IDENTIDAD CATÓLICA |
EL
RETRATO DE JESÚS: LA CARTA DE LÉNTULO AL CÉSAR.
Como en tantas ocasiones, nos llega un texto que ha
“desaparecido” de los libros católicos y casi de todas partes. Los
“racionalistas” dudan de la autenticidad de este escrito, pero olvidan los
católicos vergonzantes que si les hiciésemos caso, ni el mismo Jesucristo
hubiera existido. Hemos recogido tres versiones que coinciden en lo sustancial y
hacen referencia indudablemente a un texto original único. Si existió Léntulo
o no es cuestión secundaria, pues su antigüedad es cercana a los primeros
siglos y su fondo es veraz. Como siempre decimos, juzgue el lector y que no sean
otros los que decidan por nosotros, sobre todo tratándose de un texto tan
hermoso.
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Parece, pues, oportuno reproducir un documento publicado en
1933, en el Almanaque de Tierra Santa. Se trata, al parecer, de una carta de
Publio Léntulo, gobernador de Judea, que fue el antecesor de Poncio Pilatos,
traducida de su original en latín, que se conserva en casa de S. S. Cesarini,
en Roma:
"Tengo entendido, oh, César! (...), hay por aquí
un hombre que practica grandes virtudes, y se llama Jesucristo, a quien las
gentes tienen por un gran Profeta y sus discípulos dicen que es el Hijo de
Dios. (...).
"Todos los días se oyen cosas maravillosas de este
Cristo; resucita a los muertos y sana a los enfermos con una sola palabra. Es un
hombre de buena estatura, hermoso rostro y tanta majestad brilla en su persona
que, cuantos le miran, se ven obligados a amarlo. Sus cabellos son de color de
avellana no madura, extendidos hasta las orejas y, sobre las espaldas, son del
color de la tierra, pero muy resplandecientes. La nariz y los labios no pueden
ser tachados de defecto alguno: la barba es espesa y semejante al cabello, algo
corta y partida por en medio. (...)
"Tiene los ojos como los rayos del sol, y nadie puede
mirarle fijamente al rostro por el resplandor que despide. (...). Tiene las
manos y los brazos muy bellos. Su conversación agrada mucho, pero se le ve muy
poco y, cuando se presenta, es modestísimo en su aspecto; en fin, es el hombre
más bello que se puede ver e imaginar; muy parecido a su madre, que es la mujer
más hermosa que se ha visto por estas tierras. Si Vuestra Majestad, ¡Oh César!,
desea verlo, como me escribiste en cartas anteriores, dímelo, que no faltará
ocasión para enviarlo. En letras asombra a toda la ciudad de Jerusalén. Él
nunca. ha estudiado, pero sabe todas las ciencias. Muchos se ríen al verlo,
pero en su presencia callan y tiemblan. Dicen que jamás se ha visto ni oído a
hombre semejante. (...). Algunos se me quejan de que es contrario a V. Majestad.
Me veo molestado por estos malignos hebreos.( ...).
"En Jerusalén, (…) séptima,
luna undécima."
CARTA DE LÉNTULO A OCTAVIO
(Manuscrito de la Biblioteca de Madrid)
Léntulo a Octavio, salud.
En nuestros tiempos ha aparecido y existe todavía un hombre de gran
virtud llamado Jesús Cristo y por las gentes Profeta de la verdad.
Sus discípulos le apellidan Hijo de Dios, el cual resucita a los muertos
y sana a los enfermos.
Es de estatura alta, mas sin exceso; gallardo; su rostro venerable
inspira amor y temor a los que le miran; sus cabellos son de color de avellana
madura y lasos, o sea lisos, casi hasta las orejas, pero desde éstas un poco
rizados, de color de cera virgen y muy resplandecientes desde los hombros lisos
y sueltos partidos en medio de la cabeza, según la costumbre de los nazarenos.
La frente es llana y muy serena, sin la menor arruga en la cara,
agraciada por un agradable sonrosado. En su nariz y boca no hay imperfección
alguna.
Tiene la barba poblada, mas no larga, partida igualmente en medio, del
mismo color que el cabello, sin vello alguno en lo demás del rostro. Su aspecto
es sencillo y grave; los ojos garzos, o sean blancos y azules claros. Es
terrible en el reprender, suave y amable en el amonestar, alegre con gravedad.
Jamás se le ha visto reir; pero llorar sí.
La conformación de su cuerpo es sumamente perfecta; sus brazos y manos
son muy agradables a la vista. En su conversación es grave, y por último, es
el más singular y modesto entre los hijos de los hombres.
Fuente: Diario del Plata, Montevideo, Uruguay, Marzo de 1921
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CARTA DE LÉNTULO A OCTAVIO
(Manuscrito de la Biblioteca de los Lazaristas, de Roma)
Publius Lentulus, gobernador de Judea, al César romano:
He sabido ¡oh César! que deseas tener noticias detalladas respecto a
ese hombre virtuoso llamado Jesucristo, a quien el pueblo considera como
Profeta, y sus discípulos como Hijo de Dios y creador del cielo y de la tierra.
El hecho es que todos los días se oye contar de él cosas maravillosas,
sana a los enfermos y resucita a los muertos. Este hombre es de mediana estatura
y su fisonomía se halla impregnada a la vez de una dulzura y de una dignidad
tales, que quien le mira se siente obligado a amarle y a temerle a un mismo
tiempo.
Su cabellera hasta la altura de las orejas es del color de la nuez
madura, y desde ahí hasta los hombros, de un color claro y brillante, hallándose
dividida en dos partes iguales por una raya, al estilo de los nazarenos. La
barba, de un mismo color que la cabellera, es rizada y partida; sus ojos,
severos, tienen el brillo de un rayo de sol y nadie puede mirarle de frente.
Cuando reprende inspira temor, pero al poco tiempo las lágrimas asoman a
sus pupilas; hasta en sus rigores es afable y bondadoso. Dícese que jamás se
le ha visto reir, y en cambio llora con frecuencia. Sus manos son bellas como
sus brazos. Todos encuentran su conversación agradable y seductora. Pocas veces
se le ve en público, y cuando aparece, se presenta con singular modestia. Su
aire es muy distinguido y bellas sus facciones; no es extraño, pues su madre es
la mujer más hermosa que se ha visto en este país.
Si quieres conocerle ¡oh César!, según ya me lo han dicho una vez, dímelo
y te lo enviaré.
Aun cuando no ha seguido estudios, conoce todas las ciencias. Anda
descalzo y lleva la cabeza descubierta. Muchos se ríen al verle desde lejos,
pero al acercarse a él se sienten poseídos de respeto y admiración. Los
hombres dicen no haber visto jamás un hombre semejante, ni haber oído una
doctrina como la suya. Muchos creen que es Dios, otros aseguran que es tu
enemigo ¡oh César! Dícese que jamás ha hecho daño a nadie, y que, por el
contrario, se esfuerza en hacer feliz a todo el mundo.
Fuente: Diario del Plata, Montevideo, Uruguay, Marzo de 1921.
NOTA: Buscamos documentación sobre este delicioso escrito para
satisfacer las peticiones de información de algunos amables lectores de
“Identidad Católica”. Si alguien posee información al respecto, le
agradeceremos que colaboren.