índice
PROTOCOLO I
El derecho sólo está en la Fuerza.- La Libertad no es más que
una idea.- El Liberalismo.- El oro.- La locura.- La Autonomía.-
El Despotismo del Capital.- El Enemigo Doméstico.- La Plebe.- La
Anarquía.- La Política y la Moral.- El derecho del más fuerte.-
El poder Judío Franc-Masón es invencible.- El fin justifica los
medios.- Las turbas son ciegas.- Las discordias de los partidos.-
La forma de gobierno que mejor conduce a nuestro fin es la Autocracia.-
Los Licores Fuertes.- El Clasicismo.- El Libertinaje.- El principio
y las Reglas del gobierno Judío y FrancMasón.- El Terror.- Libertad,
Igualdad y Fraternidad.- El principio del gobierno dinástico.- Los
Privilegios de la Aristocracia de los Cristianos, destruidos. -
La nueva aristocracia. - Cálculo psicológico.- Abstracción de la
Libertad.- Amovilidad de los Representantes del Pueblo.
Dejemos de lado toda fraseología; estudiemos en sí misma cada
idea e ilustremos la situación por medio de
comparaciones y deducciones. Voy, pues, a formular nuestro
sistema desde el punto de vista nuestro y desde el punto de vista
de los cristianos. Hay que hacer notar ante todo que los hombres
dotados de malos instintos abundan más que los de buenos sentimientos.
Por esta razón hay que esperar mejores resultados cuando se gobierna
a los hombres por medio de la violencia y el terror, que cuando
se trata de gobernarles por medio de las discusiones académicas.
Todo hombre aspira al poder; cada uno quisiera convertirse en dictador;
si esto fuera posible al mismo tiempo, muy poco faltaría para que
no estuvieran todos prontos a sacrificar el bien de los demás, a
trueque de conseguir cada uno su propio provecho.
¿Qué es, pues, lo que ha reprimido hasta ahora a esa bestia feroz
que se llama hombre? ¿Qué es lo que ha podido dirigirle hasta el
presente? Al iniciarse el orden social, el hombre se ha sometido
a la fuerza bruta y ciega; más tarde, a la Ley, que no es más que
esa misma fuerza, pero disfrazada. De donde yo saco la conclusión
que, según la Ley Natural, el derecho radica en la fuerza. La Libertad
Política es una idea y no un hecho. Se necesita saber aplicar esta
idea cuando es necesario atraer las masas populares a un partido
con el cebo de una idea, si ese partido ha resuelto aplastar al
contrario que se halla en el poder. Este problema resulta de fácil
solución si el adversario se mantiene en el poder en virtud de la
idea de libertad, de eso que se llama Liberalismo, y sacrifica un
poco de su fuerza en obsequio de esa idea: Libertad. Y he aquí por
dónde ha de llegar el triunfo de nuestra teoría: una vez que se
aflojan las riendas del poder, inmediatamente son recogidas por
otras manos, en virtud del instinto de conservación, porque la fuerza
ciega del pueblo no puede quedar un solo día sin tener quien la
dirija, y el nuevo poder no hace otra cosa sino reemplazar al anterior
debilitado por el Liberalismo. En nuestros días, el poder
del oro ha reemplazado al poder de los gobiernos liberales. Hubo
un tiempo en que la fe gobernaba. La idea de libertad es irrealizable,
porque nadie hay que sepa usar de ella en su justa medida. Basta
dejar al pueblo que por algún tiempo se gobierne a sí mismo, para
que inmediatamente esta autonomía degenere en libertinaje. Surgen
al punto las discusiones, que se transforman luego en luchas sociales,
en las que los Estados se destruyen, quedando su grandeza reducida
a cenizas. Sea que el Estado se debilite en virtud de sus
propios trastornos, sea que sus disensiones interiores lo ponen
a merced de sus enemigos de fuera, desde ese momento, ya puede considerarse
como irremediablemente perdido; ha caído bajo nuestro poder. El
despotismo del Capital, tal como está en nuestras manos, se le presenta
como una tabla de salvación y a la que, de grado o por fuerza, tiene
que asirse, si no quiere naufragar. A quien su alma noble y generosa
induzca a considerar estos discursos como inmorales, yo le preguntaría:
Si todo Estado tiene dos enemigos y contra el enemigo exterior le
es permitido, sin tacharlo de inmoral, usar todos los ardides de
guerra, como ocultarle sus planes, tanto de ataque como de defensa;
sorprenderlo de noche o con fuerzas superiores, ¿por qué estos mismos
ardides empleados contra un enemigo más peligroso que arruinaría
el orden social y la propiedad, han de reputarse como ilícitos e
inmorales? ¿Puede un espíritu equilibrado esperar dirigir con éxito
las turbas por medio de prudentes exhortaciones o por la persuasión,
cuando el camino queda expedito a la réplica, aun la más irracional,
si se tiene en cuenta que ésta parece reducir al pueblo que todo
lo entiende superficialmente? Los hombres, sean de la plebe o no,
se guían casi exclusivamente por sus pasiones, por sus supersticiones,
por sus costumbres, sus tradiciones y sus teorías sentimentales;
son esclavos de la división de partidos que se oponen aun a la más
razonable avenencia. Toda decisión de las multitudes depende, en
su mayor parte, de la casualidad, y cualquier resolución suya es
superficial y adoptada con ligereza. En su ignorancia de los secretos
políticos, las multitudes toman resoluciones absurdas y la anarquía
arruina a los gobiernos. La política nada tiene que ver con
la moral. El gobierno que toma por guía la moral no es político,
y en consecuencia es débil. El que quiera dominar debe recurrir
a la astucia y a la hipocresía. Esas grandes cualidades populares,
franqueza y honradez, son vicios en política, porque derriban de
sus tronos a los reyes mejor que el más poderoso enemigo. Estas
virtudes deben ser atributos de los príncipes cristianos; pero nunca
debemos tomarlas por guías de nuestra política. Nuestro objeto
es apoderarse de la fuerza. La palabra Derecho es un concepto abstracto,
al que nada corresponde en el orden real y con nada se justifica.
Esta palabra simplemente significa: Dame esto que yo quiero,
para probar que yo soy más fuerte que tú... ¿Dónde empieza y dónde
acaba el derecho? En un estado en el que el poder está mal organizado,
en el que las leyes y el gobierno se han convertido en algo impersonal,
como efectivamente sucede con los innumerables derechos que el Liberalismo
ha creado, yo veo un nuevo derecho: el de echarme en virtud de la
ley del más fuerte, sobre el orden, sobre todos los reglamentos
y leyes establecidos, y trastornarlos; el de poner mano sobre la
ley, el de reconstruir a mi antojo todas las instituciones y constituirme
amo y señor de los que nos abandonan los derechos que su propia
fuerza les había dado, y a los que han renunciado voluntariamente,
liberalmente... Gracias a la debilidad actual de todos los
gobiernos, el nuestro será más duradero que cualquier otro, porque
será invencible hasta el último momento, y quedará tan profundamente
arraigado que no habrá astucia que pueda causar su ruina... De
todos los males más o menos transitorios que hasta hoy nos hemos
visto obligados a causar, nacerá el bien de un gobierno inconmovible
que restablecerá la marcha normal del mecanismo de la existencia
nacional, perturbada por el Liberalismo. El éxito justifica los
medios. Pongamos la atención en nuestros proyectos, pero fijándonos
menos en lo bueno y lo moral que en lo necesario y en lo útil. Tenemos
delante de nosotros un plan en el que están estratégicamente expuestos
los lineamientos de los que no podemos desviarnos sin peligro de
ver destruidos el trabajo de muchos siglos. Para encontrar
los medios que conducen a este fin, debemos tomar en cuenta la cobardía,
la volubilidad, la inconstancia de las multitudes; su incapacidad
para comprender y valorizar las condiciones de su vida y de su bienestar.
Es necesario no perder de vista que la fuerza de las multitudes
es ciega e insensata; que no discurren, que oyen lo mismo de un
lado que del otro. Un ciego no puede guiar a otro sin caer ambos
al precipicio. Pues de igual manera los hombres de las turbas, salidos
del pueblo, aunque estén dotados de un genio singular, les hace
falta comprender la política y no pueden intentar con éxito dirigir
a los demás sin causar la ruina de una nación. Sólo un individuo
preparado desde su niñez a la autocracia puede conocer el lenguaje
y la realidad políticas. Un pueblo abandonado a sí mismo, es decir,
puesto en manos de un advenedizo, se arruina por las discordias
de los partidos que excitan la sed del mando y por los desórdenes
que de esto se originan. ¿Pueden por ventura las turbas populares
razonar serenamente, sin rivalidades intestinas y dirigir los asuntos
del Estado, que no pueden ni deben confundirse con los intereses
personales? ¿Pueden defenderse contra los enemigos de fuera?. Esto
es imposible. Cualquier plan dividido entre tantas cabezas como
son las de las multitudes, resulta ininteligible e irrealizable.
Sólo un autócrata puede elaborar planes vastos y claros; dar
a cada cosa el lugar que le corresponde en el mecanismo de la máquina
del gobierno. Digamos, pues, en conclusión, que para que un gobierno
pueda ser útil al pueblo y alcanzar el fin que se propone, debe
estar centralizado en las manos de un individuo responsable. Sin
el despotismo absoluto, la civilización es. imposible; la civilización
no es obra de las masas, sino del que las dirige, sea éste el que
fuere. La multitud es un bárbaro que en todas las ocasiones demuestra
su barbarie. Tan pronto como las turbas arrebatan su libertad, ésta
degenera en anarquía, que es el más alto grado de barbarie. ¡Ved
esos animales ebrios de aguardiente, embrutecidos por el vino, esos
hombres a quienes al mismo tiempo que se les ha dado la libertad
se les ha concedido el derecho de beber hasta ahogarse! Nosotros
no podemos permitir que los nuestros caigan tan bajo. Los
pueblos cristianos están idiotizados por el alcohol y los licores;
su juventud embrutecida por los estudios clásicos y el libertinaje
precoz al que la han empujado nuestros agentes-maestros, criados,
gobernantes, en las casas ricas; otros agentes nuestros, nuestras
mujeres, en los centros de diversión de los Cristianos. A estas
últimas hay que sumar las que se llaman mujeres de mundo, imitadoras
voluntarias del libertinaje de aquéllas y de su lujo. Nuestra
palabra de orden es la fuerza y la hipocresía. Sólo la fuerza puede
triunfar en política, principalmente si permanece velada por el
talento y demás cualidades necesarias a los hombres de Estado. La
violencia ha de ser un principio: la hipocresía y la astucia una
regla para los gobernantes que no quieran dejar caer su corona en
las manos de una fuerza nueva. Este mal es el medio único de llegar
al fin: el bien. Por lo mismo, no debemos detenernos como
espantados delante de la corrupción, del engaño, de la traición,
siempre que ellos sean medios para llegar a nuestros fines. En política
se necesita saber echarse sin vacilaciones sobre la propiedad ajena,
si por este medio podemos obtener la sumisión de los pueblos y el
poder. Nuestro Estado, en esta conquista pacífica, tiene el
derecho de reemplazar y sustituir los horrores de la guerra por
las sentencias de muerte, menos ostensibles, pero más provechosas
para mantener vivo este terror que hace a los pueblos que obedezcan
ciegamente. Una severidad justa, pero inflexible, es el principal
factor de la fuerza de un Estado, y esto constituye no sólo una
ventaja nuestra, sino también un deber, el deber que tenemos de
adaptarnos a este programa de violencia y de hipocresía, para alcanzar
el triunfo. Tal doctrina basada sobre el cálculo es tan eficaz
como los medios de que se sirve. No es, pues, solamente por estos
medios, sino también por esta doctrina de la severidad como someteremos
todos los gobiernos a nuestro Super-Gobierno. Bastará que se sepa
que somos inflexibles para reprimir todo conato de insubordinación.
Somos los primeros que en los tiempos que se llaman antiguos
echamos a volar entre el pueblo las palabras: LIBERTAD, IGUALDAD,
FRATERNIDAD; palabras tantas veces repetidas en el correr de los
años por cotorras inconscientes que, atraídas de todas partes por
este cebo, no han hecho uso de él sino para destruir la prosperidad
del mundo, la verdadera libertad del individuo, en otras épocas
tan bien garantizada contra las violencias de las turbas. Hombres
que se juzgan inteligentes, no han sido capaces de desentrañar el
sentido oculto de estas palabras, ni han visto la contradicción
que ellas encierran, ni han comprendido que no puede haber igualdad
en la naturaleza, ni puede haber libertad, y que la naturaleza misma
ha establecido la desigualdad de espíritus, de caracteres, de inteligencias
tan estrictamente sometidos a sus leyes; tampoco han comprendido
que las turbas. son una fuerza ciega; que los advenedizos que ellas
escogen para que las gobiernen no son menos ciegos ni más entendidos
en política que ellas mismas; que el iniciado en estos secretos,
así sea un ignorante, será apto para el gobierno, mientras que las
multitudes de los no iniciados, aunque sean grandes talentos, nada
entienden de política. Todas estas consideraciones no están
al alcance de las inteligencias de los Cristianos; sin embargo,
en ellas descansa el principio de los gobiernos dinásticos: el padre
transmitía a su hijo los secretos de la política, desconocidos a
cualquier otro que no fuera de la familia reinante, a fin de que
esos secretos no fueran traicionados. Más tarde, el sentido de la
transmisión hereditaria y de los verdaderos principios de la política
se perdió. El éxito de la obra fue en aumento. Sin embargo,
en el mundo las palabras Igualdad, Libertad y Fraternidad, con la
intervención de nuestros agentes incondicionales, incorporaron a
nuestras filas verdaderas legiones de hombres que tremolaron con
entusiasmo nuestras banderas. Pero estas palabras son la carcoma
que roe y destruye la prosperidad de todos los Cristianos, destruyendo
por completo la paz, la tranquilidad, la unión,- minando todos los
fundamentos de sus Estados. Vosotros veréis en seguida que
esto contribuye a vuestro triunfo: nos da, entre otras cosas, la
posibilidad de obtener la victoria más importante: es decir, la
abolición de los privilegios de la aristocracia de los Cristianos
y del único medio de defensa que tenían contra nosotros los pueblos
y las naciones. Sobre las ruinas de la aristocracia natural y hereditaria,
hemos alzado nuestra aristocracia de la inteligencia y del dinero.
Hemos tomado por criterio de esta aristocracia la riqueza, que depende
de nosotros, y la ciencia que está dirigida por nuestros sabios.
Nuestra victoria ha sido tanto más fácil cuanto que nosotros,
en las relaciones que tenemos con los hombres de que necesitamos
para nuestro fin, sabemos siempre herir las fibras más sensibles
del espíritu humano: el cálculo, la codicia, la insaciabilidad de
las necesidades materiales de los hombres; cada una de estas debilidades
explotada separadamente es capaz de ahogar el espíritu de iniciativa,
poniendo la voluntad de los hombres a la disposición del que compra
su actividad. El concepto abstracto de la libertad ha hecho
posible el persuadir a las multitudes de que un gobierno no es más
que un gerente del propietario del país, es decir, del pueblo, y
que se le puede cambiar como se cambia un par de guantes usados.
La amovilidad de los representantes del pueblo los pone a nuestro
arbitrio; ellos dependen de nuestra elección.
índice
PROTOCOLO II
Las guerras económicas son base de la supremacía Judía.- El
Gobierno Visible y los Consejos Secretos.- Los éxitos de las Doctrinas
Destructoras.- La asimilación en Política.- El papel de la Prensa.-
El precio del oro y el valor de las víctimas Judías.
Nos es de todo punto necesario que las guerras, a ser posible,
no confieran ninguna ventaja territorial a los beligerantes. La
guerra queda así transportada al terreno económico, con lo que las
naciones verán la fuerza de nuestra supremacía y esta situación
pondrá a los dos adversarios a la disposición de nuestros agentes
internacionales que tienen millares de ojos, a cuya mirada no sirve
de obstáculo frontera alguna. Entonces nuestros derechos internacionales
crearán los derechos nacionales, en el verdadero sentido de la palabra,
y gobernarán a los pueblos de la misma manera que el derecho civil
de los Estados normaliza las relaciones de sus súbditos entre sí.
Los gobernantes, elegidos de entre el pueblo por nosotros mismos,
en razón de sus aptitudes serviles, serán individuos no preparados
para el gobierno del país. Así, por este camino, vendrán a ser los
peones de nuestro juego de ajedrez fácilmente manejables por las
manos de nuestros sabios y geniales consejeros, de nuestros especialistas
educados y formados desde su tierna edad para el manejo de los negocios
de todo el mundo. No ignoráis que estos nuestros especialistas han
sacado sus conocimientos de gobierno de nuestros planes políticos,
de las experiencias de la historia y del estudio de todos los acontecimientos
notables. Los Cristianos no se guían en la práctica de observaciones
imparciales sacadas de la historia sino por una rutina meramente
teórica insuficiente para poder esperar de ella un resultado práctico.
Por eso nosotros no hemos de tomarlo en cuenta. Dejadlos que se
diviertan todavía por algún tiempo; que vivan de esperanzas o de
nuevas diversiones o del recuerdo de las que ya pasaron. Dejémoslos
creer en la importancia que nosotros mismos les hemos inspirado
de las leyes científicas y sus teorías. Precisamente con ese designio
hemos fomentado constantemente por medio de nuestra prensa su confianza
ciega en esas leyes. La clase pensante de los Cristianos se ufanará
orgullosa de sus conocimientos, y sin examinarlos a la luz de la
lógica pondrá en acción todas las enseñanzas de la ciencia acumuladas
por nuestros agentes para guiar sus inteligencias en el sentido
que a nosotros nos conviene. No penséis que carecen de fundamento
nuestras afirmaciones. Fijaos solamente en el éxito que hemos obtenido
creando el darwinismo o el marxismo o el nietzchismo. Para nosotros,
al menos, la influencia deletérea de esas doctrinas debe ser del
todo evidente. Es necesario que tengamos en cuenta las ideas, los
caracteres, las tendencias modernas de los pueblos, para no incurrir
en errores en política y en el manejo de los negocios. Nuestro sistema,
cuyas partes pueden estar dispuestas diferentemente, según son los
pueblos con que tropezamos en nuestro camino, no puede tener éxito,
si su aplicación práctica no está fundada en los resultados obtenidos
en el tiempo pasado comparado con el presente. Los Estados modernos
tienen en sus manos una gran fuerza creadora: la Prensa. Su papel
es el de expresar las reivindicaciones que se dicen necesarias,
indispensables; hacer conocer las quejas de los pueblos; crear el
descontento y darle una voz con que expresarlo. En la Prensa está
encarnada la libertad de palabra. Pero los Estados no han sabido
utilizar esta fuerza que ha caído ya en nuestras manos. Por la Prensa
hemos conquistado toda la influencia, quedando nosotros ocultos
en la sombra, y gracias a ella hemos podido amasar el oro con nuestras
manos como precio de los torrentes de lágrimas y de sangre, en medio
de los cuales hemos podido arrebatarlo... Pero nos hemos rescatado
a nosotros mismos mediante el sacrificio de muchísimos de los nuestros.
CADA UNO DE LOS NUESTROS QUE HA SIDO SACRIFICADO VALE DELANTE DE
DIOS POR MILLARES DE CRISTIANOS.
índice
PROTOCOLO III
La Serpiente Simbólica y su significación.- La inestabilidad
del equilibrio constitucional.- El terror en los palacios.- El poder
y la ambición.- Las máquinas parlamentarias de hablar.- Los panfletos.-
Los abusos del poder.- La esclavitud económica.- La verdad del Pueblo.
- Los acaparadores y la aristocracia. - El ejército Franc-Masón-Judío.
- La degeneración de los Cristianos.- El hambre y el derecho del
Capital. -La venida y coronación del Amo Universal -El objeto fundamental
del programa de las escuelas populares del porvenir.- El secreto
de la ciencia del orden social.- Crisis económica general -Seguridad
de los nuestros.- El despotismo Franc-Masónico y la Revolución Francesa
o reinado de la razón.- Pérdida de un guía.- El Rey déspota es de
la sangre de Israel.- Causas de la invulnerabilidad de la Franc-Masonería.-
El papel de los agentes secretos de la misma.- La Libertad.
