sobre los pies
traseros. Animales como los osos y los monos se mueven así raramente, como en
los casos que quieren alcanzar una fuente de comida, y solamente por un tiempo
breve. Normalmente sus esqueletos se inclinan hacia delante y andan sobre las
cuatro patas.
Entonces,
¿ha evolucionado el andar bípedo a partir del tranco cuadrúpedo de los monos,
como suponen los evolucionistas?
Por
supuesto que no. Las investigaciones han mostrado que nunca hubo tal evolución
para el andar bípedo, ni es posible que haya ocurrido. En primer lugar, el
andar bípedo no es una ventaja evolutiva. La forma en que se mueven los monos
es mucho más fácil, más rápida y más efectiva que el paso o andar bípedo
del ser humano, quien no puede saltar de árbol en árbol sin bajar a tierra,
como el chimpancé, ni correr a 125 km/h como una chita. Por el contrario, dado
que el ser humano camina sobre los dos pies, se mueve mucho más lento en el
suelo. Por la misma razón, en términos de movimiento y defensa, es una de las
especies más expuesta en la naturaleza. De acuerdo a la lógica de la evolución,
los monos no deberían haber evolucionado para adoptar el andar bípedo: por el
contrario, los humanos deberían haber evolucionado para volverse cuadrúpedos.
Otra
dificultad irresoluble de la suposición evolucionista es que el andar bípedo
no sirve al modelo darwinista de un "desarrollo gradual",
modelo que constituye el fundamento de la evolución y requiere la existencia de
un tranco o andar "mixto", entre el bípedo y el cuadrúpedo.
Sin embargo, el paleoantropólogo inglés Robin Crompton demostró a través de
una investigación por medio de computadoras que dirigió en 1996, que no era
posible esa forma de andar "mixta". Crompton llegó a la siguiente
conclusión: un ser vivo puede caminar erguido o andar en cuatro patas (88). No
puede ser posible un andar de tipo intermedio debido al intenso consumo de energía.
Por eso mismo es imposible la existencia de un ser semibípedo.
El
inmenso vacío o brecha entre el hombre y el mono no se limita solamente al
andar bípedo. Quedan todavía muchas otras cosas sin explicación, como ser la
capacidad del cerebro, la habilidad para conversar, etc.. Elaine Morgan,
paleoantropóloga evolucionista, hace la siguiente confesión en relación a
esto: "Cuatro
de los misterios más relevantes acerca de los humanos son: 1) ¿Por qué
caminan sobre dos piernas?; 2) ¿Por qué perdieron el pelaje?; 3) ¿Por qué
desarrollaron cerebros tan grandes?; 4) ¿Por qué aprendieron a hablar?.
Las
respuestas ortodoxas a estas preguntas son: 1) Aún no lo sabemos; 2) Aún no lo
sabemos; 3) Aún no lo sabemos; 4) Aún no lo sabemos. La lista de las preguntas
puede alargarse significativamente sin que ello altere la monotonía de las
respuestas" (89).
LA
EVOLUCIÓN: UNA FE NO CIENTÍFICA
Lord
Solly Zuckerman es uno de los científicos más conocidos y respetados en Gran
Bretaña. Estudió durante años los registros fósiles y condujo muchas
investigaciones minuciosas. Fue honrado con el título de "Lord"
por sus contribuciones a las ciencias. Se trata de un evolucionista. Por lo
tanto sus comentarios sobre la evolución no pueden considerar como una
observación deliberadamente molesta.
Después
de años de investigar los fósiles incluidos en el escenario de la evolución
humana, llegó sin embargo a la conclusión de que, en verdad, no hay ningún árbol
genealógico (que vaya de los monos a los humanos).
Zuckerman
hizo también un interesante "espectrograma de la ciencia".
Formó un espectro de las ciencias que van desde las consideradas científicas a
las consideradas no científicas. Según el espectrograma de Zuckerman, las
ciencias más "científicas" -es decir, las que dependen de
datos de campo concretos- son la química y la física. Le siguen las ciencias
biológicas y luego las sociales. Al final del espectro, considerada la parte
menos científica, están ubicadas las llamadas de "percepción
extrasensorial" -en las que entran la telepatía y el sexto sentido-,
ocupando el último lugar "la evolución humana". Zuckerman
explica su razonamiento: "Entramos
inmediatamente al registro de la verdad objetiva en esos campos que se suponen
de la ciencia biológica, como la percepción extrasensorial o la interpretación
de la historia fósil del ser humano, donde para el que cree cualquier cosa es
posible, e incluso donde el creyente vehemente es a veces capaz de creer al
mismo tiempo varias cosas contradictorias"
(90).