Hoy puedo anunciaros que nos encontramos ya cerca del fin. Nos
queda por recorrer un poco de camino y el círculo de la Serpiente
Simbólica, representación de nuestro pueblo, quedará cerrado. Cuando
esto se verifique, los Estados de Europa quedarán aprisionados como
con un fuerte tornillo. Muy pronto quedará destruido el equilibrio
constitucional, pues lo hemos falseado para que no cese de inclinarse
ya a un lado, ya al otro hasta que por fin la balanza se desgaste.
Los Cristianos creían haber establecido ese equilibrio sólidamente
y siempre estaban esperando que los platillos de la balanza se igualaran.
Pero los gobernantes, es decir, el fiel de la balanza, están protegidos
por sus representantes que hacen mil tonterías y se dejan arrastrar
por su poder sin control y sin responsabilidad. Este poder lo deben
al terror que reina en los palacios. Los gobernantes no pueden siquiera
acercarse a su pueblo, ni ponerse de acuerdo con él para defenderse
contra los que aspiran al poder. La fuerza clarividente de los gobernantes
y la fuerza ciega del pueblo divididas por nosotros, han perdido
toda su importancia; separadas como están, son tan impotentes como
el ciego sin su bastón. Para azuzar a los ambiciosos a abusar del
poder, hemos enfrentado todas las fuerzas desarrollando sus tendencias
liberales hacia la independencia. Hemos estimulado todo instinto
tendente a este objeto; hemos armado a todos los partidos; hemos
hecho del poder el blanco de todas las ambiciones. Hemos transformado
todos los Estados en arenas en que se desarrollan todas las luchas.
Un poco más de tiempo, y los des órdenes y las bancarrotas aparecerán
por dondequiera. Charlatanes inagotables han transformado las sesiones
de los parlamentos y las asambleas gubernativas en torneos oratorios.
Periodistas audaces, panfletistas sin pizca de vergüenza, atacan
todos los días a los gobernantes. Los abusos del poder prepararán
finalmente el derrumbamiento de todas las instituciones y todo caerá
destruido a los golpes de las turbas enloquecidas. Los pueblos están
encadenados a un rudo trabajo, más fuertemente de lo que podrían
encadenarlos la servidumbre y la esclavitud. Sería posible entrar
en arreglos con ellos; pero de su miseria nadie puede librarlos.
Los derechos que hemos consignado en las Constituciones son ficticios
para las masas, no son reales. Todos estos llamados Derechos del
pueblo no pueden existir sino en la imaginación, pero nunca en la
realidad. ¿Qué puede significar para el proletario, para el obrero
que vive encorvado sobre su rudo trabajo, agobiado por su miseria,
el derecho que se concede al charlatán incansable, al periodista
que escribe toda clase de necedades aun de asuntos serios que no
conoce, desde el momento que el proletario no saca otra ventaja
de la Constitución que las miserables migajas que dejamos caer de
nuestra mesa como precio de un voto emitido conforme nuestra consigna
en favor de nuestros agentes e intermediarios?. Los derechos republicanos,
para el pobre diablo no son sino una amarga ironía; la necesidad
de un trabajo diario no le permite gozar; pero en cambio, esos derechos
le privan de la garantía de una ganancia constante y segura, y lo
entregan atado de pies y manos a las huelgas, a los patronos o a
los compañeros. Bajo nuestra dirección ha destruido el pueblo la
aristocracia, que era su protectora, su bienhechora natural, porque
sus intereses estaban inseparablemente unidos a la prosperidad del
pueblo. Una vez destruida la aristocracia, el pueblo ha caído bajo
el yugo de los acaparadores, de los ladrones enriquecidos que lo
oprimen de manera despiadada y cruel. Nosotros debemos aparecer
como libertadores del obrero de ese yugo que lo oprime, proponiéndole
que se aliste en las filas de ese ejército de Socialistas, Anarquistas
y Comunistas, que siempre mantenemos en pie, con el pretexto de
solidaridad entre los miembros de nuestra Franc-Masonería social.
La Aristocracia que disfrutaba, antes, enteramentedel derecho al
trabajo de los obreros, tenía interés en que éstos vivieran bien
alimentados, sanos y fuertes. A nosotros, por lo contrario, lo que
nosinteresa es que los Cristianos degeneren. Nuestra fuerza radica
en el hambre crónica, en la debilidad del obrero. porque éstas lo
subyugan a nuestro capricho, y porque así carecerá en su impotencia
de la energía y la fuerzanecesarias para oponerse a ese capricho.
El hambre dará al Capital más derechos sobre el obrero que los que
jamás otorgaron a la Aristocracia la ley y el poder de los monarcas
(!!!). Mediante la miseria, el odio y la envidia que ella produce,
manejaremos y utilizaremos sus manos para aplastar a los que se
oponen a nuestros designios (!!!). Cuando llegue el tiempo de que
nuestro rey universal sea coronado, esas mismas manos barrerán todo
obstáculo que pudiera atravesarse en el camino a nuestro soberano.
Los Cristianos han perdido la costumbre de pensar por sí mismos
algo que sea distinto de lo que nuestros consejeros científicos
les inspiran. Esta es la razón de que no vean la necesidad urgente
de hacer ahora lo que nosotros haremos al advenimiento de nuestro
reinado, esto es, enseñar en las escuelas primarias la única ciencia
verdadera y la primera de todas, la ciencia del orden social, de
la vida humana, de la existencia de las sociedades, que exige imperiosamente
la división del trabajo, y por consecuencia la distinción de los
hombres en clases y condiciones. Es preciso que todos sepan que
en virtud de las diferentes actividades a que cada uno está destinado,
la igualdad es imposible, pues no todos pueden ser igualmente responsables
ante la ley. No es la misma, por ejemplo, la responsabilidad del
que con sus actos puede comprometer a toda una clase, que la del
que solamente compromete su propio honor. La verdadera ciencia del
orden social, en cuyos secretos no tenemos costumbre de iniciar
a los Cristianos, enseñará a todos que el lugar y el trabajo de
cada uno deben ser diferentes, como una consecuencia de la necesidad
de relación que hay entre la educación y el mismo trabajo. Una vez
que los pueblos estudien y aprendan esta ciencia, obedecerán gustosos
a los gobiernos y al orden establecido por ellos en los Estados,
y al contrario, en el actual estado de la ciencia, tal como nosotros
la hemos hecho, el pueblo, creyendo ciegamente la palabra impresa,
se alimenta de los errores que en su ignorancia, se le van insinuando
por los iniciados en nuestros secretos, contra las otras clases
sociales, que él cree superiores, porque no comprende la importancia
de cada una de ellas. Cuando el pueblo ve que en nombre de la libertad,
se le hacen tantas concesiones, y se tienen con él tantas complacencias,
se imagina que es dueño y señor, y se echa sobre el poder; pero,
naturalmente, tropieza como un ciego con una multitud de obstáculos;
entonces se echa a buscar quien lo conduzca a través de esos obstáculos,
y no encontrándolo, acoge la idea de volver a lo pasado y depone
todos sus poderes a nuestros pies. Acordaos, si no, de la Revolución
Francesa, a la que nosotros hemos dado el calificativo de grande;
los secretos de su preparación no son demasiado conocidos, porque
esa revolución, tal como fue, es obra de nuestras manos. Desde entonces
vamos llevando al pueblo de un desengaño a otro, para que, al fin,
abdique en nosotros su poder, en provecho del Rey Déspota de la
sangre de Israel, que venimos preparando al mundo. En la actualidad,
como fuerza internacional, somos invulnerables, porque, cuando se
nos ataca en un Estado, en otros se nos defiende. Es la cobardía
inmensa de los pueblos cristianos, que se arrastran ante la fuerza,
que no tienen piedad para con la debilidad, ni misericordia para
las faltas ligeras, pero sí indulgencia para el crimen; que no quisieran
tolerar las contradicciones de la libertad, pero son sufridos hasta
el martirio, ante la violencia de un audaz déspota; todo esto, favorece
nuestra independencia. Toleran y sufren a los primerosministros
de estos tiempos con abusos, por el menor de los cuales harían rodar
ensangrentadas las cabezas de veinte reyes. ¿Cómo explicar este
fenómeno, esta inconsecuencia de las masas populares en presencia
de hechosque parecen de la misma naturaleza? Este fenómeno se explica
por el hecho de que estos dictadores- los primeros ministros- hacen,
por medio de sus agentes, decir a sotto voce al pueblo, que si ellos
causan tantos males a los Estados, es con el fin inmediato y último
de alcanzar la felicidad de los pueblos, la fraternidad internacional,
la solidaridad, la igualdad de derechos para todos. Naturalmente
que no se les dice que esta unidad debehacerse bajo nuestra autoridad.
Y aquí tenéis al pueblo condenando a los justos y absolviendo a
los culpables y cada vez más persuadido de que puede hacer cuanto
le plazca. En estas condiciones, el pueblo destruye toda cosa estable
y crea el desorden a cada paso. La palabra Libertad conduce a las
sociedades humanas a la lucha constante contra toda fuerza, contra
todo poder, aunque sea el de Dios y el de la Naturaleza. Aquí tenéis
también por qué a nuestro advenimiento será necesario suprimir del
vocabulario humano esta palabra, como principio de la brutalidad
que transforma a las multitudes en bestias feroces. Es verdad que
las fieras se adormecen cuando se las harta de sangre y que así
puede encadenárselas fácilmente. Pero si no se las da sangre, no
se adormecen y sus instintos de lucha se despiertan.
índice
PROTOCOLO IV
Las diferentes etapas de una república.- La FrancMasonería
exterior.- La Libertad y la Fe.- La Competencia internacional
del Comercio y de la Industria.- El papel de la especulación.-
El culto del oro.
Toda República pasa por distintas etapas. La primera comprende
los primeros días de locura de un ciego que va dando tumbos a diestra
y siniestra. La segundaes la de la demagogia que da origen a la
anarquía; después viene infaliblemente el despotismo; pero no un
despotismo legal y declarado, y por consiguiente, responsable; sino
desconocido, invisible, que, sin embargo, se hace sentir; un despotismo
ejercido por una organización secreta que obra con tanto menor escrúpulo
cuanto que lo hace amparado y cubierto por distintos agentes, cuyo
cambio, lejos de perjudicarlo, lo sostiene más, dispensándole de
gastar sus recursos, en recompensar largos servicios. ¿Quién
puede destruir una fuerza invisible? Pues tal es la nuestra. La
Franc-Masonería exterior no sirve más que para encubrir nuestros
designios; el plan de acción de esta fuerza, el punto mismo en que
se apoya, quedarán siempre para el pueblo en el más absoluto misterio.
Aun la libertad podría ser inofensiva y existir en el Estado, sin
dañar a la prosperidad de los pueblos, siempre que descansara sobre
el principio de la creencia de Dios, y de la verdadera fraternidad
humana, excluyendo la idea de igualdad, a la que aun las leyes mismas
de la creación son contrarias, supuesto que éstas establecen la
subordinación necesaria. Con esa fe, el pueblo se dejaría gobernar
bajo la tutela de sus pastores espirituales, y caminaría sumiso
y tranquilo bajo la mano de su párroco, resignado con la distribución
que Dios ha hecho de los bienes de la tierra. He aquí por qué es
necesario quenosotros arruinemos la fe y arranquemos de los espíritus
cristianos el principio mismo de la Divinidad sustituyéndolo por
los cálculos y las necesidades materiales (!!!). Así, pues, para
que los espíritus cristianosno tengan tiempo para pensar y reflexionar,
es necesario distraerlos por medio de la industria y del comercio.
De esta suerte todos los pueblosbuscarán su provecho material, y
luchando cada uno por sus propias ventajas, no darán ninguna importancia
al enemigo común. Pero para que la libertadpueda de esa manera disolver
y destruir completamente las Sociedades Cristianas, se necesita
hacer de la especulación la base de la industria, de tal manera
que toda la riqueza que la industria extraiga de la tierra, no quede
en manos de los industriales, que se emplee en especulaciones, esdecir,
venga a parar a nuestras cajas. La lucha encarnizada por lasupremacía,
los choques de la vida económica crearán, mejor dicho, hancreado
ya, sociedades sin ideales, frías y carentes de sentimientos. Estassociedades
sentirán repugnancia por la política noble y elevada y por laReligión.
Su único culto, su única guía será el cálculo, o lo que es lo mismo,
el oro, al que se tributará una verdadera adoración, por razón de
los bienes materiales que proporciona. Entonces, las clases humildes
de los Cristianos nos seguirán en nuestra lucha contra las clases
elevadas y pensantes que están en el poder y son nuestros competidores,
y nos seguirán, no ya para hacer el bien, ni aun siquiera por adquirir
riquezas, sino solamente para satisfacer su odio a los privilegiados.
índice
PROTOCOLO V
Creación de un fuerte centro de gobierno. - Manera de adueñarse
del poder la Masonería.- Por qué las naciones no pueden entenderse.
-Predestinación de los judíos.- El oro, motor del mecanismo de las
naciones.- Los monopolios en el comercio y la industria.- Importancia
de la crítica.- Las instituciones según se ven.- Cansancio ocasionado
por los discursos.- ¿Cómo adueñarse de la Opinión Pública?.- Importancia
de la iniciativa privada. - El Gobierno Supremo.
¿Qué forma de gobierno puede dárseles a sociedades en las que la
corrupción ha penetrado hasta lo más íntimo, en las que no se llega
a la riqueza sino por medio de sorprendentes y hábiles combinaciones
que pueden ser juzgadas como fraudes o robos disimulados; en las
que reina la licencia de costumbres, en las que la moralidad sólo
se mantiene por medio de penas y severos reglamentos y no por principios
voluntariamente aceptados, en las que los sentimientos de Religión
y Patria apenas viven, ahogados por las creencias cosmopolitas?
¿Qué forma de gobierno dar a esas sociedades sino la forma despótica
que describiré más adelante?. Nosotros arreglaremos mecánicamente
todos los actos de la vida política de nuestros súbditos por medio
de leyes nuevas. Esta leyes reprimirán una por una todas las complacencias
y las más grandes libertades que fueron decretadas por los Cristianos,
y nuestra dominación se distinguirá por un despotismo tan manifiesto
y tan grandioso que estará en condiciones en cualquier tiempo y
lugar de hacer callar a los Cristianos que intenten oponérsenos
y vivan descontentos de nuestro gobierno. Pero se nos podrá objetar
que este despotismo de que hablo no está en armonía con los progresos
modernos. Yo demostraré lo contrario. Cuando los pueblos veían las
personas de los reyes y gobernantes como una verdadera emanación
de la Voluntad Divina, se sometían sin murmuraciones al absolutismo
de los reyes; pero hoy, que nosotros les hemos sugerido la idea
de sus propios derechos, los gobernantes son considerados como unos
simples mortales. La unción divina ha caído de la frente de
los reyes, después que nosotros arrebatamos al pueblo su creencia
en Dios; su autoridad ha rodado por las calles. esto es, por los
lugares que son de pública propiedad, y nosotros la hemos recogido
y nos hemos adueñado de ella. Además, el arte de gobernar a las
masas y a los individuos. por medio de una teoría, de una fraseología
hábilmente combinada, por reglamentaciones de la vida social y por
toda clase de medios ingeniosos, de los que los Cristianos no entienden
una palabra, forma también parte de nuestro talento de gobierno,
educado por el análisis. en la observación, en tales sutilezas de
conceptos en los que nadie puede igualarnos, así como tampoco en
concebir planes de acción política y de solidaridad. Únicamente
los jesuitas podrían igualarnos en este respecto, pero ya hemos
tenido buen cuidado de desacreditarlos a los ojos de las multitudes
estúpidas; porque ellos forman una organización visible, en tanto
que nosotros permanecemos en la sombra con nuestra organización
secreta. Por lo demás, ¿qué importa al mundo quién será su amo?
¿Qué le importa que sea el Jefe del Catolicismo o nuestro Déspota
de la sangre de Sión?. Pero para nosotros, que formamos el pueblo
elegido, la cuestión está muy lejos de sernos indiferente. Una alianza
universal de los Cristianos podría, tal vez, dominarnos por algún
tiempo; pero nos hemos precavido contra este peligro por medio de
los gérmenes de profunda discordia que hemos procurado sembrar en
sus corazones y que nadie puede ya desarraigar. Hemos enfrentado
unos a otros los cálculos individuales y nacionales de los Cristianos;
sus odios religiosos y radicales que venimos fomentando y cultivando
desde hace veinte siglos. Por esto, ningún gobierno encontrará auxilio
en parte alguna. Cada uno pensará que una alianza contra nosotros
es desfavorable a sus intereses. Somos muy fuertes. Es necesario
que se nos tome en cuenta. Las Potencias no pueden concluir el más
insignificante tratado sin que nosotros también tomemos parte en
él. Per me reges regnant- por mí reinan los reyes, han dicho nuestros
profetas, y que somos los elegidos por Dios mismo, para dominar
toda la tierra. Dios nos ha dado el genio para que podamos llegar
hasta el fin de este problema. Hubo un caudillo y guía que hubiera
podido luchar contra nosotros con éxito; pero el recién llegado
siguió un camino distinto del que llevaba el viejo habitante; la
lucha contra nosotros habría sido a muerte y tal como el mundo jamás
la habría visto. Luego... esos hombres de genio llegarían demasiado
tarde. Todas las ruedas del mecanismo de los gobiernos dependen
de un motor que está en nuestras manos: este motor es el oro. La
ciencia de la Economía Política, inventada por nuestros Sabios,
nos ha dado a conocer, después de mucho tiempo, el prestigio y valor
del oro. El capital, para tener libertad de acción necesita obtener
el monopolio de la industria y del comercio, lo que ya está en vías
de realizarse, mediante una mano que opera en todo el mundo, pero
que es invisible. Esta libertad dará más importante desarmar a los
pueblos, que empujarlos a la guerra; utilizar sus pasiones enardecidas
para nuestro provecho mejor que calmarlas; importa más adueñarse
de las ideas de otros y comentarlas, mejor que suprimirlas. El problema
capital de nuestro gobierno está en debilitar el espíritu público
por la crítica; en hacerle perder la costumbre de pensar, pues la
reflexión da origen muchas veces a la oposición; en distraer las
actividades de los espíritus con banales escaramuzas y torneos de
oratoria. Los pueblos, lo mismo que los individuos, siempre han
tomado como hechos las palabras, pues, contentándose con la apariencia
de las cosas, raras veces se toman el trabajo de examinar si las
promesas que se les hacen, relativas a la vida social, sigue su
cumplimiento efectivo. Por esta razón nuestras instituciones deberán
presentar una hermosa fachada que demuestre elocuentemente los beneficios
que puede reportar el progreso a todos los hombres. Debemos apropiarnos
la fisonomía de todos los partidos, de todas las distintas tendencias
y enseñar a nuestros oradores a hablar tanto, que el mundo se canse
de oírlos. Para adueñarse de la opinión pública es necesario tenerla
siempre suspensa y vacilante, expresando por todos lados y por largo
tiempo tantas opiniones contradictorias, que los Cristianos acabenpor
perderse en este laberinto de ideas y por persuadirse que es mejor
para ellos no tener opinión ninguna en política. Cuestiones son
éstas que la Sociedad no debe conocer. Este es el primer secreto.
El segundo, necesario también para gobernar con éxito, consiste
en multiplicar de tal manera los defectos del pueblo, las malas
costumbres, las pasiones, los reglamentos de la vida común, que
no haya nadie capaz de desenmarañar este caos y que los hombres
acaben por no entenderse entre sí. Esta táctica nos dará también
por resultado sembrar la discordia en todas partes y disgregar todas
las fuerzas colectivas que no hayan querido sometérsenos; desalentará
toda iniciativa personal, aun la más ingeniosa, y será más
poderosa y eficaz que los mismos millones de hombres en cuyo seno
hemos sembrado la discordia. Necesitamos dirigir la educación de
las sociedades cristianas en tal forma, que sus manos caigan abatidas
en un gesto de desesperada impotencia ante cualquier negocio que
exija iniciativa. El esfuerzo que se ejerce sobre el régimen de
una libertad sin límites es impotente, porque tropieza con los esfuerzos
libres de otros. De aquí se originan molestos y enojosos conflictos
morales, decepciones y fracasos. NOSOTROS CANSAREMOS DE TAL MANERA
A LOS CRISTIANOS CON ESTA LIBERTAD, QUE LES OBLIGAREMOS A QUE NOS
OFREZCAN UN PODER INTERNACIONAL CUYA DISPOSICIÓN SERÁ TAL QUE SIN
ROMPERLAS, PUEDA ENGLOBAR LAS FUERZAS DE TODAS LAS NACIONES DEL
MUNDO Y FORMAR EL SUPERGOBIERNO UNIVERSAL. En lugar de los actuales
Gobiernos, estableceremos uno verdaderamente terrible que se llamará
ADMINISTRACIÓN DEL SUPERGOBIERNO. Sus manos alcanzarán a todas partes,
a manera de unas enormes tenazas, y su organización será tan colosal
que ningún pueblo podrá dejar de sometérsenos.
índice
PROTOCOLO VI
Los monopolios. - Las riquezas de los Cristianos.- Su dependencia
de esos monopolios.- La Aristocracia despojada de riqueza territorial.-
El Comercio, la Industria y la Especulación. - El lujo. - El alza
de los salarios. - Encarecimiento de artículos de primera necesidad
. - La anarquía y la embriaguez. - La significación secreta de las
teorías económicas y de su propaganda.
Muy pronto constituiremos enormes monopolios, verdaderos almacenes
de riquezas colosales, a los que los capitales de los Cristianos,
aun los más grandes, defenderán de tal manera que al final serán
absorbidos, así como el crédito de los Estados en vísperas de una
catástrofe política. Señores economistas que estáis aquí presentes,
¡Considerad la importancia de esta combinación!.... Necesitamos
por todos los medios posibles tratar de explicar y desarrollar la
importancia de nuestro Super Gobierno, representándolo como el protector
y remunerador de todos los que voluntariamente se le sometan. La
aristocracia de los Cristianos como fuerza política ha desaparecido
y ya no tenemos que tomarla en cuenta; pero como propietaria de
bienes territoriales, puede perjudicarnos en proporción de la independencia
que pueden proporcionarle esos recursos. Es, pues, absolutamente
necesario despojarla totalmente de sus tierras. El medio más eficaz
para conseguirlo es el de aumentar los impuestos sobre la propiedad
territorial a fin de gravar la tierra. Esta medida mantendrá la
propiedad territorial en una dependencia absoluta. Los aristócratas
Cristianos, al pasar la propiedad de padres a hijos, no sabiendo
contentarse con menos de lo que tenían, quedarán arruinados. Al
mismo tiempo hay que proteger eficazmente el comercio y la industria,
y más todavía, la especulación, cuyo papel es servir de contrapeso
a la industria. Sin la especulación, la industria aumentaría los
capitales particulares, mejoraría la agricultura, librando las tierras
de los gravámenes asignados por los préstamos de los bancos hipotecarios
de crédito territorial. Es necesario que la industriaprive a la
tierra del fruto, tanto del capital como del trabajo, y que ponga
en nuestras manos para la especulación todo el oro del mundo, obligados
en fuerza de estas combinaciones a quedar relegados a las filas
del proletariado, todos los Cristianos se inclinarán ante nosotros
para tener como único derecho el de existir. Para arruinar la industria
de los Cristianos daremos un gran impulso a la especulación y al
gusto por el lujo, ese lujo que todo lo devora. Haremos subir los
salarios, pero de tal manera que esta alza no reporte ningún
provecho a los obreros, porque al mismo tiempo habremos provocado
el encarecimiento de todos los artículos de primera necesidad, haciendo
creer que ese encarecimiento es debido a ladecadencia y postración
de la agricultura y a la misma elevación de los jornales, y minaremos
además profundamente las fuentes de producción habituando al obrero
a la anarquía y a la embriaguez, y tomaremos tambiéntodas las medidas
posibles para quitar la tierra de las manos de los Cristianos inteligentes.
Para impedir que esta situación sea conocida antes de tiempo bajo
su verdadero aspecto, disfrazaremos nuestros verdaderos designios
con el aparente deseo de servir y ser útiles a los obreros y de
propagar los grandes principios económicos que enseñamos en los
tiempos actuales.
índice
PROTOCOLO VII
Porqué deben aumentarse los armamentos. - Perturbaciones,
discordias y odios en todo el mundo.- Represión de la oposición
de los Cristianos por las guerras y por la Guerra General.- El Secreto,
garantía del éxito en política.- La prensa y la opinión pública.-
Los señores americanos, japoneses y chinos.
El aumento de los Ejércitos y de la Policía es complemento necesario
del plan que hemos expuesto. Es necesario que en todos los Estados
no queden fuera de nosotros sino las masas de proletarios, algunos
millonarios que nos sean adictos, policías y sol dados. En toda
Europa, lo mismo que en los otros continentes, tenemos que suscitar
la discordia, el odio y el desorden. El provecho de estos disturbios
es doble. Por un lado, el respeto de todos los países que así sabrán
que podemos, cuando queramos, provocar el desorden o restablecer
el orden, por otro, todos los Estados se acostumbrarán de este modo
a considerarnos como una carga necesaria. En segundo lugar, nuestras
intrigas enredarán todos los hilos que tenemos tendidos en los Gabinetes
de las Naciones, y esto por medio de la política, de convenios económicos
y arreglos financieros. Para llegar a nuestros fines necesitaremos
desplegar una astucia muy grande en el curso de los arreglos y conferencias;
pero, en lo que se llama lenguaje oficial, seguiremos una táctica
opuesta apareciendo siempre como honrados y conciliadores. De esta
suerte, los pueblos y los gobiernos de los Cristianos, a quienes
tenemos ya acostumbrados a no ser más que la apariencia de las cosas
que les presentamos, nos tendrán una vez más por los bienhechores
y salvadores del género humano. A cualquier oposición que surja
deberemos estar en aptitud de hacer declarar la guerra por la Nación
vecina a los que se atreven a enfrentársenos; y si esta Nación vecina
tuviera el atrevimiento de formar una alianza contra nosotros, deberemos
rechazarla por una guerra general. El camino que más seguramente
lleva al éxito en política es el secreto en todo lo que se emprende:
la palabra del diplomático nunca debe estar de acuerdo con sus actos.
Debemos obligar con eficacia a los gobiernos cristianos a obrar
según el plan que hemos concebido con amplitud y que toca ya a su
fin. La opinión pública nos ayudará; esta opinión pública, que es
la gran potencia, la prensa, secretamente ha venido también a caer
en nuestrasmanos. Con pocas excepciones, sin importancia que es
inútil tener en cuenta, la prensa toda depende de nosotros. En una
palabra, para abreviar: he aquí nuestro sistema de coerción de los
gobiernos cristianos en Europa. A uno, le haremos ver nuestra fuerza
por medio de los atentados, esto es, del terror; a todos, si es
que todos se revuelven contra nosotros, contestaremos con los cañones
americanos, chinos o japoneses.*
índice
PROTOCOLO VIII
Debemos apropiarnos todos los instrumentos que nuestros contrarios
pudieran utilizar cont Uso equívoco del derecho jurídico.-
Los colaboradores del régimen Franc-Masón.- Escuelas particulares.-
Educación superior particular.- Economistas y millonarios.- A quién
deben confiarse los puestos de responsabilidad en el gobierno.
ra nosotros. Debemos encontrar en las sutilezas y minucias del
lenguaje jurídico una justificación para aquellos casos en que nos
veamos en la necesidad de pronunciar sentencias que pudieran parecer
demasiado atrevidas o injustas; pues importa mucho al formular tales
sentencias hacerlo en términos que revistan la apariencia de máximas
morales muy elevadas y un aspecto netamente legal. Nuestro gobierno
debe rodearse de todas las fuerzas de la civilización, en medio
de la que tiene que operar. Conforme a esto, se rodeará de publicistas,
de jurisconsultos experimentados, de hacendistas, de diplomáticos,
en una palabra, de hombres preparados por una educación superior
especial en es cuelas también especiales. Estos hombres deberán
conocer los secretos de la existencia social, todos los idiomas
formados de letras y de palabras políticas; deberán tener conocimiento
de las inclinaciones y costumbres de la naturaleza humana, de sus
cuerdas sensibles que deben saber tocar con acierto. Estas cuerdas
son: la ternura del alma de los Cristianos, sus inclinaciones, sus
debilidades, sus vicios y sus cualidades, sus particularidades de
clase y condición. Ya se sobreentiende que esos colaboradores
de nuestro gobierno no serán sacados de entre los Cristianos acostumbrados
a desempeñar el trabajo administrativo sin preocuparse del
resultado feliz. Los gobernantes cristianos firman lospapeles sin
leerlos; sirven por interés personal o por ambición. Rodearemos
asimismo nuestro gobierno de todo un mundo de economistas. He aquí
por qué las ciencias económicas son las más útiles y por qué importa
tanto que seenseñen a los judíos. Estaremos rodeados de una pléyade
de banqueros, industriales, capitalistas y más que todo esto, de
millonarios, supuestoque, en último término los guarismos son los
que todo lo deciden. Por algún tiempo. mientras llega el momento
de confiar sin peligro los puestos de responsabilidad en los gobiernos
de las naciones a nuestros hermanos judíos, los encomendaremos a
individuos cuyo pasado y carácter sean tales que en caso de desobediencia
a nuestros mandatos no les quede otra cosa que esperar sino el destierro
o la muerte; así ellos defenderán nuestros intereses hasta el último
aliento.
índice
PROTOCOLO IX
Aplicación de los principios masónicos en la reeducación de
los pueblos. - La palabra de orden del Franc-Masón.- Importancia
del Antisemitismo.- La dictadura de la Franc-Masonería.- El Terror.-
Instrumentos de la Masonería.- La fuerza inteligente y la fuerza
ciega de los reinos cristianos.- Participación del poder con el
Pueblo. -- La arbitrariedad liberal. Usurpación de la instrucción
y la educación.- Interpretación de las leyes.- Los metropolitanos.
En la aplicación de nuestros principios debéis atender al carácter
del pueblo en medio del que vivís y tenéis que operar: Una aplicación
general y uniforme de estos principios, antes que hayamos reeducado
al pueblo, no puede dar buenos resultados. Pero aplicándolos prudentemente
veréis que no pasarán diez años sin que el carácter más obstinado
no haya sufrido transformación y que no contemos con un pueblo más,
bajo nuestra dependencia. Cuando llegue nuestro reinado, sustituiremos
nuestras palabras de orden liberal LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD
no por otras palabras de orden, sino por las mismas trasladadas
a su rango de meros conceptos abstractos; nosotros diremos:
el derecho a la libertad; el deber de la igualdad; el ideal de la
fraternidad. Cogeremos al toro por los cuernos, sin tapujos ni reticencias:
hemos destruido ya todos los gobiernos excepto el nuestro; más aún,
en muchas partes el nuestro es ya un gobierno de jure. En la actualidad,
si hay algunas naciones que levantan protestas contra nosotros,
es por mera fórmula, u obedeciendo a nuestros deseos o mandatos,
porque el Antisemitismo nos es en cierto modo necesario para gobernar
a nuestros hermanos menores. No os explicaré esto con mayor claridad,
pues es punto que más de una vez ha sido tratado en nuestras reuniones.
En realidad, no hay ya más obstáculos que nos detengan en nuestro
camino. Nuestro Super-Gobierno se halla en las condiciones extralegales
que se ha convenido en llamar con una palabra demasiado enérgica:
DICTADURA En conciencia, puedo afirmar que actualmente somos los
legisladores los que dictamos sentencias en materia de justicia,
los que condenamos a muerte y otorgamos gracia: Somos como el jefe
de un gran ejército y marchamos a su frente, jinetes en el brioso
corcel de su general supremo. Gobernaremos con mano firme, pues
tenemos en ella las riendas de un partido que fue fuerte en otro
tiempo, hoy sometido a nosotros. Tenemos en nuestras manos ambiciones
desmedidas, avideces ardientes, venganzas despiadadas, odios rencorosos.
De nosotros proviene ese terror que todo lo ha invadido. Bajo nuestras
órdenes militan hombres de todas las opiniones, de todas las creencias;
restauradores de la monarquía, demagogos, socialistas, comunistas,
y todo género de utopías; a todo el mundo hemos enganchado en nuestra
empresa, y cada uno de ellos va minando las ruinas de poder y se
afana por acabar de derribar lo que aún queda en pie. Todas las
naciones experimentan convulsiones y reclaman tranquilidad; están
prontas a sacrificarlo todo a cambio de un poco de paz; pero esa
paz anhelada no se la daremos mientras no reconozcan nuestro Super-Gobierno
abiertamente y con completa sumisión. El pueblo todos los días está
gritando que es necesario dar una solución a la cuestión social
por medio de un acuerdo internacional en la materia. La división
del pueblo en partidos lo ha puesto en nuestras manos, pues para
sostener una lucha es indispensable dinero, y el dinero somos nosotros
los que lo tenemos en nuestro poder. Podríamos temer una alianza
de la fuerza inteligente de los gobernantes con la fuerza ciega
de los pueblos, pero hemos tomado todas las medidas que dicta la
prudencia para conjurar este peligro: entre esas dos fuerzas hemos
levantado una muralla, esto es un terror recíproco. De esta suerte
la fuerza ciega del pueblo nos sirve de apoyo y sólo nosotros la
podremos dirigir con toda precisión hacia nuestros fines. Y para
que las manos de ese ciego, el pueblo, no puedan rechazar nuestra
dirección, necesitamos de tiempo en tiempo ponernos en contacto
directo con él, si no personalmente, al menos con la intervención
de nuestros hermanos más fieles. Cuando ya seamos un gobierno reconocido,
conversaremos nosotros mismos con el pueblo en las plazas públicas;
lo instruiremos respecto de las cuestiones políticas en el sentido
que nosotros necesitamos. ¿Cómo verificar lo que se enseña
en las escuelas del pueblo?. Lo que diga el comisionado del gobierno
o el mismo gobernante, no puede dejar de conocerse luego en todo
el Estado, porque se difundirá inmediatamente por la voz del pueblo.
Para no destruir prematuramente las instituciones de los Cristianos,
hemos movido por medio de una mano inteligente todos los resortes
de su mecanismo. Estos resortes estaban dispuestos en un orden severo,
pero justo; nosotros los hemos reemplazado por una arbitrariedad
desordenada. Hemos desarreglado la jurisdicción, las elecciones,
la prensa, la libertad individual, y más que nada, la educación
y la instrucción, que son las piedras angulares en las que la existencia
libre debe descansar.Hemos corrompido, embrutecido y prostituido
la juventud cristiana por una educación cimentada en principios
y teorías que sabemos son falsos y que no obstante han sido inspirados
por nosotros.A más de esto, las leyes existentes, sin mudarlas en
su esencia, las hemos desfigurado con interpretaciones contradictorias,
obteniendo resultados admirables. Estos se manifiestan desde luego
en esas glosas y comentarios, disfrazando las leyes, han sido ocultadas
discretamente a los ojos de los gobernantes y las han dejado imposibles
de reconocer en medio de una legislación por demás embrollada.De
aquí procede la teoría del tribunal de la conciencia. Y vosotros
diréis que si los pueblos se dan cuenta antes de tiempo de estas
maniobras, se revolverán contra nosotros con las armas en la mano;
pero si llegara este caso, en todos los países de Occidente tenemos
preparada una maniobra tan terrible, que aún los ánimos más esforzados
temblarán: en todas las grandes capitales se irán estableciendoLos
metropolitanos (tranvías subterráneos) y nosotros los volaremos
por medio de la dinamita con todas las organizaciones y todos los
documentos del país.
índice
PROTOCOLO X
La fuerza de las cosas en política.- La genialidad de la bajeza
.- Lo que promete el golpe de Estado Franc-Masónico.- El Sufragio
Universal.- La estima de sí mismo.- Los jefes de los Franc-Masones.-
El guía genial de la Masonería.- Las Instituciones y sus funciones.-
El veneno del Liberalismo. La Constitución, escuela de disensiones
de partidos.- La Era Republicana.- Los Presidentes, hechuras de
Masonería.- Responsabilidad de los Presidentes.- El Panamá.
El papel de la cámara de los diputados y del Presidente.- La Franc-Masonería,
fuerza legislativa.- La nueva Constitución Republicana.- Tránsito
a la Autocracia Franc-Masónica. - Momento de la proclamación del
rey universal. - Inoculación de enfermedades y otros crímenes de
la Franc-Masonería.
Empiezo hoy por repetir lo que ya os he dicho, rogándoos recordéis
que los gobiernos y los pueblos no ven sino la apariencia de las
cosas. y ¿cómo podrían desentrañar su sentido íntimo cuando sus
representantes no sueñan sino en divertirse? Mucho importa para
nuestra plática conocer este detalle, pues, nos servirá de mucho
cuando lleguemos a tratar y discutir sobre la división del poder,
la libertad de palabra, de prensa, de conciencia, el derecho de
asociación, de la igualdad ante la ley, la inviolabilidad de la
propiedad y domicilio, los impuestos y la retroactividad. Todas
estas cuestiones son tales que nunca es necesario tratarlas ante
el pueblo directamente y abiertamente. En los casos en que sea preciso
tocarlas, no hay que enumerarlas, sino declarar en globo que los
principios del derecho moderno son reconocidos por nosotros. La
importancia de esta reticencia consiste en que un principio que
no se nombre, nos deja en libertad de excluir esto o aquello, sin
que nadie lo advierta, mientras que si los enumeramos tenemos que
aceptarlos sin reservas. El pueblo siente un amor particular y una
grande estimación por los genios políticos y responde a todos sus
actos de violencia con estas o parecidas palabras: . Es un canalla,
pero qué listo!...¡Esto es el colmo de la habilidad! . Qué golpe
más bien dado. ¡Pero qué bribón! Nosotros contamos con atraer a
todas las naciones para la construcción de un nuevo edificio fundamental
del que tenemos ya proyectado el plan. He aquí por qué, ante todo,
tenemos necesidad de hacer provisión de esta audacia y fuerza de
espíritu que en la persona de nuestros actores han de destruir todos
los obstáculos que se oponen a nuestro paso. Una vez dado nuestro
golpe de estado diremos a los pueblos: Todo iba horriblemente mal;
todos hemos tenido que sufrir por una causa o por otra; esto era
ya insoportable. Hemos destruido las causas de vuestros sufrimientos,
las nacionalidades, las fronteras, la diversidad de monedas. Indudablemente
que sois muy libres de jurarnos obediencia o no; ¿pero podéis hacerlo
con justicia si lo hacéis antes de experimentar lo que os hemos
dado?... Entonces nos exaltarán y llevarán en triunfo con un entusiasmo
unánime, y lleno de esperanzas. El sufragio universal, del que hemos
hecho el instrumento de nuestra entronización, y al que hemos acostumbrado
a los más insignificantes iniciados que forman parte de la colectividad
humana, por medio de reuniones, de grupos y de alianzas, representará
por última vez su papel expresando el voto unánime de la humanidad
de conocernos antes de juzgarnos. Para esto es necesario arrastrar
a todo el mundo hacia el sufragio universal, sin distinción de clases
y sin censos electorales, para establecer así el absolutismo de
las mayorías que no se puede obtener de las clases de contribuyentes
y pensantes. Una vez acostumbrado el mundo de esta manera a la idea
de su propio valer, queda destruida la importancia de la familia
cristiana y las trascendencias que tiene en la educación y no permitiremos
que surjan personalidades a las que las turbas, dirigidas por nosotros,
no permitirán que se destaquen ni siquiera que levanten la voz;
las multitudes están acostumbradas a no escuchar sino a nosotros,
que les pagamos su obediencia y su atención. De esta suerte haremos
del pueblo una fuerza tan ciega, que no habrá en el Estado ninguno
que esté dispuesto a hacer cualquier movimiento sino bajo la dirección
de los agentes que nosotros pongamos para que los dirijan como jefes.