¿Cuál es entonces la razón que lleva a que muchos científicos sean tan testarudos respecto a este dogma? ¿Por qué se han estado esforzando tanto para mantener viva su teoría, a costa de tener que admitir incontables conflictos y renunciar a las evidencias (en contra) que han encontrado?.
La
única respuesta es el temor que sentían a lo que tendrían que enfrentar en
caso de abandonar la teoría de la evolución: el hecho o la realidad de que el
ser humano fue creado por Dios. Sin embargo, considerando lo que presumen y la
filosofía materialista en la que creen, la Creación es un concepto inaceptable
para los evolucionistas.
Por
esa razón se autoengañan y engañan al mundo valiéndose de los medios de
comunicación con los cuales cooperan. Si no pueden encontrar los fósiles
necesarios, los "fabrican", ya sea en la forma de descripciones
imaginarias o modelos ficticios, e intentan dar la impresión de que realmente
existieron fósiles que verifican la evolución. Algunos órganos informativos
que comparten sus puntos de vista materialista también intentan engañar al público
e inculcar la fábula de la evolución en el subconsciente popular.
Sin
importar la fuerza con que intenten todo lo dicho antes, la verdad es evidente:
el ser humano no pasó a existir a través de un proceso evolutivo sino creado
por Dios. Por lo tanto, el ser humano es responsable frente a El,
independientemente de lo renuente que pueda ser en asumir esta responsabilidad.
Resultados
del análisis del oído interno.
El
análisis comparativo de los canales semicirculares del oído interno de los
seres humanos y de los monos ha demostrado que las criaturas que se suponen
ancestros de los primeros eran en realidad verdaderos monos comunes. El Australopiteco
y el Homo habilis tienen los canales del oído interno de los monos,
mientras que el Homo erectus tiene el canal del oído interno de los
seres humanos.
El
fósil del Niño de Turkana, que pertenecía a la raza Homo erectus, enseña
que casi no se distinguía de nosotros.
Ingenieros navales que tienen 700 mil años. Marinos antiguos.
"Los
primeros humanos eran mucho más ingeniosos que lo que sospechábamos…"
Noticias
publicadas en "New Scientist" del 14 de marzo de 1998 nos dicen
que los humanos llamados Homo erectus por los evolucionistas, eran
marineros profesionales hace 700 mil años. Esos humanos, que tenían suficiente
conocimiento y tecnología como para construir una embarcación y que disponían
de una civilización que utilizó el transporte marítimo, difícilmente pueden
ser llamados "primitivos".
Una aguja de 26 mil años de antigüedad.
Un
interesante fósil enseña que los Neanderthales tenían conocimiento de
costura.
Máscaras falsas.
Aunque
los Neanderthales no se diferencian en nada de los seres humanos modernos, aún
son descritos como semimonos por los evolucionistas.
Uno
de los periódicos más populares de la literatura evolucionista, "Discover",
puso en la página de cubierta una cara humana de 800 mil años de antigüedad
con una pregunta a los evolucionistas: "¿Es
este el rostro de nuestro pasado?".
Los
restos de una choza de 1,7 millones de años de antigüedad se ven muy parecidos
a las chozas usadas hoy día por algunos africanos.
Investigaciones
recientes revelan que es imposible para el esqueleto inclinado del mono,
apropiado para el caminar cuadrúpedo, evolucionar y pasar a un esqueleto humano
erguido, apropiado para el andar bípedo.
Maxilar
humano moderno que tiene una edad de 2,3 millones de años.
Otro ejemplo muestra la invalidez del árbol genealógico imaginario inventado por los evolucionistas: una mandíbula de humano moderno (Homo sapiens) que tiene una edad de 2,3 millones de años. Dicha mandíbula, desenterrada en Hadar (Etiopía), lleva el código A.L. 666-I. Las publicaciones evolucionistas buscan quitarle importancia refiriéndose a ello como "un descubrimiento que provoca sobresaltos".