El pueblo se someterá a esta dirección, pues sabe bien que de esos
nuevos jefes dependen las ganancias, las gratuitas recompensas y
toda clase de bienes. Un plan de gobierno debe ser proyectado por
un solo hombre, pues resultaría incoherente si muchos talentos se
distribuyen la tarea de formarlo. Así, nosotros podemos conocer
un plan de acción; pero no debemos discutirlo para no romper su
carácter peculiar, la trabazón de sus partes, la fuerza práctica
y la significación oculta de cada uno de sus puntos. Que el sufragio
universal lo discuta y lo manosee, por decirlo así, y esto sólo
bastará para que adquiera el carácter de todas las falsas concepciones
de inteligencias que no penetran la profundidad y el enlace de los
pensamientos. Sean nuestros planes sólidos y bien concebidos como
es necesario. Por eso no debemos arrojar las producciones de talento
de nuestros jefes a los pies de las multitudes, ni abandonarlas
tampoco en manos de sociedades de cortos alcances. Estos planes
no destruirán por lo pronto las instituciones modernas. Solamente
modificarán su economía, y en consecuencia, todo su desarrollo que
se orientará de conformidad con nuestros proyectos. Casi en todas
las naciones existen las mismas cosas, aunque tal vez con distintos
nombres: la Representación, los Ministerios, el Senado, el Consejo
de Estado, el Cuerpo Legislativo v el Cuerpo Ejecutivo. No tengo
necesidad de explicaros el mecanismo de las relaciones de estas
instituciones entre sí, porque os es bien conocido; notad solamente
que cada una de estas instituciones corresponde a una función importante
del Estado, y os ruego que toméis también en consideración que es
la función y no la institución la que yo llamo importante, no son,
pues, las instituciones las que son de importancia, sino sus funciones.
Las instituciones se han distribuido entre sí todas las funciones
del gobierno: funciones administrativas. legislativas y ejecutivas.
De esta manera, las instituciones desempeñan en el organismo del
Estado un papel semejante al de los órganos en el cuerpo humano.
Si nosotros trastornamos una parte de la máquina del Estado, éste
caerá enfermo como el cuerpo humano, y morirá. Después de haber
inoculado en el organismo del Estado el veneno del Liberalismo,
toda su constitución se ha trastornado; los estados están enfermos
de una enfermedad mortal, la descomposición de la sangre; no queda
ya más que esperar que el término de su agonía. Del Liberalismo
han nacido los gobiernos constitucionales que han reemplazado entre
los Cristianos a una saludable autocracia, y la constitución, como
sabéis vosotros, no es más que una escuela de desórdenes, de malas
inteligencias, de discusiones, de disputas, de agitaciones estériles
de partidos; en una palabra, es la escuela de todo aquello que hace
a un Estado perder su personalidad e individualidad. La tribuna
lo mismo que la prensa, ha condenado a los gobiernos a la inacción
y a la debilidad y los han hecho poco necesarios, inútiles, lo que
fácilmente explica que sean derribados. La era republicana ha llegado
así a ser posible; hemos reemplazado el gobierno por una caricatura
de gobierno, por un presidente que sacamos de la multitud, de entre
los miles de hechuras y esclavos nuestros. Allí está el fondo de
la mina cavada por nosotros bajo el suelo de los pueblos cristianos.
En porvenir no lejano, crearemos la responsabilidad de los presidentes.
Entonces, sin molestarnos, provocaremos acontecimientos de los que
nuestra creación impersonal tendrá que responder. ¿Qué nos importa
si las filas de los que aspiran al poder se van aclarando, si surgen
dificultades capaces de desorganizar completamente una nación?..
En previsión de este resultado, fraguaremos la elección de presidentes
que tengan en su pasado alguna mancha infamante oculta, algún Panamá.
El temor a las revelaciones y al escándalo y el deseo de todo hombre
que llega al poder de conservar sus privilegios y los honores que
consigo lleva el puesto, los convertirán en fieles ejecutores de
nuestras órdenes. La Cámara de Diputados encubrirá, defenderá, elegirá
a los presidentes; pero le quitaremos el derecho de iniciar leyes
y de modificarlas: este derecho se le adjudicará al presidente,
que no será sino un juguete en nuestras manos. El poder del gobierno
vendrá a ser blanco de todos los ataques. Nosotros le daremos el
derecho de apelar a la decisión del pueblo, sin tener que acudir
a la intervención de sus representantes, la Cámara; es decir: el
derecho de recurrir a nuestro servidor ciego e incondicional: la
mayoría. Además, daremos al presidente el derecho de declarar la
guerra. Fundaremos este último derecho alegando que el presidente,
como jefe de todo el ejército de la nación, debe tenerlo a su disposición
para defender la nueva constitución republicana, de la que él, el
presidente, es el representante responsable. En estas condiciones
el Jefe del Santuario (la llave de la situación) estará en nuestras
manos y nadie, excepto nosotros, podrá encauzar la fuerza legislativa.
Retiraremos además a la Cámara, al implantar la nueva Constitución,
el derecho de interpelación, bajo el pretexto de que ese derecho
es contrario a la salvaguardia del secreto político. Igualmente
restringiremos por la nueva Constitución el número de representantes
al mínimum, lo que producirá el efecto de disminuir un tanto las
pasiones políticas y la pasión por la política. Si, contra lo que
esperamos, esas pasiones políticas se despertaran aún en ese corto
número de representantes, lo reduciremos a nada, por medio de un
llamamiento a la mayoría del pueblo. Dependerán del Presidente los
nombramientos de presidente y vicepresidente de la Cámara y del
Senado. En lugar de sesiones parlamentarias permanentes, limitaremos
las sesiones a unos meses. Además el Presidente, como jefe del poder
ejecutivo, tendrá el derecho de convocar o disolver el parlamento,
y en este último caso, el de aplazar el momento para una nueva convocación.
Pero, para que las consecuencias de todos estos actos, realmente
ilegales, no recaigan sobre la responsabilidad establecida por nosotros
del presidente, en lo relativo a nuestros planes, sugeriremos a
los ministros y demás funcionarios que rodean al Presidente la idea
de sobrepasar las disposiciones de éste, con sus propias medidas,
de tal manera que ellos (los ministros) vengan a resultar los responsables.
Aconsejamos encomendar esta actuación, principalmente, al Senado
o al Consejo de Estado o de Ministros, más bien que a un solo individuo.
El Presidente interpretará conforme a nuestros deseos las leyes
existentes que sean susceptibles de distintas interpretaciones;
las anulará cuando le demostremos la necesidad de hacerlo; tendrá
derecho de proponer leyes provisionales, y aun nuevo cambio de Constitución,
con pretexto del bien supremo del Estado. Estas medidas nos darían
el medio de destruir poco a poco y paso a paso todo aquello que
en el momento de posesionarnos del poder nos hayamos visto obligados
a incluir en las Constituciones de los pueblos; por este medio pasaremos
insensiblemente a la supresión de toda Constitución cuando llegue
la ocasión y el momento de agrupar todos los gobiernos bajo nuestra
autocracia. El reconocimiento de ella puede llegar antes de la supresión
de la Constitución, si los pueblos, cansados de tantos desórdenes
y de la frivolidad de sus gobernantes dan engritar. Echadlos y dadnos
un rey universal que pueda unirnos y acabar conlas causas de nuestras
discordias: las fronteras internacionales, las religiones, los cálculos
e intereses de Estado: un rey que nos dé esta paz, esta tranquilidad
que no podemos alcanzar con nuestros gobernantes y representantes.
Sabéis muy bien vosotros que para que estos deseos se realicen es
necesario perturbar constantemente en todos los pueblos las relaciones
entre ellos y sus gobiernos, con el propósito de cansar a todo el
mundo con la desunión, la enemistad, el odio, y aun con el martirio,
el hambre, la propagación de enfermedades y la miseria para que
los Cristianos no encuentren otra salvación que la de recurrir a
nuestra plena y absoluta soberanía. Si damos a los pueblos una tregua
para respirar, tal vez el momento favorable no llegará jamás.
índice
PROTOCOLO XI
El programa de la nueva Constitución.- Algunos pormenores del
golpe de Estado proyectado.- Los Cristianos, rebaño de borregos.-
La Franc-Masonería secreta y sus logias de apariencia.
El Consejo de Estado tiene por objeto hacer destacar el poder
del gobierno: bajo la apariencia de un cuerpolegislativo, será en
realidad un comité de redacción de las leyes y de los decretos del
gobierno. He aquí elPrograma de la nueva Constitución que preparamos:
Crearemos la Ley, el derecho y el tribunal.- l), bajo la forma de
proposiciones al Cuerpo Legislativo. 2), por medio de decretos presidenciales,
por actas del Senado y por resoluciones del Consejo de Estado, bajo
la forma de órdenes ministeriales; 3), en caso de que se juzgue
oportuno, por medio del golpe de estado. Una vez que de manera aproximada
dejamos establecido este modus vivendi, tratemos algo más detalladamente
de las medidas que nos servirán para acabar la transformación del
Estado en el sentido de que ya hemos hablado. Pretendo hablar de
la libertad de la prensa, del derecho de asociación, de la libertad
de conciencia, del principio electivo, y de otras muchas cosas que
deberán desaparecer del repertorio humano, o al menos alterarse
radicalmente, tan luego como la nueva Constitución se haya promulgado.
Entonces será cuando nos sea posible promulgar todas nuestras leyes
al mismo tiempo. Después, cualquier cambio sensible sería perjudicial
por esta razón: si la modificación se opera en el sentido de la
severidad y del rigor, puede causar la desesperación provocada por
el temor de nuevos cambios en el mismo sentido; si, por el contrario,
es en el sentido de mayores complacencias, se dirá que hemos reconocido
nuestros errores, y esto debilitará el prestigio de la infalibilidad
de nuestro gobierno, o bien se dirá que hemos tenido temor y nos
vimos obligados a hacer concesiones, que nadie nos agradecerá ni
a nadie obligarán con nosotros. Ambas cosas perjudican el prestigio
de la nueva Constitución. Queremos que desde el día de su promulgación,
cuando los pueblos estén aún estupefactos por el golpe de estado
que hemos de dar, cuando estén aún invadidos por el terror y perplejos,
en ese preciso momento reconozcan que somos tan fuertes, tan invulnerables,
tan poderosos, que no contaremos con ellos para nada; que no solamente
no atenderemos sus opiniones y pareceres, sino que estamos dispuestos
y a punto de reprimir toda expresión, toda manifestación de estos
deseos y de estas opiniones, con una autoridad indiscutible; que
de un solo golpe nos hemos adueñado de todo lo que nos era necesario
y que en ningún caso estamos dispuestos a compartir nuestro poder
con ellos... Entonces cerrarán los ojos y dejarán venir los acontecimientos...
Los Cristianos son un rebaño de carneros y nosotros somos para ellos
los lobos. Y ¿ya sabéis lo que sucede a los corderos cuando el lobo
llega a penetrar en el redil? Cerrarán aún los ojos, sobre todo,
por las promesas que les haremos de volverles todas las libertades
que les hemos arrebatado, cuando los enemigos de la paz se hayan
calmado y los partidos queden reducidos a la impotencia. ¡Por supuesto
que los Cristianos podrán esperar sentados la vuelta del pasado!...
¿Para qué habíamos de inventar e inspirar a los Cristianos toda
esta política sin darles los medios de conocerla a fondo, sino para
poder emprender en secreto lo que nuestra raza dispersa no podía
intentar directa y abiertamente? Esto nos ha servido de base para
nuestra organización de la Franc-Masonería secreta, que no es conocida
y cuyos designios ni aunsiquiera sospechan los imbéciles Cristianos,
alistados por nosotros en el ejército visible de las logias para
distraer las miradas de los hermanos. Dios nos ha dado a nosotros,
su pueblo elegido, la dispersión, y en esta debilidad de nuestra
raza radica nuestra fuerza que hoy nos conduce al solio de un reino
universal. Poco es lo que nos falta edificar sobre estos cimientos.
índice
PROTOCOLO XII
Interpretación masónica de la palabra Libertad.- Porvenir
de la prensa en el reinado de los Franc-Masones.- El control de
la prensa. Argucias de corresponsales.- Lo que es el progreso para
los Franc-Masones.- Su solidaridad en la prensa moderna.- Exageración
de las exigencias sociales.- Infalibilidad del nuevo régimen.
La palabra Libertad, que se puede definir de distintas maneras,
nosotros la definiremos así: Libertad es el derecho que cada uno
tiene de hacer lo que permite la ley. Tal interpretación de esta
palabra en estos tiempos hará que toda la libertad esté en nuestras
manos, porque las leyes destruirán o crearán lo que nos agrade,
conforme al programa expuesto más arriba. Con la prensa obraremos
de la manera siguiente: ¿Qué papel desempeña la prensa en la actualidad?
Ella sirve para encender las pasiones o mantener el egoísmo de los
partidos. La prensa es banal, injusta, aduladora, y los hombres,
en su gran mayoría, no comprenden bien para qué sirve. Nosotros
la domaremos y la enfrenaremos con fuertes riendas, y otro tanto
haremos con las demás obras impresas, porque ¿de qué nos serviría
desembarazarnos de la prensa y del periódico si hemos de ser el
blanco de los ataques del libro y del folleto? Transformaremos la
publicidad, que bastante caro nos ha costado hasta ahora, censurando
los periódicos y convirtiéndolos en una fuente de ingresos para
el Estado. Crearemos un impuesto especial para la prensa. Al fundarse
un periódico, o al establecerse una imprenta, exigiremos una participación.
Con esta medida quedará garantizado nuestro gobierno de todo ataque
por parte de la prensa. En ocasiones, aun sin mérito para ello,
impondremos multas. Estampillas, participaciones y multas producirán
un buen ingreso al Estado. Es verdad que los periódicos de los partidos
podrían soportar estas pérdidas pecuniarias, pero los suprimiremos
a la segunda vez que nos ataquen. Nadie osará tocar impunemente
la aureola de nuestra infalibilidad gubernamental. El pretexto para
suprimir un periódico podrá ser, por ejemplo, que el órgano en cuestión
agita los ánimos sin razón ni motivo. Fijaos bien, os ruego, en
que entre aquellos periódicos que nos atacarán, habrá algunos creados
por nosotros mismos; pero éstos dirigirán sus tiros exclusivamente
a aquellos puntos en los que nosotros deseamos algún cambio. Nada
se dará a conocer a las sociedades fuera de nuestro control. Ya
desde ahora hemos obtenido este resultado por el hecho de que todas
las noticias se reciben por nuestras agencias, en las que esas noticias
de todo el mundo vienen a centralizarse. Estas agencias entonces
serán exclusivamente nuestras y no publicarán sino lo que nosotros
les ordenemos. Si ya desde ahora nos hemos podido adueñar de las
inteligencias en las sociedades cristianas, a tal grado que casi
todos los hombres ven los acontecimientos mundiales solamente a
través de las lentes de color que ponemos delante de los ojos; si
desde ahora no hay ya para nosotros cerradura que nos impida apoderarnos
de lo que los Cristianos torpemente llaman Secreto de estado, ¿qué
será cuando seamos los dueños reconocidos como tales del mundo,
en la persona de nuestro rey universal? Cualquiera que desee ser
editor, librero, bibliotecario, publicista o impresor, tendrá la
obligación de obtener un diploma o credencial que, en caso de que
su dueño llegara a hacerse reo de cualquier delito, será inmediatamente
recogida. Con estas medidas, el instrumento del pensamiento y de
las ideas vendrá a ser un medio educativo en manos de nuestro gobierno,
que no permitirá a las masas populares fantasear acerca de los beneficios
del progreso. ¿Quién de nosotros ignora que estos beneficios ilusorios
conducen a absurdos desvaríos? Estos desvaríos han dado origen
a las relaciones anárquicas de los hombres entre sí y con el poder,
porque el progreso ha traído las ideas de toda clase de libertades
desenfrenadas... Todos aquellos a quienes damos el nombre de libera
les son anarquistas, si no de hecho, a lo menos de pensamiento.
Todos y cada uno de ellos van persiguiendo la libertad y caen en
la anarquía, protestando por el simple placer de protestar. Volvamos
a la prensa. La abrumaremos, lo mismo que a los demás impresos,
con impuestos en sellos o estampillas a tanto por hoja, y con fianzas:
los libros que tengan menos de treinta hojas, pagarán doble impuesto.
A éstos, los registraremos en la categoría de folletos; por una
parte, a fin de reducir el número de revistas, que son el veneno
más peligroso, y por otra, porque esta medida obligará a los escritores
a producir obras extensas que serán poco leídas, principalmente
por su alto precio. Por el contrario, lo que nosotros editemos para
el bien moral, dentro de las tendencias que estableceremos, se venderá
barato y será leído por todos. Los impuestos acallarán el vano deseo
de escribir, y el temor del castigo someterá a los literatos bajo
nuestra autoridad. Si hay personas que intenten escribir contra
nosotros, no se encontrará quien quiera imprimir sus obras. Antes
de aceptar alguna para su impresión, el editor o impresor tendrá
que dirigirse a las autoridades para obtener el permiso respectivo.
De este modo nosotros conoceremosanticipadamente los lazos que se
nos tiendan y los destruiremos con las explicaciones previas que
hagan el caso. La literatura y el periodismo son dos fuerzas educadoras
de la mayor importancia; por esto nuestro gobierno será el propietario
del mayor número de periódicos. Por esta misma razón, también, la
influencia nociva de la prensa privada será neutralizada y adquiriremos
una influencia moral enorme. Si autorizamos diez periódicos privados,
fundaremos treinta de los nuestros. Todos los periódicos editados
por nosotros serán aparentemente de tendencias y opiniones las más
opuestas, lo que despertará la confianza en ellos y les atraerá
a nuestros adversarios sin recelos ; caerán en el lazo y resultarán
inofensivos. Los órganos de carácter oficial estarán en primera
línea. Vigilarán siempre nuestros intereses y esta razón hace que
su influencia sea casi nula. En la segunda fila estarán los oficiosos,
cuyo papel será atraer a los indiferentes y a los tibios. En tercera
fila colocaremos a nuestra pretendida oposición. Un órgano, cuando
menos, será el antípoda de nuestras ideas. Nuestros contrarios tomarán
en este pseudo opositor por un aliado suyo y nos descubrirá su juego.
Representarán nuestros periódicos todas las tendencias: las aristocráticas
unos, las republicanas otros, igualmente las revolucionarias y aun
las anarquistas; pero esto, naturalmente se entiende, mientras esté
en vigor la Constitución. Como el dios Wichnou de cien manos, cada
una de ellas acelerará el cambio de la sociedad; esas manos guiarán
la opinión en el sentido que convenga a nuestros intereses, porque
un hombre que vive en un medio demasiado agitado, pierde la facultad
de razonar y se abandona fácilmente a la sugestión. Los imbéciles
que creerán repetir la opinión del periódico de su partido, no harán
otra cosa que repetir y expresar nuestra opinión o aquello que nos
agrade. Se harán la ilusión de seguir las opiniones del periódico
de su partido, y en realidad seguirán la bandera que nosotros enarbolaremos
para que vayan tras ella. Para dirigir en este sentido nuestro ejército
de periodistas desarrollaremos un cuidado especial en la organización
de esta obra. Bajo el nombre de Oficina central de la prensa organizaremos
reuniones literarias en las que nuestros agentes, sin dejarlo conocer,
darán la palabra de orden y las señales. Discutiendo y objetando
nuestras iniciativas de una manera superficial, y sin llegar al
fondo de las cuestiones, nuestros órganos entablarán polémica con
los periódicos oficiales para proporcionarnos el medio de hacer
declaraciones más francas sobre puntos en los que no hayamos podido
ser más explícitos en nuestras primeras declaraciones oficiales.
Estos ataques tendrán, además, otro fin muy importante: nuestros
súbditos se creerán con las necesarias garantías para poder hablar
libremente y esto, por otra parte, dará a nuestros agentes ocasión
para afirmar que los órganos que se declaran contra nosotros no
hacen otra cosa que charlar, supuesto que no pueden presentar razones
de peso para refutar seriamente nuestras medidas y disposiciones.
Estos procedimientos inadvertidos por la opinión pública, pero seguros,
nos atraerán seguramente la atención y la confianza del público.
Merced a ellos encenderemos o calmaremos los ánimos en las cuestiones
políticas; los persuadiremos o los desconcertaremos publicando unas
veces la verdad, otras la mentira; ya confirmando los hechos o rectificándolos,
según la impresión que sea necesario provocar en el público, pero
siempre tanteando el terreno antes de asentar en él el pie... Venceremos
a nuestros adversarios infaliblemente, porque ellos no tendrán a
su disposición periódicos en los que puedan emitir sus ideas hasta
llegar al fin de una polémica, en virtud de las providencias tomadas
por nosotros, de las que ya antes tratamos. En cambio, nosotros
no tendremos necesidad de refutarlos seriamente. En nuestros periódicos
oficiales refutaremos enérgicamente los artículos que, como globos
exploradores, lanzaremos en nuestros órganos clasificados en la
tercera categoría, cuando sea necesario. Ya desde ahora, en las
filas del periodismo francés, por lo menos, existe una solidaridad
Franc-Masónica. Todos los órganos de la prensa están ligados entre
sí por el secreto profesional: a semejanza de los antiguos augures,
ninguno de sus miembros dejará escapar el secreto de sus conocimientos,
a menos que reciba la orden de quien puede dársela. Ningún periodista
se resolverá a traicionar este secreto, porque nadie es admitido
a este gremio si no tiene en su vida pasada alguna tacha vergonzosa
e infamante; y estas notas infamantes, al punto que se cometa la
traición, serían reveladas. Mientras que esas infamias ocultas son
el secreto de algunos, la aureola del periodista atrae la opinión
de la mayoría del pueblo, que los sigue con entusiasmo. Nuestros
cálculos y proyectos se extienden no sólo a las grandes capitales,
sino también a las provincias. Es necesario que también en ellas
excitemos esperanzas y aspiraciones opuestas a las que excitemos
en la capital, a la que inspiraremos las esperanzas y aspiraciones
espontáneas de las provincias. Claro es que la fuente de unas y
de otras será siempre la misma, es decir, nosotros. Mientras no
tengamos por completo el poder en nuestras manos, muchas veces tendremos
necesidad de que las capitales sean arrolladas por la opinión de
las provincias, esto es, de las mayorías manejadas por nuestros
agentes. Es preciso que las capitales, en el momento psicológico,
no discutan los acontecimientos por el solo hecho de haberlos aceptado
la mayoría de las provincias. Al entrar en el nuevo régimen que
preparará nuestro reinado, no podemos admitir que la prensa haga
pública la criminalidad: precisa hacer creer que el nuevo régimen
tiene a todos de tal manera satisfechos, que aun los crímenes han
desaparecido. Los casos que puedan poner de manifiesto esa criminalidad,
quedarán ignorados de todos, si no es de sus víctimas, de sus autores
y de los testigos accidentales.
índice
PROTOCOLO XIII
La necesidad del pan de cada día.- Las cuestiones políticas.-Las
cuestiones industriales.- Las casas públicas.- La verdad es una.-
Los grandes problemas.-
La necesidad del pan de cada día hace a los Goim (los Cristianos)
callar, y los convierte en nuestros humildes servidores. Los agentes,
sacados de entre ellos por nuestra prensa, discutirán bajo nuestras
órdenes todo aquello que nos sería molesto publicar directamente
en documentos oficiales, y nosotros, entretanto, aprovechando el
ruido provocado por estas discusiones, tomaremos las medidas que
juzguemos convenientes y las presentaremos al público como un hecho
consumado. Nadie tendrá el atrevimiento de reclamar la anulación
de lo que se haya decidido, tanto más que esto será presentado como
un progreso. La prensa, por otra parte, llamará la atención hacia
otras nuevas cuestiones; ya hemos acostumbrado a los hombres a esto,
como sabéis, a buscar siempre novedades. Algunos imbéciles, creyéndose
instrumentos del DESTINO, se lanzarán sobre estas nuevas cuestiones,
en las que no entienden palabra de lo que intentan discutir. Las
cuestiones políticas no son asequibles a nadie, sino a los que han
creado la misma política y desde hace siglos la vienen dirigiendo.
Por aquí veréis que sondeando la opinión de las multitudes no hacemos
más que facilitar la realización de nuestros designios y podéis
notar que simulamos buscar la aprobación no de nuestras acciones,
sino de nuestras palabras pronunciadas en tal o cual ocasión. Continuamente
estamos proclamando que en todas nuestras providencias y disposiciones
no tenemos más norte ni más guía que la esperanza unida a la certeza
de ser útiles al bien común. Para distraer a los hombres demasiado
inquietos de las cuestiones políticas les pondremos delante las
pretendidas nuevas cuestiones industriales. Que desahoguen sus furias
sobre estos nuevos temas. Las masas consentirán en permanecer inactivas
y en descansar de su pretendida actividad política (a que nosotros
mismos las hemos acostumbrado para luchar por medio de sus intermediarios
con los gobiernos de los Cristianos) bajo la condición de tener
nueva ocupación; nosotros les señalaremos casi la misma dirección
política. Con el objeto de que no lleguen a nada por medio de la
reflexión, les distraeremos de pensar en cosas serias por medio
de las diversiones, de los juegos, de los pasatiempos, de las satisfacciones
de las pasiones, de las casas públicas... Muy pronto propondremos
por medio de la prensa concursos de arte, de belleza, de sport...,
de todo. Estas futilezas alejarán definitivamente los ánimos de
ciertas cuestiones en las que nos sería molesto entrar en lucha
con ellas. Los hombres cada día pierden más la costumbre de pensar
por sí mismos y acabarán por hablar haciendo coro a nuestras ideas,
porque seremos los únicos que fijemos rumbos al pensamiento...,
por mediación de personas tales que, ya se comprende, no se creerá
que somos solidarios de ellas. El papel de los utopistas liberales
acabará definitivamente cuando nuestro gobierno sea reconocido.
Hasta entonces nos prestarán un buen servicio. Por eso todavía ahora
seguimos impulsando y estimulando a las inteligencias a inventar
toda clase de teorías fantásticas, nuevas y que dan en llamar progresistas,
porque hemos trastornado la cabeza a esos imbéciles Cristianos con
éxito completo por medio de esa palabreja: PROGRESO, y no existe
entre ellos uno solo que vea que tras de esta palabra se oculta
un error en todos los casos en que se trate de inventos materiales,
pues LA VERDAD ES UNA Y NO SABE NI PUEDE PROGRESAR EL PROGRESO,
COMO UNA IDEA FALSA, SIRVE PARA OSCURECER LA VERDAD A FIN DE QUE
NADIE LA CONOZCA FUERA DE NOSOTROS, LOS ELEGIDOS POR DIOS, LOS DEPOSITARIOS
DE LA VERDAD Cuando llegue nuestro reinado, nuestros oradores disertarán
acerca de los grandes problemas que han conmovido a la humanidad
para traerla finalmente bajo nuestro dominio. ¿Quién podrá entonces
poner en duda que todos esos grandes problemas fueron planteados
por nosotros, siguiendo un plan político que nadie pudo adivinar
ni sospechar siquiera en el transcurso de tantos siglos?.
índice
PROTOCOLO XIV
La Religión del porvenir.- La esclavitud futura.- Imposibilidad
de conocer los misterios la Religión del porvenir.- La Pornografía
y el porvenir de la palabra impresa.
Al advenimiento de nuestro reinado no reconoceremos la existencia
de ninguna religión fuera de la de nuestro Dios único, con el que
nuestros destinos están ligados íntimamente, porque somos el Pueblo
Escogido, por el cual este mismo destino está unido a los de todo
el mundo. Por esto tenemos que destruir todas las creencias. Si
éstas han podido dar origen al Ateísmo contemporáneo, este estado
transitorio no perjudica nuestros objetivos, sino que servirá de
ejemplo a las generaciones que oirán nuestras predicaciones sobre
la Religión Mosaica, cuyo sistema estoico y perfectamente concebido
nos ha dado por resultado la conquista de todos los pueblos de la
tierra. Haremos ver así su verdad mística en la que podemos decir
descansa toda su fuerza educadora. Publicaremos entonces en todas
las ocasiones artículos en los que haremos comparación de nuestro
benéfico gobierno con los del pasado. Los errores de los gobiernos
de los Cristianos serán pintados con los más vivos colores. Tanto
horror y repugnancia hacia ellos provocaremos, que los pueblos preferirán
el descanso de la esclavitud a los famosos derechos de la Libertad
que por tanto tiempo los trajeron atormentados y los privaron hasta
de los medios necesarios de subsistencia; que los hicieron ser explotados
por una turba de aventureros, sin poder siquiera saber qué era lo
que hacían... Los cambios inútiles de gobierno, a los que continuamente
empujábamos a los Cristianos, mientras minábamos sus instituciones,
dejarán de tal manera cansados a los pueblos en esta época, que
más querrán soportar cualquier cosa de nuestra parte que correr
de nuevo el riesgo de nuevas agitaciones. Haremos notar especialmente
los errores de los gobernantes que figuran en la historia, que sin
haber producido un verdadero bien a la humanidad, torturaron durante
tantos siglos a los pueblos para correr en pos de ilusorios bienes
sociales, sin darse cuenta de que sus proyectos en vez de mejorar
las relaciones de la vida humana las empeoraban. Nuestros filósofos
discutirán todas las deficiencias de las creencias cristianas; pero
nadie jamás podrá discutir nuestra religión desde su verdadero punto
de vista, porque nadie la conocerá en su fondo, a excepción de nuestros
sabios, que nunca ni por nada osarán revelar sus secretos. En los
pueblos que se tienen por adelantados, crearemos una literatura
obscena, lúbrica, abominable. La fomentaremos todavía por algún
tiempo antes de nuestra llegada al poder, para hacer resaltar el
contraste entre nuestros discursos y programas y aquellas torpezas
y obscenidades. Nuestros sabios, educados para gobernar a los Cristianos,
compondrán discursos, memorias, proyectos que nos darán el necesario
influjo sobre las inteligencias y nos permitirán encauzar sus actividades
hacia las ideas y conocimientos que queramos imponerles.
índice
PROTOCOLO XV
Golpe de estado mundial en un solo día.- Las sentencias
de muerte.- La futura suerte de los Franc-Masones.- Carácter místico
del poder.- Multiplicación de las logias masónicas.- El gobierno
central de los sabios.- Al asunto Azeff.- La Franc-Masonería, guía
de todas las sociedades secretas.- Importancia del éxito público.-
El colectivismo.- Las víctimas.- Sentencias de muerte de los Franc-Masones.-
Desprestigio de las leyes y de la autoridad.- La predestinación.-
Brevedad y claridad de las leyes del futuro reino.- Obediencia a
la autoridad.- Medidas contra el abuso del poder.- Crueldad en los
castigos.- Límite de edad para los jueces.- El liberalismo de los
jueces y del poder.- El dinero del mundo.- Absolutismo de la
Masonería.- Derecho de Casación.- Aspecto patriarcal del futuro
gobierno.- Deificación del mismo.- El derecho del más fuerte, derecho
único. - El rey de Israel, patriarca del Mundo.
Cuando al fin comencemos a reinar con la ayuda de golpes de estado
preparados en todas partes para el mismo día, después de la
confesión definitiva de la nulidad de todos los gobiernos
existentes (y para que esto llegue pasará todavía algún tiempo,
tal vez un siglo), impediremos que se conspire contra nosotros.
Para ello condenaremos a muerte a todos aquellos que acojan nuestro
advenimiento al poder con las armas en la mano. Toda creación de
una nueva sociedad secreta, sea la que fuere, será castigada con
la pena de muerte. Las que existen ahora y que nos son conocidas,
quedarán igualmente abolidas, no obstante que nos han servido y
tienen aún que servirnos, y serán desterradas a los continentes
más lejanos de Europa. Esta es la conducta que habremos de seguir
con los Franc-Masones Cristianos que saben demasiado; a los que
perdonemos por cualquier razón, los mantendremos bajo un perpetuo
terror del destierro. Promulgaremos una ley, según la cual, todos
los antiguos miembros de sociedades secretas deberán abandonar a
Europa, centro de nuestro gobierno. Las resoluciones de nuestro
gobierno serán definitivas y sin que quepa apelación contra ellas.
En las sociedades cristianas en las que hemos sembrado tan profundas
raíces de discusiones y protestas, no se puede restablecer el orden,
sino por medidas muy severas y que manifiesten un poder inflexible;
es inútil tomar en cuenta el número de víctimas que caigan en vista
del bien que de tales castigos ha de resultar. El deber de todo
gobierno que tiene conciencia de su personalidad y de su ser es
no solamente gozar de los privilegios, sino cumplir los deberes
que como gobierno tiene y procurar el bien común, aunque sea a costa
de enormes sacrificios. Para que un gobierno sea verdaderamente
fuerte, inconmovible, es necesario que haga brillar el prestigio
de su poder, lo que no se obtiene sino por la inflexibilidad majestuosa
de su fuerza, que ha de llevar consigo las señales de la inviolabilidad
mística de la elección divina. Tal era hasta hace poco tiempo la
autocracia rusa, que constituía nuestro único enemigo serio en el
mundo con el Pontificado de la Iglesia Católica. Recordad el ejemplo
de Italia inundada de sangre, que no tocó, sin embargo, un solo
cabello de la cabeza de Sila que tanta de esa sangre había derramado.
Sila, a los ojos del pueblo, era como un Dios por su poder; y, a
su audaz regreso a Italia, ese pueblo martirizado por él, lo deificó,
lo hizo intocable... Así el pueblo no se atreve a tocar a quien
ha sabido hipnotizarlo por su valor y su fuerza de voluntad. Mientras
llega el tiempo de nuestra dominación, crearemos y multiplicaremos
las logias masónicas en todos los países del mundo. atraeremos a
ellas a todos los que son y pueden ser agentes aptos. Estas logias
formarán nuestro principal centro de enseñanzas y el medio mejor
de nuestra influencia y difusión de nuestras actividades. Concentraremos
todas esas logias en un gobierno solamente conocido por nuestros
sabios. Las logias tendrán su representante, detrás del cual quedará
oculto el gobierno de que hablamos, y ese representante será el
que dé la palabra de orden y el programa. Formaremos en esas logias
el núcleo de todos los elementos revolucionarios y liberales. En
su composición caben como elementos todas las clases sociales. Los
proyectos políticos más secretos nos serán conocidos y caerán bajo
nuestra dirección aun antes que aparezcan. En el número de miembros
de esas logias estarán casi todos los agentes de policía nacional
e internacional (como sucedió en el asunto Azeff), pues sus servicios
son insustituibles para nosotros; la policía puede no solamente
tomar providencias contra los recalcitrantes, sino también encubrir
y solapar nuestros actos, crear pretextos de descontento, etc...
Los que ingresan en las sociedades secretas, de ordinario son los
ambiciosos, los aventureros, y en general, hombres ligeros en su
mayor parte, con los cuales no tendremos dificultad para ponernos
de acuerdo para la realización de nuestros proyectos. Si se producen
desórdenes, esto será indicio de que tenemos necesidad de provocarlos
para destruir una solidaridad excesiva. Si surge algún complot en
su seno, al que hay que señalar como verdadero autor no hay que
ir a buscarlo sino entre nuestros más fieles servidores. Es natural
que sea alguno de nosotros, pues nadie más que nosotros manejamos
los asuntos de la masonería, porque sabemos a dónde vamos, conocemos
el objetivo final de toda acción, mientras que los Cristianos nada
saben, ni aun del resultado inmediato; ordinariamente se contentan
con un éxito momentáneo de amor propio en la ejecución de sus planes,
sin fijarse siquiera en que esos planes no se deben a su iniciativa,
sino que les fueron sugeridos por nosotros. Los Cristianos entran
en las logias por curiosidad, o si no, con la esperanza de que ello
les sirva para poder obtener un puesto en el banquete del presupuesto
público; algunos, para tener oportunidad de poder expresar públicamente
sus sueños irrealizables que no pasan de desvaríos; están sedientos
de la emoción que produce el éxito, y acarrean los aplausos, cosas
de que nunca nos mostramos parcos ni avaros. También les proporcionamos
éxitos, para aprovecharnos de la satisfacción que sienten de sí
mismos, la que a la vez nos proporciona la facilidad de que estos
hombres acepten nuestras sugestiones sin recelo ni precaución alguna
y enteramente convencidos de que expresan sus propias ideas y de
que son incapaces de apropiarse las de otros... No podéis imaginaros
cómo se puede llevar a los Cristianos más inteligentes hasta la
más inconsciente simplicidad a condición de dejarlos satisfechos
de sí mismos y al mismo tiempo, cuán fácil es desanimarlos con el
más insignificante fracaso, aunque no sea sino negándoles el aplauso,
y lo fácil que es someterlos a la más servil obediencia a fin de
obtener un nuevo éxito... Mientras los nuestros tienen en poco el
éxito con tal que logren realizar sus designios, los Cristianos
están prontos a sacrificar todos sus proyectos a cambio de un éxito
ruidoso. Esta psicología nos facilita notablemente el trabajo de
dirigirlos. Tigres en apariencia, tienen almas de cordero y sus
cabezas están completamente vacías. Les hemos dado como distintivo
bufonesco el sueño o desvarío de la absorción de la individualidad
humana por la unidad simbólica del colectivismo; y ellos no han
comprendido, ni comprenderán en mucho tiempo, que esta bufonada
es una violación evidente de la más importante de las leyes de la
naturaleza, que creó después del primer día de la creación, cada
ser distinto de los demás, precisamente para que su distinción afirmara
su individualidad. El que nosotros hayamos podido inducirlos a aceptar
ciegamente esta necedad ¿no prueba con evidencia palpable hasta
qué punto su inteligencia es inferior a la nuestra? Esta circunstancia
es la principal garantía de nuestros éxitos. ¡Con qué claridad vieron
las cosas nuestros sabios al decir que para llegar a nuestro fin
no debíamos detenernos ante los medios ni contar el número de víctimas
sacrificadas! ¡NOSOTROS NO HEMOS CONTADO A LOS IMBÉCILES CRISTIANOS
Y AUNQUE HAYAMOS SACRIFICADO A MUCHOS DE LOS NUESTROS, HEMOS DADO
SOBRE ESTA TIERRA A NUESTRO PUEBLO UN PODER QUE JAMAS SE HABRÍA
ATREVIDO A SOÑAR! Las víctimas, relativamente pocas de los nuestros,
lo han salvado de su ruina. La muerte es el fin inevitable de todos.
Mejor es acelerar el fin de aquellos que ponen obstáculos a nuestra
obra, que no el de nosotros que somos los que a esa obra hemos dado
el ser.î A los Franc-Masones les damos muerte de manera que nadie,
excepto sus hermanos, ni aun las mismas víctimas, pueden sospechar
de su condenación; todos mueren. cuando es necesario, como de una
enfermedad natural... Sabiendo esto, ni la hermandad misma
se atreve a protestar. Estas medidas han desterrado y extirpado
de la masonería todo germen de protesta. A pesar de que a los Cristianos
predicamos el liberalismo, a nuestro pueblo y a nuestros agentes
los tenemos bajo una obediencia absoluta. Gracias a nuestra influencia,
la ejecución de las leyes de los Cristianos ha quedado reducida
al mínimum. El prestigio de la ley está minado por las interpretaciones
liberales que nosotros hemos introducido. En las causas y cuestiones
políticas v de principios, los tribunales deciden como nosotros
les ordenamos; ven las cosas a la luz que nosotros les presentamos.
Para todo esto nos servimos, como intermediarios, de personas con
las que nadie cree que tenemos nada de común; nos servimos de la
opinión, de la prensa y de otros medios. Los senadores mismos y
la administración superior aceptan ciegamente nuestros consejos.
La inteligencia netamente animal de los Cristianos es incapaz de
análisis y observación, y más todavía, de prever hasta dónde puede
llegar una cierta manera de presentar las cuestiones. En esta diferencia
de aptitudes que hay entre nosotros y los Cristianos para pensar,
se puede ver claramente el sello de nuestra elección y la marca
de nuestra humanidad. La inteligencia de los Cristianos es instintiva,
animal. Ellos ven, mas no prevén ni inventan (excepto cosas materiales).
Por aquí se ve claramente que la naturaleza misma nos tiene destinados
a dirigir y gobernar el mundo. Llegado el tiempo que gobernemos
abiertamente y que mostremos al pueblo los beneficios de nuestro
gobierno, compraremos todas las legislaciones: nuestras leyes serán
breves, claras, sólidas, sin comentarios y tales que todos las pueden
conocer. La nota sobresaliente de ellas será la obediencia a las
autoridades llevada a un grado sumo. Entonces desaparecerán todos
los abusos como consecuencia de la responsabilidad de todos, hasta
el último, ante la autoridad superior del representante del poder.
Los abusos de autoridad de los funcionarios inferiores serán castigados
con tal severidad, que a nadie le quedarán deseos de ensayar sus
propias fuerzas. Seguiremos con ojo vigilante cada acto de la administración
de que depende el mecanismo de la máquina de gobierno, pues el libertinaje
en el gobierno produce el libertinaje en todas las clases. Todo
caso de ilegalidad y todo abuso será castigado de manera ejemplar.
El encubrimiento, la complicidad solidaria entre los funcionarios,
desaparecerán con los primeros ejemplos de un castigo riguroso.
El prestigio de nuestro gobierno exige castigos eficaces, es decir,
crueles, por la menor infracción de las leyes. pues toda infracción
es un atentado al alto prestigio de la autoridad. El que resulte
condenado será indefectiblemente castigado por su delito; será como
el soldado caído en el campo de batalla gubernativo, por la autoridad,
los principios y las leyes que no toleran que los intereses privados
especulen con los cargos públicos, ni aun tratándose de los que
guían el carro de la Sociedad. Nuestros jueces sabrán que si buscan
el elogio de una imprudente blandura, violan la ley de la Justicia
que ha sido instituida para ordenar a los hombres por medio del
castigo de los delitos, y no para que el juez haga ostentación de
la bondad de su alma. Es permitido hacer esas manifestaciones de
bondad y de estas cualidades en la vida privada, pero no en el campo
de la vida pública, que es como la base y fundamento de la educación
de la vida humana. Nuestro personal judicial no prestará servicios
pasados los cincuenta años de edad, pues los ancianos son más obstinados
en sostener sus opiniones preconcebidas y están menos dispuestos
a obedecer las nuevas ordenanzas, y en segundo lugar, porque esto
nos permitirá más fácilmente renovar el personal, que así nos será
más sumiso: quien quiera conservar su empleo, deberá obedecer ciegamente
para merecer este favor. Generalmente, nuestros jueces serán escogidos
exclusivamente por nosotros entre aquellos que comprendan que su
papel es el de castigar y aplicar leyes; no el de hacer ostentación
de liberalismo con detrimento del Estado, como lo hacen al presente
los Cristianos. Los cambios de personal servirán también para afirmar
la solidaridad de los colegas y los tendrán a todos más estrechamente
ligados a los intereses del gobierno del que depende su suerte.
La nueva generación de jueces será educada de tal manera que considerará
inadmisibles los abusos que puedan atacar el orden establecido en
las relaciones de nuestros súbditos entre sí. Hoy, los jueces Cristianos,
no teniendo una idea exacta de su deber, se manifiestan indulgentes
con todos los crímenes, porque los actuales gobernantes, al nombrar
para este cargo a los jueces, no tienen cuidado de inspirarles el
sentimiento de ese deber y la conciencia de la labor que su cargo
exige. Así como los animales hacen salir a su prole en busca de
la presa, los Cristianos confían a sus súbditos estos puestos proporcionándoles
una buena renta, sin preocuparse de hacerles comprender el fin para
que tales cargos han sido establecidos. Por eso los gobiernos se
destruyen a sí mismos con sus propias fuerzas y con los actos de
su administración. Saquemos, pues, del resultado ya conocido de
estos actos una lección más para nuestro gobierno. Desterraremos
el liberalismo de todos los cargos importantes de nuestra administración;
de esto dependerá la educación de nuestros subordinados con relación
al orden social. A esos cargos serán admitidos solamente los que
hayan sido educados para ellos por nosotros. Se nos podrá objetar
que el retiro de los funcionarios ocasionará fuertes gastos al Erario.
Respondemos desde luego que previamente se les proporcionará un
empleo particular para compensarlos del que se les quita en la administración
pública; y en segundo lugar, que estando en manos de nuestro gobierno
todo el dinero del mundo, éste no teme los gastos excesivos. Nuestro
absolutismo será consecuente en todo. Por esta razón nuestra poderosa
voluntad será respetada y ejecutada sin objeción alguna siempre
que ordenemos. No tendrá ella en cuenta murmuraciones ni descontentos;
cualquier rebeldía será reprimida con castigos ejemplares. El derecho
de casación quedará abolido, sin que nadie, sino nosotros, los gobernantes,
pueda recurrir a él, porque no debemos permitir que nazca en el
pueblo la idea de que haya podido dictarse una sentencia injusta
por jueces que han sido nombrados por nosotros. Si algo de esto
llegase alguna vez a suceder, nosotros mismos casaremos la sentencia;
pero aplicando al mismo tiempo al juez un castigo tan ejemplar,
por no haber sabido comprender su deber y su cargo, que semejantes
casos no se repetirán. Una vez más insisto en que nosotros tendremos
conocimiento de todos los pasos de nuestra administración, que basta
vigilar para que el pueblo esté contento de nosotros, porque hay
derecho de exigir a un buen gobierno buenos funcionarios. Nuestro
gobierno tendrá, por su parte, cierta semejanza con una tutela patriarcal
o paternal. Nuestro pueblo y nuestros súbditos verán en él un padre
que conoce a fondo todas las necesidades, todos los actos, todas
las relaciones de sus súbditos entre sí y con el gobierno. Con esto,
los súbditos se penetrarán de tal manera del pensamiento de que
es imposible evadir esta tutela y dirección, si quieren gozar de
paz y de tranquilidad, que reconocerán la autocracia de nuestro
gobierno con un respeto que toque en adoración, principalmente cuando
se convenzan de que nuestros funcionarios no deben al pueblo el
cargo que desempeñan y en desempeñarlo no hacen más que cumplir
ciegamente las leyes. Quedarán contentos nuestros súbditos de que
hayamos reglamentado todo en su vida social, como lo hacen los padres
prudentes que quieren educar a sus hijos en el sentimiento del deber
y de la obediencia. Pues, los pueblos con relación a nuestra política,
y sus secretos, son hijos menores eternamente, como ahora lo son
los actuales gobiernos. Como veis, yo establezco como base de nuestro
despotismo el derecho y el deber: el derecho de exigir el cumplimiento
del deber, es el primer deber de un gobierno, que es un padre para
sus súbditos. El tiene el derecho del más fuerte, y debe usar de
él para dirigir a la humanidad hacia el orden establecido por la
naturaleza, hacia la obediencia. En el mundo todo obedece, excepto
el hombre, a lo menos a las circunstancias, o a su propia naturaleza,
o al más fuerte en todo caso. Seamos, pues, EL MAS FUERTE en atención
al bien. Debemos saber sacrificar sin vacilaciones a los individuos
aislados, violadores del orden establecido, porque hay una gran
fuerza educadora en el castigo ejemplar del mal. Si el rey de Israel
pone sobre su frente la corona que le ofrecerá Europa, él será el
patriarca del mundo. Las víctimas necesariamente sacrificadas por
él para que pudiera llegar a este trono, no igualarán jamás en número,
a los sacrificados durante tantos siglos de locura y de grandezas
por la rivalidad de los príncipes y gobiernos cristianos. Nuestro
rey estará en contacto constante con el pueblo; le dirigirá la palabra
desde la tribuna, y la ya citada oficina central de noticias difundirá
simultáneamente su palabra por todo el mundo.
índice
PROTOCOLO XVI
Las universidades inofensivas.- El Clasicismo sustituido.- La
educación y la profesión.- Reclame de la autoridad del gobierno
en las escuelas.- Abolición de la enseñanza libre.- Las nuevas teorías.-
La independencia del pensamiento.- Enseñanza por imágenes.
Con el fin de destruir todas las fuerzas colectivas, excepto las
nuestras, suprimiremos las universidades, primera etapa del colectivismo,
y fundaremos otras con un espíritu nuevo. Sus jefes y profesores
serán preparados secretamente en su labor, por programas de acción
secretos y minuciosos, sin poder apartarse de ellos en ningún punto.
Serán nombrados con especial prudencia y en todo dependerán del
gobierno. Excluiremos de la enseñanza el Derecho Cívico, así como
todo lo demás que tenga relación con las cuestiones políticas. Estas
materias serán enseñadas a unas cuantas decenas de individuos seleccionados
en virtud de sus aptitudes sobresalientes. Las universidades no
deben dejar salir de sus aulas a esos picos de oro forjadores de
constituciones como si compusieran comedias o tragedias y que se
ocupan en cuestiones políticas de las que ni sus padres comprendieron
jamás una palabra. El falso conocimiento que tienen los hombres
de esta materia, las más veces ha dado origen a los utopistas y
a los malos ciudadanos: a vuestra vista está lo que la educación
general de hoy ha hecho de los Cristianos. Hemos tenido necesidad
de inyectar en su educación todos esos principios que tan brillantemente
nos han servido para debilitar su orden social. Pero una vez que
nos hayamos adueñado del poder, proscribiremos de la educación todas
las materias de enseñanza que pueden traer el desorden, y haremos
de los jóvenes, niños obedientes a las autoridades y amantes de
los que gobiernan, como un apoyo y una esperanza de paz y de tranquilidad.
Reemplazaremos el Clasicismo, haciendo otro tanto con el estudio
de la historia antigua que presenta más ejemplos malos que buenos
para el estudio del programa del porvenir. Borraremos de la memoria
de los hombres todos los acontecimientos de los siglos pasados que
no nos son gratos, no conservando sino los que dan a conocer las
faltas de los gobiernos cristianos. La vida práctica, el orden social
natural, las relaciones de los hombres entre sí, la obligación de
evitar los malos ejemplos del egoísmo, que siembran la semilla del
mal, y otras cuestiones semejantes de carácter pedagógico quedarán
en la primera línea del programa del porvenir, en la enseñanza de
cada profesión, que según ella sea, será distinto, y que no generalizará
la enseñanza bajo cualquier pretexto. Esta forma de plantear la
cuestión tiene una importancia particular. Cada clase social debe
ser educada dentro de los límites precisos, de conformidad con el
destino y el trabajo que le son propios. Los genios potentes siempre
han sabido y sabrán deslizarse entre las otras clases; pero dejar
entrar en clase extraña a los que pueden considerarse como valores
negativos, permitirles usurpar el lugar que correspondería a otros
por el nacimiento y la profesión al igual que a esos mismos genios
excepcionales, es una verdadera locura. Vosotros sabéis qué consecuencias
ha tenido para los Cristianos este absurdo manifiesto. Para que
el gobierno tenga el lugar que le corresponde en los corazones y
el ánimo de sus súbditos, es necesario que mientras dure se le enseñe
al pueblo en las escuelas y en las plazas públicas la importancia
del gobierno y cuáles son sus deberes, y en qué cosas su actividad
puede contribuir al bienestar del mismo pueblo. Aboliremos toda
enseñanza libre. Los estudiantes tendrán el derecho de unirse con
sus padres en los establecimientos escolares, como se acostumbra
hacerlo en los clubs y en los días de fiesta, los profesores darán
conferencias, de las llamadas libres, acerca de las relaciones de
los hombres entre sí; sobre las leyes de la imitación; sobre los
malos resultados de la competencia ilimitada; en fin, sobre filosofía
de las nuevas teorías que el mundo todavía no conoce. Haremos de
estas teorías un dogma y nos serviremos de ellas para atraer a los
hombres a nuestra fe. Al terminar la exposición de nuestro programa
de acción en el presente y en lo futuro, os expondré las bases de
esas teorías. En una palabra, sabiendo por la experiencia de muchos
siglos, que los hombres viven y se dirigen por las ideas; que éstas
no les son inculcadas sino por la educación impartida con igual
resultado a todas las edades con procedimientos diferentes, entiéndase
bien: nosotros adoptaremos y nos asimilaremos en provecho nuestro
los últimos resplandores o destellos del pensamiento independiente
que desde tiempo atrás venimos dirigiendo hacia las materias e ideas
que nos son necesarias. El sistema de represión del pensamiento
ya está en vigor en el método llamado Enseñanza por medio de la
imagen, que debe transformar a los Cristianos en animales dóciles,
que no piensen, que necesiten la representación por las imágenes
para comprenderlas... En Francia, uno de nuestros mejores agentes,
Bourgeois, ha divulgado el nuevo programa de educación por medio
de la imagen.
índice
PROTOCOLO XVII
El Foro.- Influencia de los sacerdotes cristianos.- La libertad
de conciencia.- El rey de los Judíos, Patriarca y Pontífice.- Medios
de lucha entre la Iglesia existente.- Problemas de la prensa contemporánea.-
Organización de la policía.- La policía voluntaria.- El espionaje
conforme al modelo judío.- Los abusos del poder.
El Foro ha producido hombres crueles, fríos, testarudos, sin principios,
que se colocan siempre en un terreno impersonal netamente legal.
Se proponen a todo trance la defensa y no el bien social. De ordinario
no rehusan defensa alguna tratando de obtener la más alta recompensa
por su labor y aferrándose a las argucias de la jurisprudencia:
esto es, lo que ha desmoralizado a los tribunales. Por todo esto,
permitiendo esta profesión dentro de ciertos límites, haremos a
sus miembros funcionarios ejecutivos. A los abogados, lo mismo que
a los jueces, se les privará del derecho de comunicarse con los
litigantes: recibirán las causas del tribunal; las estudiarán según
las memorias y los documentos de los relatos judiciales, defendiendo
a sus clientes conforme a los interrogatorios del tribunal, una
vez que esté terminado el esclarecimiento de los hechos. Los honorarios
que percibirán serán independientes de la calidad de la defensa.
De esta manera tendremos un defensa honesta e imparcial, dirigida
no por el interés, sino por la convicción. Esto suprimirá también
la corrupción actual de los asesores, a los que no consentiremos
más que en el caso que aquel que pague sea el que gane una causa.
Hemos tenido buen cuidado de desacreditar la clase de los sacerdotes
cristianos y de desorganizar por este medio su ministerio, que mucho
podría en la actualidad perjudicarnos. Su influencia sobre los pueblos
decrece más cada día. La libertad de conciencia está hoy proclamada
en todas partes. Por lo tanto, sólo algunos años tendremos que esperar
para ver la ruina completa de la religión Cristiana; lograremos
aún más fácilmente la completa extinción de las demás religiones;
pero es demasiado pronto para hablar de ello. Al clericalismo y
a los clericales los meteremos dentro de marcos tan estrechos, que
su influencia será casi nula en relación con la que tuvieron en
épocas pasadas. Pero, cuando los pueblos se echen encima de ellos
asumiremos el papel de defensores para evitar el derramamiento de
sangre. Por esta línea curva, penetraremos dentro de la fortaleza,
y por nada la abandonaremos hasta arruinarla completamente. El rey
de los judíos será el verdadero papa del universo, el patriarca
de la Iglesia internacional. Pero mientras no hayamos educado a
la juventud en las nuevas creencias de transición, y después en
las nuestras, no tocaremos de una manera manifiesta a las iglesias
cristianas existentes; pero lucharemos contra ellas por medio de
la crítica, provocando las disensiones. En general, nuestra prensa
contemporánea revelará los negocios de estado, las religiones, la
ineptitud de los Cristianos, todo ello en términos los más indecentes
para infamarlos de todas maneras, COMO EXCLUSIVAMENTE SABE HACERLO
EL GENIO DE NUESTRA RAZA. Nuestro reinado será la apología del reinado
de Vichnou, que es su símbolo: de nuestras cien manos cada una tendrá
un resorte de la máquina social. Todo lo veremos sin la ayuda de
la policía oficial, que tal como la hemos formado, en la actualidad
no deja a los gobiernos cristianos que vean todo lo que sería necesario.
Conforme a nuestro programa un grupo de terceras personas vigilará
a los demás, y esto no por otro móvil que el sentimiento del deber
y por servir al Estado voluntariamente. Entonces no se considerará
deshonroso servir de espía y delator. sino algo digno de alabanza
y premio; pero las delaciones mal fundadas serán cruelmente castigadas,
para que no haya abusos en este sentido. Nuestros agentes serán
sacados lo mismo de las altas clases sociales que de las bajas;
de la burocracia que se divierte; de entre los editores, libreros,
impresores, dependientes de comercio, obreros, cocheros, lacayos,
etc. Esta policía desprovista de derechos, sin autorización para
obrar por sí misma, y por lo tanto, sin poderes, no hará otra cosa
sino servir de testigo y presentar sus denuncias: la comprobación
de las denuncias y las aprehensiones dependerán de un grupo de Directores
de los asuntos policíacos, las aprehensiones serán efectuadas por
el cuerpo de gendarmes y por la policía municipal. El que no presente
su informe o denuncia de lo que haya visto u oído, sobre cuestiones
políticas, será considerado igualmente como culpable del delito
de encubridor o como cómplice, lo mismo que si hubiera cometido
ambos delitos. Del mismo modo que hoy nuestros hermanos están obligados
bajo su responsabilidad, a denunciar ante la comunidad a los renegados
o a toda persona que emprenda cualquier acción contraria a esa misma
comunidad, así en nuestro reino universal será obligatorio para
todos nuestros súbditos servir al Estado en esa misma forma. Esta
organización destruirá los abusos de la fuerza, de la corrupción
y todo aquello que nuestros consejos y nuestras teorías de los derechos
del hombre han introducido en las costumbres de los Cristianos.
Pero ¿cómo si no hubiéramos podido obtener que se multiplicaran
los motivos de desorden en sus gobiernos? ¿Por qué otros medios
más aptos? Ciertamente, uno de los más importantes son los agentes
a cuyo cargo está la conservación y el restablecimiento del orden.
A éstos hay que dejarlos en condiciones de que puedan manifestar
y desarrollar sus malas inclinaciones y caprichos, de que abusen,
en fin, de sus poderes, y al primer Jefe, aún de que pueda aceptar
de vez en cuando sus vasos de vino.
índice
PROTOCOLO XVIII
Medidas de seguridad.- Vigilancia sobre los conspiradores.-
Una guardia invisible es la ruina del poder.- La guardia del rey
de los Judíos.- El prestigio místico del poder.- Prisión a la primera
sospecha.
Cuando sea necesario aumentar las medidas de precaución por medio
de la policía (que tanto desprestigian a los gobiernos), simularemos
desórdenes y manifestaciones de descontento valiéndonos para ello
de buenos oradores. Las personas que efectivamente alimenten sentimientos
contrarios a nosotros, se unirán a aquellos que van desempeñando
el papel que nosotros les hemos encomendado. Esto nos dará pie para
autorizar pesquisas, cacheos y vigilancias especiales, para las
que nos valdremos, como agentes, de los servidores que hayamos entresacado
de la policía de los Cristianos. Como la mayoría de los conspiradores
lo son por amor al arte, y por fanfarronada, no les causa remos
daño alguno mientras no lleguen a vías de hecho; lo único que haremos
será tenerlos bien vigilados. No hay que olvidar que el prestigio
del poder se menoscaba si con frecuencia se descubren conspiraciones;
esto implica una confesión de la impotencia del gobierno, o lo que
es todavía peor, de la injusticia de su propia causa. Vosotros no
ignoráis que el prestigio de los reyes y gobernantes cristianos
lo hemos destruido nosotros por medio de frecuentes atentados cometidos
por nuestros agentes, que no son sino estúpidos borregos de nuestro
rebaño; es cosa agradable impulsar al crimen por medio de unas cuantas
frasecillas de sabor liberal, con un tinte político. Obligaremos
a los gobernantes a reconocer su impotencia por las medidas de seguridad
que se verán obligados a tomar manifiestamente, y por este medio,
aminoraremos el prestigio. Nuestro gobierno será custodiado por
una guardia secreta, que casi nadie advertirá, porque no admitimos
ni siquiera la idea de que pueda existir un partido o facción contrarios,
que no esté en condiciones de combatir y que tuviera que cuidarse
de ellos. Si admitimos esta idea, como lo hacen todavía los Cristianos,
habríamos firmado una sentencia de muerte, si no la del soberano
mismo, la de su dinastía en un porvenir no lejano. Según las apariencias
rigurosamente observadas, nuestro gobierno no se servirá del poder
sino para bien del pueblo, y no para provecho personal ni de su
dinastía. Así, guardando esta conducta honrada y decorosa, su poder
será honrado y respetado y defendido por sus mismos súbditos; se
le adorará bajo la idea de que el bienestar de cada uno de los súbditos
depende del orden y de la economía social... Cuidar al rey de una
manera manifiesta y visible sería reconocer la debilidad de la organización
del gobierno. Nuestro rey, cuando se encuentre en medio de sus súbditos,
estará siempre rodeado de una multitud de hombres y mujeres que
parecerán curiosos que ocupan las primeras filas cerca de él, por
mera casualidad, y que detendrán las filas de los demás, como para
evitar el desorden. Esto será un ejemplo de moderación. Si entre
la multitud hubiere algún pretendiente que se empeñe en hacer llegar
al soberano su petición, esforzándose por abrirse paso a través
del pueblo, los que se encuentren en las primeras filas deberán
tomar la solicitud del peticionario de sus manos y a su vista hacerlo
llegar a las del soberano, para que todos sepan que llegó a su destino
y para que al mismo tiempo comprendan que hay un control, algo que
impide que cualquiera pueda llegar hasta él. Con la institución
de una guardia oficial desaparece el prestigio místico del poder.
Cualquier hombre dotado de cierta audacia se cree dueño del poder,
el faccioso no desconoce su fuerza y acecha la ocasión de acometer
cualquier atentado contra el poder. Cosa muy distinta decimos a
los Cristianos en nuestro discurso. pero bien vemos cuáles han sido
las consecuencias de las precauciones manifiestas y visibles. Arrestaremos
a los criminales a la primera sospecha más o menos fundada: el temor
de padecer un error, no debe ser motivo para darles facilidades
de huida a individuos sospechosos de un delito o de un crimen político,
crímenes y delitos para los que no tendremos consideración y debemos
ser despiadados. Si se puede, forzando un poco el sentido de las
cosas, aceptar el examen de motivos en los crímenes ordinarios,
no puede haber excusa ninguna para tolerar que alguien se ocupe
en cuestiones políticas que nadie, fuera del gobierno, puede entender.
Ni aun todos los gobiernos actuales son capaces de entender la verdadera
política.
índice
PROTOCOLO XIX
El derecho de petición y de iniciativa.- Los Partidos.- Los
crímenes políticos juzgados por los tribunales.- Publicidad para
los crímenes políticos.
Si no admitimos que nadie se ocupe directamente en política, en
cambio, estimularemos todo informe o toda iniciativa que invite
al gobierno a mejorar la condición del pueblo; lo que nos dará oportunidad
de ver los defectos o fantasías e ilusiones de nuestros súbditos,
a los que responderemos o con la ejecución del proyecto de que se
trate, o con una refutación sensata que ponga de manifiesto la capacidad
de sus autores. Los partidos no son otra cosa que el ladrido de
un perrito contra un elefante. Para un gobierno bien organizado,
no desde el punto de vista policial, sino social, el perrillo ladra
al elefante porque ignora el lugar que le corresponde y su valor.
Basta demostrar con un buen ejemplo la importancia de cada uno,
para que los perrillos dejen de ladrar y se dediquen a menear el
rabo tan pronto como ven a los elefantes. Para despojar al crimen
político del prestigio y la aureola del valor, llevaremos a los
acusados por estos delitos al banquillo de los delincuentes vulgares,
lo mismo que se lleva al ladrón, al asesino y a cualquier criminal
despreciable. Entonces la opinión pública confundirá en su interior
esta categoría de criminales políticos en la ignominia y vergüenza
de los demás, y los castigará con igual menosprecio y repugnancia.
Nos hemos propuesto, y creo que lo conseguiremos, impedir a los
Cristianos el que puedan ellos combatir los crímenes políticos de
esta manera. Con este propósito, por medio de la prensa, en discursos
públicos y por los manuales de historia escritos conforme a nuestras
miras, hemos hecho LA PUBLICIDAD DEL MARTIRIO, lo que será aceptado
por los facciosos a causa del bien común. Tal reclamo ha aumentado
los contingentes de liberales y a miles de Cristianos los ha alistado
en nuestro ejército.
índice
PROTOCOLO XX
El programa financiero. - El impuesto progresivo.- Percepción
progresiva por sellos o estampillas.- Depósito de papeles, valores
y estancamiento del dinero. - Inspección.- Abolición de la representación.-
Estancamiento de capitales.- Emisión de dinero.- El cambio del oro.-
El cambio del costo del trabajo o de jornal.- Los presupuestos.-
Los empréstitos del Estado.- La serie de papel a uno por ciento
de interés.- Los papeles industriales.- Los gobernantes de los Cristianos.-
Los favoritos.- Los agentes de los Franc-Masones.
Hablaremos hoy del programa financiero, que he reservado
para final de mi informe como el punto más difícil, culminante y
decisivo de nuestros planes. Al tratar este punto, os recordaré
lo que ya se dijo en otra ocasión: que el conjunto de nuestros actos
se resuelve por una cuestión de cifras. Llegado el tiempo de nuestra
dominación, nuestro gobierno, por su propia seguridad y conservación,
evitará a toda costa sobrecargar a las masas populares con impuestos
y no olvidará que su papel es el de padre y protector del pueblo.
Pero, como la organización de un gobierno tiene un costo elevado,
es necesario encontrar los medios adecuados para sostenerlo. Para
esto es preciso ir buscando con todo cuidado el equilibrio financiero.
En nuestro gobierno el rey tendrá el goce aparente de la propiedad
legal de todo cuanto hay en su Estado (lo que es fácil ejecutar)
y podrá, por lo tanto, recurrir a la confiscación de cualquier suma
de dinero que juzgue necesaria para regularizar la circulación de
moneda en su Estado. Por donde se ve que las contribuciones deberán
consistir principalmente en un impuesto progresivo sobre la propiedad.
De esta suerte, los impuestos serán aumentados sin molestia y sin
arruinar, en una proporción de tanto por ciento en relación a la
propiedad, y a lo que cada cual posea. Los ricos tendrán que comprender
que su deber es poner a la disposición del Estado una parte de sus
sobrantes, ya que él les da garantías y seguridades sobre el resto
y el derecho de una ganancia honesta, y digo ganancia honesta,
porque el control de la propiedad suprimirá todo robo legal. Esta
reforma social debe venir de arriba y su tiempo ha llegado ya, pues
se necesita como garantía de paz. La contribución que se exige a
un pobre diablo es una semilla de revolución y es perjudicial para
el Estado que pierde un provecho de consideración por ir en pos
de ruines ingresos y beneficios. Sin tener esto en cuenta, todavía
hay algo más: el impuesto a los capitalistas disminuirá el acrecentamiento
de riquezas en manos de particulares, en las que han estado concentradas
actualmente por nosotros, para contrarrestar la fuerza de los gobiernos
de los Cristianos, a saber, las finanzas del Estado. Un impuesto
progresivo producirá una renta mejor que el impuesto proporcional
de la actualidad, que no nos sirve sino para provocar agitaciones
y descontento entre los pueblos cristianos. La fuerza que debe servir
de base a nuestro rey ha de ser el equilibrio y estabilidad de la
paz. Es necesario que los capitalistas sacrifiquen una pequeña parte
de sus rentas para asegurar el funcionamiento de la máquina del
gobierno. Las necesidades del Estado, ellos son los que deben cubrirlas,
pues sus riquezas les permiten hacerlo sin grave molestia. Esta
medida destruirá el odio del pobre contra el rico, en el que aquél
verá una fuerza financiera Útil al Estado, sostén de la paz y prosperidad,
porque no podrá menos de ver que es el rico el que sufraga los gastos
necesarios para obtener estos bienes. Para que los contribuyentes
de la clase pensante no reciban mayor disgusto por estos impuestos,
se les dará cuenta del destino de esas sumas, exceptuando las que
se distribuyan para las necesidades del trono y de las instituciones
administrativas. La persona reinante no tendrá propiedad personal,
puesto que todo lo que es del reino es de él, y habría una contradicción
entre una y otra cosa: los recursos personales anularían el derecho
de propiedad sobre las posesiones de todos. Los parientes de la
persona real, excepto sus herederos, a quienes sostendrá el Estado,
deben colocarse como servidores del mismo o trabajar para adquirir
el derecho de propiedad: el privilegio de pertenecer a la familia
real no debe servirles de pretexto para saquear el Tesoro público.
La adquisición de una propiedad, la aceptación de una herencia,
serán gravadas con un derecho progresivo de sellos o estampillas.
La transmisión de una propiedad en dinero o de otra manera no declarada
necesariamente nominal, será afectada de un impuesto de tanto por
ciento, a cargo del anterior propietario desde el día de la transmisión
hasta el día en que el fraude sea descubierto. Los títulos de traslación
de dominio deberán ser presentados cada semana al fisco del lugar
donde radique la propiedad, con la designación del nombre y apellidos
de la familia y de los domicilios del nuevo y antiguo propietario.
Este registro no se exigirá sino cuando se trate de excedentes de
una determinada cantidad: los gastos ordinarios de compraventa de
artículos necesarios, no serán gravados más que con un derecho mínimo
por cada unidad. ¡Calculad cuánto sobrepasarán los productos de
estas impuestos a las actuales rentas de los estados cristianos!.
La caja de fondo del Estado deberá guardar cierto capital de reserva,
y todo el sobrante de este capital deberá ser puesto en circulación.
Con las reservas se organizarán trabajos públicos. Como éstos son
pagados de los recursos del Estado, de allí provendrá que la clase
obrera se sentirá fuertemente adherida a los intereses del Estado
y a las personas reinantes. Una parte de esas reservas también se
destinará al pago de primas por inventos y producción de artículos.
Entonces, sobre esas cantidades fijadas y determinadas, ya no es
necesario guardar una sola moneda en las cajas del Estado, pues
el dinero se ha hecho para circular y todo estancamiento de dinero
repercute en forma perjudicial sobre el funcionamiento del mecanismo
del Estado; la falta de lubricación puede entorpecer la marcha normal
de ese mecanismo. La situación de una parte del dinero en valores
en papel ha producido justamente tal estancamiento. Las consecuencias
de este hecho se han dejado sentir bastante. Tendremos también un
tribunal de cuentas, en el que el gobierno, en cualquier tiempo,
tendrá a su disposición el estado detallado de los ingresos y pagos
de la nación, excepto el correspondiente al mes en curso no terminado
y el del mes precedente, no expedido aún. El único individuo que
no tiene interés en saquear las cajas del Estado es su dueño, el
gobernante. Por esto su control hará imposibles las pérdidas, las
filtraciones y los desfalcos. La representación que roba un tiempo
precioso a los gobernantes en recepciones y otros actos que exige
la etiqueta, será suprimida, para que tenga tiempo para otros asuntos
a fin de reflexionar sobre ellos y dominarlos. Su poder no quedará
a merced de los favoritos que rodean el trono para darle mayor pompa
y esplendor, pero que atienden más a sus propios intereses que a
los del Estado. Las crisis económicas entre los Cristianos han sido
promovidas por nosotros con el único fin de retirar la moneda de
la circulación. Capitales enormes quedaban estancados sustrayendo
la plata y el oro de los Estados, que se veían obligados a dirigirse
a estos mismos que sustraían esos capitales para obtener oro y plata.
Estos empréstitos gravaban las finanzas de las naciones por el pago
de los intereses, los que esclavizaban al capital. La concentración
de la industria en manos de los capitalistas que han dado muerte
a la pequeña industria ha absorbido todas las fuerzas del pueblo
y al mismo tiempo las del Estado. La emisión de moneda actualmente
no está en general en proporción con el consumo por cabeza, y no
puede, por lo mismo, satisfacer todas las necesidades de los obreros.
La emisión de moneda debe estar en relación con el aumento de población,
y es necesario que se tome en consideración a los niños, que consumen
y cuestan desde que nacen. La revisión de la acuñación de moneda
es una cuestión esencial para el mundo entero. Vosotros sabéis que
el patrón oro fue perjudicial para los Estados que lo adoptaron,
pues éste no puede dar abasto al consumo o gasto de moneda de plata,
mucho menos, cuando nosotros retiramos de la circulación la mayor
cantidad posible de oro. Debemos introducir una moneda creada sobre
el trabajo, que sea de papel o de madera. Haremos una emisión de
plata de acuerdo con las necesidades normales de cada individuo,
aumentando esta cantidad a cada nacimiento y disminuyéndola a cada
defunción. Todo departamento, todo distrito llevará sus cuentas
con este objeto. Y para que no haya demoras en este envío de moneda
argentífera para las necesidades del Estado, las cantidades y la
fecha de su remisión deberán fijarse por medio de un decreto del
gobierno, con lo que quedará anulada la protección del Ministerio
de Hacienda, que no podrá favorecer a una región con perjuicio de
otras. Estas reformas que proyectamos, las presentaremos de manera
que no provoquen alarma. Demostraremos la necesidad que hay de ellas
como consecuencia del fango en que han caído los desórdenes de los
Cristianos en materia hacendaria. El primer desorden, diremos, consiste
en que empiezan por establecer un simple presupuesto que va aumentando
año por año; por esta sencilla razón se formula el presupuesto hasta
la mitad del año; después se pide un presupuesto reformado que en
tres meses es derrochado y todo acaba con un presupuesto de liquidación,
y como el presupuesto del año siguiente es votado con arreglo al
total del presupuesto general, y el déficit normal anual es de 50
por 100, el presupuesto anual se triplica cada diez años. Merced
a estos procedimientos aceptados por la inconsciencia de los Estados
cristianos, sus cajas se encuentran siempre vacías. Los empréstitos
subsiguientes devoran el resto y llevan esos gobiernos a la bancarrota.
Todo empréstito demuestra la debilidad del Estado y la incomprensión
de sus derechos. Los empréstitos, como la espada de Damocles, están
amenazando sobre la cabeza de los gobiernos, que en vez de tomar
los que son únicamente necesarios de entre sus propios súbditos,
mediante un impuesto provisional, acuden como mendigos con la mano
extendida a implorar limosna a nuestros banqueros. Los empréstitos
exteriores son las sanguijuelas que nunca pueden ya despegarse del
cuerpo del Estado y que están chupando, si no caen por sí solas
o si el Estado no las arroja radicalmente. Pero los Estados cristianos,
lejos de arrancárselas, siguen aplicándoselas, aunque tengan que
perecer a consecuencia de estas sangrías voluntarias. En realidad,
¿qué es por otra parte lo que representa un empréstito, especialmente
si éste es exterior? El empréstito es la emisión de letras de cambio
del gobierno conteniendo una obligación a cierto interés proporcional
al monto del capital por el que se hace el empréstito. Si el empréstito
está tasado al 50 por 100, en veinte años el Estado ha pagado sin
utilidad ninguna un interés igual al empréstito; en cuarenta años,
una suma doble; a los setenta, una triple, y la deuda queda siempre
sin amortizar. Por aquí se verá que bajo la forma de un empréstito
individual, el Estado toma hasta los últimos céntimos del pobre,
invirtiéndolos en pagar a los ricos extranjeros de los que ha tomado
prestado el dinero, en vez de ir acumulando sus riquezas para sus
necesidades, sin pagar intereses. Si los empréstitos son interiores,
los Cristianos no hacen otra cosa que traspasar el dinero de la
bolsa del pobre a la caja de los ricos. Pero una vez que nosotros
nos hemos ganado a las personas que nos eran necesarias para hacer
que los emprésitos se traspasaran al exterior, todas las riquezas
de los Estados pasaron a nuestras capas y todos los Cristianos quedaron
reducidos a pagarnos este tributo de vasallaje. Si la ligereza de
los gobernantes cristianos, en lo relativo a los negocios de Estado,
si la corrupción de los ministros, o la ignorancia en materia hacendaria
de otros gobiernos han abrumado a sus pueblos de deudas que no pueden
reembolsar a nuestras cajas, debéis saber que esto también nos ha
costado mucho dinero y grandes esfuerzos... Nosotros no permitiremos
el estancamiento de la moneda, y así no habrá obligaciones sobre
el Estado a excepción de una serie de obligaciones al 1 por 100,
a fin de que el pago de intereses no entregue el poder del Estado
a las sanguijuelas que lo chupan. El derecho de emisión de valores
quedará reservado exclusivamente a las compañías industriales que
pagarán sin dificultad los intereses con sus utilidades; mientras
que el Estado no saca ningún provecho del dinero que se le presta,
aunque el préstamo sea para gastar y no para hacer inversión alguna
con él. Los papeles industriales serán comprados por el mismo gobierno,
transformándose así de recaudador de impuestos en prestamista por
cálculo. Esta providencia hará cesar el estancamiento del dinero,
el parasitismo y la prensa que nos eran útiles, mientras los Cristianos
eran independientes; pero que no son deseables una vez establecido
nuestro gobierno. ¡Es evidente qué escasos de reflexión son los
cerebros puramente animales de los Cristianos! Nos tomaban empréstitos
con interés, sin reflexionar que debieran haber tomado ese dinero,
aun con mayor interés, de las cajas de sus Estados para pagarnos
a nosotros. ¿Qué cosa había más fácil que tomar el dinero que necesitaban
de sus contribuyentes? Esto demuestra la absoluta superioridad de
nuestra inteligencia que supo presentarles el negocio de los empréstitos
bajo el aspecto de que eran ventajosos para ellos. Los cálculos
que nosotros presentamos, esclarecidos a su tiempo con la enseñanza
de la experiencia de muchos siglos, que los estados cristianos nos
han dado en la materia, se distinguirán por su claridad y certeza,
y demostrarán a todos hasta la evidencia la utilidad de nuestras
reformas e innovaciones. Pondrán fin a los abusos, merced a los
que hemos tenido bajo nuestro poder a los Cristianos, abusos que
ya no podrán admitirse en nuestro gobierno. Estableceremos también
nuestro sistema de contabilidad, por el que ni el más insignificante
funcionario podrá distraer de su objeto la más pequeña suma, sin
que ello sea advertido, ni aun darle siquiera otro destino del que
tiene indicado siempre en nuestro plan de acción. Es imposible gobernar
sin un plan definido. Hasta los héroes, que siguen un camino determinado
pero sin ciertas reservas, al fin perecen en él. Los gobernantes
cristianos, a los que en otras ocasiones hemos aconsejado que se
distrajeran de los negocios de Estado, por medio de las recepciones
diplomáticas y de etiqueta y demás diversiones, no eran más que
biombos y pantallas tras de los cuales actuaba nuestro gobierno.
Los informes de los favoritos que los reemplazaban en el despacho
de los negocios les eran suministrados por nuestros agentes y dejaban
siempre satisfechas sus obtusas inteligencias con las promesas para
el porvenir de economías y mejoramientos. Pero economías ¿de qué?,
¿de nuevos empréstitos?. Esto hubieran podido preguntar y no lo
preguntaban a aquellos que leían nuestras cuentas y nuestros proyectos.
Bien sabéis hasta dónde los ha conducido semejante apatía y a qué
desbarajuste económico han llegado, a cambio de la admirable actividad
de sus pueblos.
índice
PROTOCOLO XXI
Los empréstitos interiores.- .El pasivo y los impuestos.- Las
conversiones.- Cajas de ahorro y la renta.- Impresión de la Bolsa
de valores públicos.- Tasación de valores industriales.
Agregaremos a lo que tratamos en la reunión precedente una explicación
detallada de los empréstitos interiores. Sobre el empréstito interior
nada nos queda por decir, sino que ellos llenaron nuestras arcas
con el dinero de las naciones cristianas; pero para nuestro gobierno
ya no habrá ningún extranjero, supuesto que todo el mundo será nuestro
dominio, y por lo tanto, nada habrá que sea extraño a nuestro gobierno.
La corrupción de los administradores y la desidia de los gobernantes
las hemos aprovechado para recibir sumas dobles, triples y aun mayores,
prestando a los gobiernos cristianos más de lo que sus Estados necesitan.
¿Quién podría decir cosa igual respecto de nosotros? Por esto voy
a exponer detalladamente el punto relativo a los empréstitos interiores.
Cuando se lanza un empréstito, los Estados abren una suscripción
para la compra de las obligaciones o bonos del mismo. Para que estas
obligaciones estén al alcance de todas las fortunas, se emiten cupones
de 100 a 1.000 pesetas; al mismo tiempo se hace una rebaja a los
primeros suscriptores. Al día siguiente hay un alza de precio artificial,
motivada, según dicen, por el exceso de demanda de los bonos, pues
todo el mundo se echa a buscarlos. Pocos días después se corre la
voz de que las cajas del tesoro están atestadas de dinero y no se
sabe ya dónde guardarlo (¿por qué, pues, seguir tomándolo?). La
suscripción excede muchas veces la emisión del empréstito: ¡tan
grande es la confianza que hay en las letras de cambio del gobierno!
Pero cuando la comedia ha terminado, nos encontramos delante de
un pasivo que acaba de contraerse, pasivo demasiado gravoso. Para
el pago de los intereses es necesario recurrir a nuevos empréstitos
que no absorben sino que aumentan la deuda principal. Una vez agotado
el crédito, se necesita recurrir a nuevos impuestos, y éstos sirven
no para cubrir el empréstito, es decir la deuda contraída, sino
sólo para pagar los intereses del mismo. Resultando que estos impuestos
son un pasivo empleado en cubrir el pasivo anterior... Viene después
el tiempo de las conversiones que disminuyen solamente el pago de
(o mejor dicho el monto) los intereses, pero sin amortizar la deuda,
conversiones que, además, no pueden hacerse sin el consentimiento
de los que cubrieron el empréstito, o sea los prestamistas. Al anunciarse
una conversión, se ofrece devolver el dinero a los que no estén
dispuestos a aceptarla. Si todos expresan su deseo de recobrar su
dinero, el gobierno queda preso en sus propias redes y se encuentra
imposibilitado de cumplir su oferta. Afortunadamente, los súbditos
de los gobiernos cristianos, poco versados en negocios financieros,
siempre han optado por sufrir la pérdida consiguiente a la baja
de interés mejor que correr el riesgo de nuevas inversiones de su
dinero, con lo que muchas veces han dado a los gobiernos las facilidades
necesarias para poder descargarse de un pasivo de muchos millones.
En la actualidad, con las deudas exteriores, los Cristianos no piensan
en hacer nada semejante, sabiendo, como saben, que nosotros exigiremos
todo nuestro dinero. Así una bancarrota manifiesta demostrará a
las naciones la falta absoluta de unión entre los intereses de los
pueblos y los gobiernos. Reclamo toda vuestra atención sobre este
hecho y los que a continuación mencionaré. Hoy todos los empréstitos
interiores están consolidados por las deudas llamadas flotantes,
esto es, por deudas cuyo pago es más o menos cercano. Estas deudas
están constituidas por el dinero colocado en las cajas de ahorro
y en las cajas de reserva. Como estos fondos quedan por largo tiempo
en manos de los gobiernos, se evaporan en el pago de intereses de
los empréstitos exteriores, y en su lugar entra en las cajas una
suma equivalente de depósito de la renta. Estos últimos son los
que tapan los agujeros de las cajas del Estado entre los Cristianos.
Cuando nosotros lleguemos al poder, ocupando el trono del mundo,
todos estos agujeros en la hacienda y las finanzas quedarán cubiertos,
sin que quede de ellos ni el recuerdo, pues no es cosa que convenga
a nuestros intereses; suprimiremos igualmente las Bolsas de Fondos
Públicos, pues no consentiremos que el prestigio de nuestro poder
se resienta por la fluctuación de precios de nuestros valores. Estos
serán declarados por ley al precio de su valor completo sin fluctuación
posible (el alza trae consigo la baja y así es como desde el principio
de nuestra campaña hemos jugado nosotros con los valores de los
Cristianos). Sustituiremos las Bolsas por grandes establecimientos
de crédito especial cuyo objeto será tasar o cotizar los valores
industriales según las miras del gobierno. Estos establecimientos
estarán en condiciones de lanzar sobre el mercado quinientos millones
de valores industriales por día. De esta manera todas las empresas
industriales quedarán bajo nuestra dependencia. ¡Ya podéis imaginar
el poder que conquistaremos por este medio!.
índice
PROTOCOLO XXII
El secreto del porvenir.- El mal secular base del bien futuro.-
La aureola del poder y su adoración mística.
Con todo lo que hasta hoy llevo expuesto me he esforzado para
mostraros el secreto de los acontecimientos pasados y presentes:
ellos anuncian un porvenir próximo ya a realizarse. Os mostré el
secreto de nuestras relaciones con los Cristianos y el de nuestras
operaciones financieras. Poco queda que decir sobre este particular.
Tenemos en nuestras manos la más grande fuerza moderna: el oro;
podemos en dos días retirar nuestros depósitos en la proporción
y cantidad que sea de nuestro agrado. ¿Será, pues, necesario todavía
demostrar que nuestro gobierno está predestinado por Dios? Lo que
no podremos probar por medio de esta enorme riqueza es que todo
el mal que nos hemos visto obligados a causar durante tantos siglos
ha servido finalmente al verdadero bien, a poner todo en orden...
¡He aquí la confusión de nociones de bien y de mal! El orden se
restablecerá, en parte, por medio de la violencia, pero se restablecerá
al fin. Sabemos probar que somos bienhechores de la humanidad; nosotros
que hemos hecho al mundo torturado el verdadero bien de darle la
libertad al individuo, que podrá gozar de descanso; la paz, la dignidad
en las relaciones, a condición, entiéndase bien, de observar las
leyes establecidas por nosotros. Explicaremos de paso que la libertad
no es el libertinaje ni el derecho a la licencia; ni tampoco consiste
la dignidad ni la fuerza, en el derecho de cada uno a proclamar
principios subversivos y destructores, como el derecho de libertad
de conciencia, de igualdad y otros semejantes, ni en modo alguno
tampoco el derecho del individuo consiste en excitarse a sí mismo
o excitar a otros haciendo alarde de talentos oratorios en asambleas
tumultuosas. La verdadera libertad consiste en la inviolabilidad
de la persona que observa honrada y exactamente todas las leyes
de la vida en común; la dignidad en la conciencia de sus derechos
y juntamente de sus deberes y de los derechos de que carece, y no
sólo en el desarrollo ilusorio y fantástico del tema de su YO. Nuestro
poder será glorioso porque será pujante; porque gobernará y dirigirá
y no irá remolcado, por decirlo así, por líderes y oradores de los
que a gritos lanzan palabras huecas y carentes de sentido que enfáticamente
llaman grandes principios, y que no son otra cosa en realidad sino
utopías. Nuestro poder será el árbitro del orden, que es el único
que hace la felicidad de los pueblos, y de los hombres.
índice
PROTOCOLO XXIII
Reducción de la producción de artículos de lujo.- La pequeña
industria.- La huelga.- Prohibición de la embriaguez.- Condenación
a muerte de la sociedad antigua y su resurrección en su nueva forma.-
El elegido de Dios.
Para que los pueblos se acostumbren a la obediencia es necesario
que se acostumbren a la modestia y disminuir, por consiguiente,
los objetos de lujo disminuyendo su producción. Restableceremos
la pequeña industria que dará el golpe a los capitales particulares
de los fabricantes. Esto es aún necesario, porque los grandes industriales
dirigen todavía, muchas veces sin saberlo, es cierto, el espíritu
de las masas contra el gobierno. Un pueblo que fomenta las pequeñas
industrias no sabe de huelgas; sino que vive apegado al orden establecido,
y por lo mismo, también a la fuerza del poder. La huelga es algo
muy perjudicial para un gobierno. Para nosotros su papel terminará
tan pronto como el poder esté en nuestras manos. La embriaguez será
igualmente prohibida por la ley y castigada como un crimen de lesa
humanidad, pues los hombres que se embriagan se transforman en brutos
bajo la influencia del alcohol. Los súbditos, lo repito una vez
más, no obedecen ciegamente sino a una mano firme, completamente
independiente de ellos en la que ven una espada para defenderlos
y una defensa contra las calamidades sociales. ¿Qué necesidad tienen
los súbditos de ver en su soberano un alma angelical? Lo que importa
que vean en él es la personificación de la fuerza y del poder. El
soberano que sustituya a los Gobiernos actuales que han venido arrastrando
su existencia en medio de sociedades desmoralizadas por nosotros
y que han arruinado aun el mismo poder de origen divino, y en cuyo
seno. por todos lados se levanta el fuego de la anarquía; este soberano,
antes que nada, tendrá que extinguir esta llama devoradora. He aquí
la razón que le obligará a condenar a muerte esas sociedades: tendrá
que ahogarlas en sangre para hacerlas luego resucitar bajo la forma
de un ejército bien organizado que sepa luchar y combatir conscientemente
contra toda infección que pudiera invadir el organismo del Estado.
Este elegido de Dios es nombrado de lo alto para sujetar las fuerzas
locas y desatinadas movidas por el instinto, no por la razón, por
la bestialidad y no por la parte noble de la humanidad. Esas fuerzas
triunfan ahora, roban, cometen toda clase de atentados, toda suerte
de violencias, bajo el pretexto de la libertad y de los derechos.
Ellas han destruido todo orden en la sociedad para levantar sobre
estas ruinas el trono del rey de Israel; pero su papel terminará
en el momento en que ese rey ascienda a su trono. Entonces hay que
alejarlas de su camino en el que no debe quedar el menor obstáculo.
Entonces podremos decir a los pueblos: Dad gracias a Dios y prosternaos
delante del que lleva en su frente el sello de la predestinación
hacia la que Dios mismo ha guiado su estrella para que nadie, excepto
ese predestinado, pueda libraros de todas las fuerzas y de todos
los males.
índice
PROTOCOLO XXIV
Consolidación de la estirpe del rey David.- Preparación del
rey.- Exclusión de los herederos directos.- El rey y sus tres mentores.
- El rey-destino. - Intachabilidad de costumbres exteriores del
rey de los israelitas. Pasaremos ahora a tratar de los medios de
asegurar las raíces dinásticas del rey.
En esta obra nos guiarán los mismos principios que hasta ahora
nos han suministrado nuestros sabios para la dirección de todos
los negocios mundiales. Dirigiremos el pensamiento de toda la humanidad.
Muchos miembros de la estirpe de David prepararán los reyes y sus
herederos, escogiendo estos últimos, no según el derecho hereditario,
sino teniendo en consideración sus cualidades sobresalientes; los
iniciarán en los más ocultos secretos de la política; en los planes
de gobierno, siempre bajo la condición de que nadie llegue a penetrar
esos secretos. El objeto de esta manera de proceder es que todo
el mundo sepa que el gobierno no puede ser puesto en otras manos
sino en las de aquellos que están iniciados en los misterios del
arte de gobernar. Sólo a estas personas se les enseñará la aplicación
de los planes políticos, las enseñanzas de la experiencia de los
siglos; todas nuestras observaciones sobre las leyes político-económicas
y sobre ciencias sociales ; en una palabra, todo el espíritu de
estas leyes que la naturaleza misma ha establecido como infalible
para normalizar por ellas las relaciones de los hombres. Muchas
veces los herederos directos serán excluidos del trono, si en el
tiempo de sus estudios dan pruebas de ligereza, de dulzura de carácter
y de otras de esas cualidades o defectos que son perjudiciales en
el poder y que hacen ineptos a los hombres para gobernar y dañan
la actuación propia de un jefe de Estado. Sólo a estas personas
se les enseñará la aplicación de los fines firme e inflexiblemente,
hasta cruelmente, si es necesario, y recibirán de manos de nuestros
sabios las riendas del poder. En caso de alguna enfermedad que pudiera
ser causa del debilitamiento de la voluntad, los reyes deberán,
conforme a la ley, abdicar en otras manos que sean capaces de sostener
con la firmeza necesaria las riendas del gobierno. Los planes de
acción del rey, planes inmediatos que haya de trazar por razones
imperativas de inmediata necesidad, sus planes más remotos todos
quedarán ignorados aun de aquellos que se le asignen como primeros
consejeros. Sólo el rey y sus tres mentores conocerán lo por venir.
En la persona del rey, dueño de sí mismo y de la humanidad, gracias
a una voluntad inquebrantable, todos creerán ver el destino con
sus caminos desconocidos. Nadie sabrá qué es lo que el rey pretende
como objeto de sus mandatos, y así tampoco nadie se atreverá a atravesársele
en un camino que es para todos desconocido. Es necesario sobreentender
que la inteligencia del soberano ha de corresponder al plan de gobierno
que tiene encomendado. Por esto es que no subirá al trono sino después
de haber dado pruebas satisfactorias de su capacidad a nuestros
sabios de que ya hemos hablado. Para que el pueblo conozca y ame
a su soberano, es necesario que trate al pueblo y se comunique con
él en los lugares públicos. Esto producirá la unión necesaria entre
las dos fuerzas que hasta hoy nosotros hemos conservado distanciadas
por el mutuo terror. Este terror nos era absolutamente necesario
en otro tiempo, para que estas dos fuerzas, separadamente, cayeran
bajo nuestro poder e influencia. El rey de Israel no debe estar
bajo el dominio de sus pasiones, especialmente bajo el de la voluptuosidad,
ni debe, por alguna flaqueza de su carácter, dar lugar a que sus
instintos animales se sobrepongan a su razón. La sensualidad obra
de manera demasiado nociva sobre las facultades intelectuales y
la clarividencia de las cosas, inclinándose hacia el lado peor y
más bestial de la actividad humana. La columna de la humanidad en
la persona de la semilla santa de David, debe sacrificar a su pueblo
y por su bien, todos sus gustos personales. Nuestro soberano tiene
que ser de una irreprochabilidad ejemplar. La fuerza ciega del pueblo
no puede quedar un solo día sin tener quien la dirija, y el nuevo
poder no hace otra cosa sino reemplazar al anterior debilitado por
el Liberalismo. En nuestros días, el poder del oro ha reemplazado
al poder de los gobiernos liberales. Hubo un tiempo en que la fe
gobernaba. La idea de libertad es irrealizable, porque nadie hay
que sepa usar de ella en su justa medida. Basta dejar al pueblo
que por algún tiempo se gobierne a sí mismo, para que inmediatamente
esta autonomía degenere en libertinaje. Surgen al punto las discusiones,
que se transforman luego en lucos de buenos sentimientos. Por esta
razón hay que esperar mejores resultados cuando se gobierna a los
hombres por medio de la violencia y el terror, que cuando se trata
de gobernarles por medio de las discusiones académicas. Todo hombre
aspira al poder; cada uno quisiera convertirse en dictador; si esto
fuera posible al mismo tiempo, muy poco faltaría para que no estuvieran
todos prontos a sacrificar el bien de los demás, a trueque de conseguir
cada uno su propio provecho. ¿Qué es, pues, lo que ha reprimido
hasta ahora a esa bestia feroz que se llama hombre? ¿Qué es lo que
ha podido dirigirle hasta el presente? Al iniciarse el orden social,
el hombre se ha sometido a la fuerza bruta y ciega; más tarde, a
la Ley, que no es más que esa misma fuerza, pero disfrazada. De
donde yo saco la conclusión que, según la Ley Natural, el derecho
radica en la fuerza. La Libertad Política es una idea y no un hecho.
Se necesita saber aplicar esta idea cuando es necesario atraer las
masas populares a un partido con el cebo de una idea, si ese partido
ha resuelto aplastar al contrario que se halla en el poder. Este
problema resulta de fácil solución si el adversario se mantiene
en el poder en virtud de la idea de libertad, de eso que se llama
Liberalismo, y sacrifica un poco de su fuerza en obsequio de esa
idea: Libertad. Y he aquí por dónde ha de llegar el triunfo de nuestra
teoría: una vez que se aflojan las riendas del poder, inmediatamente
son recogidas por otras manos, en virtud del instinto de conservación,
porque la fuerza ciega del pueblo no puede quedar un solo día sin
tener quien la dirija, y el nuevo poder no hace otra cosa sino reemplazar
al anterior debilitado por el Liberalismo. En nuestros días, el
poder del oro ha reemplazado al poder de los gobiernos liberales.
Hubo un tiempo en que la fe gobernaba. La idea de libertad es irrealizable,
porque nadie hay que sepa usar de ella en su justa medida. Basta
dejar al pueblo que por algún tiempo se gobierne a sí mismo, para
que inmediatamente esta autonomía degenere en libertinaje. Surgen
al punto las discusiones, que se transforman luego en lucepararán
los reyes y sus herederos, escogiendo estos últimos, no según el
derecho hereditario, sino teniendo en consideración sus cualidades
sobresalientes; los iniciarán en los más ocultos secretos de la
política; en los planes de gobierno, siempre bajo la condición de
que nadie llegue a penetrar esos secretos. El objeto de esta manera
de proceder es que todo el mundo sepa que el gobierno no puede ser
puesto en otras manos sino en las de aquellos que están iniciados
en los misterios del arte de gobernar. Sólo a estas personas se
les enseñará la aplicación de los planes políticos, las enseñanzas
de la experiencia de los siglos; todas nuestras observaciones sobre
las leyes político-económicas y sobre ciencias sociales ; en una
palabra, todo el espíritu de estas leyes que la naturaleza misma
ha establecido como infalible para normalizar por ellas las relaciones
de los hombres. Muchas veces los herederos directos serán excluidos
del trono, si en el tiempo de sus estudios dan pruebas de ligereza,
de dulzura de carácter y de otras de esas cualidades o defectos
que son perjudiciales en el poder y que hacen ineptos a los hombres
para gobernar y dañan la actuación propia de un jefe de Estado.
Sólo a estas personas se les enseñará la aplicación de los fines
firme e inflexiblemente, hasta cruelmente, si es necesario, y recibirán
de manos de nuestros sabios las riendas del poder. En caso de alguna
enfermedad que pudiera ser causa del debilitamiento de la voluntad,
los reyes deberán, conforme a la ley, abdicar en otras manos que
sean capaces de sostener con la firmeza necesaria las riendas del
gobierno. Los planes de acción del rey, planes inmediatos que haya
de trazar por razones imperativas de inmediata necesidad, sus planes
más remotos todos quedarán ignorados aun de aquellos que se leasignen
como primeros consejeros. Sólo el rey y sus tres mentores conoceránlo
por venir. En la persona del rey, dueño de sí mismo y de la humanidad,gracias
a una voluntad inquebrantable, todos creerán ver el destino con
suscaminos desconocidos. Nadie sabrá qué es lo que el rey pretende
como objeto de sus mandatos, y así tampoco nadie se atreverá a atravesársele
en un camino que es para todos desconocido. Es necesario sobreentender
que la inteligencia del soberano ha de corresponder al plan de gobierno
que tiene encomendado. Por esto es que no subirá al trono sino después
de haber dado pruebas satisfactorias de su capacidad a nuestros
sabios de que ya hemos hablado. Para que el pueblo conozca y ame
a su soberano, es necesario que trate al pueblo y se comunique con
él en los lugares públicos. Esto producirá la unión necesaria entre
las dos fuerzas que hasta hoy nosotros hemos conservado distanciadas
por el mutuo terror. Este terror nos era absolutamente necesario
en otro tiempo, para que estas dos fuerzas, separadamente, cayeran
bajo nuestro poder e influencia. El rey de Israel no debe estar
bajo el dominio de sus pasiones, especialmente bajo el de la voluptuosidad,
ni debe, por alguna flaqueza de su carácter, dar lugar a que sus
instintos animales se sobrepongan a su razón. La sensualidad obra
de manera demasiado nociva sobre las facultades intelectuales y
la clarividencia de las cosas, inclinándose hacia el lado peor y
más bestial de la actividad humana. La columna de la humanidad en
la persona de la semilla santa de David, debe sacrificar a su pueblo
y por su bien, todos sus gustos personales. Nuestro soberano tiene
que ser de una irreprochabilidad ejemplar.
|